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Estreno

Crítica de "Los reyes del mundo": el corazón de las tinieblas ★★★★☆

Dirección: Laura Mora. Guion: María Camila Arias y Laura Mora. Intérpretes: Carlos Andrés Castañeda, Davison Florez, Brahian Acevedo, Cristian Campaña. Colombia, 2022. Duración: 103 minutos. Drama.

Un fotograma de "Los reyes del mundo"
Un fotograma de "Los reyes del mundo"Imdb

Para “Los reyes del mundo”, quebrantar las normas no escritas del cine social significa desplazarlas hacia el terreno de lo mítico. No estamos lejos del primer Pasolini, el de “Accattone”, que convertía las andanzas de un proxeneta de los suburbios romanos en un auto sacramental. Algo de eso tiene el viaje que emprenden los cinco ‘ragazzi di vita’ protagonistas de la ganadora de la Concha de Oro, partiendo del bullicio de Medellín para atravesar la selva colombiana, aquel territorio sin ley que fue refugio para las FARC, aún atravesado por una violencia que incluso para los que han crecido entre navajas es difícil de codificar.

Si Pasolini utilizaba a Bach para desubicar su mirada post-neorrealista, Laura Mora reformula el registro nervioso, documental del arranque de la película -y de lo que fue la notable y autobiográfica “Matar a Jesús”- en una puesta en escena cada vez más estilizada, más abstracta, para que la búsqueda de El Dorado -una tierra heredada, un lugar en el mundo que repare las heridas del pasado- por parte de esa pandilla de marginados se convierta, en delicada progresión, en la crónica de una fantasmagoría.

Hay en este viaje paradas benévolas -el episodio de las prostitutas; el encuentro con dos ancianos que viven en una casa en ruinas, espectrales ángeles de la guarda que guían a los chavales hacia su quimérica meta- que acarician el destino fatal de sus personajes, lo que no quita para que lo percibamos como un auténtico descenso al corazón de las tinieblas conradiano. Al final, solo queda el olor a la tierra quemada por la pólvora y el ruido de las excavadoras.

Lo mejor:

Laura Mora sabe reinterpretar los códigos del cine social en clave poética.

Lo peor:

Algunos simbolismos (el caballo blanco) resultan demasiado obvios.