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Estreno

Crítica de "Suzume": ecotraumas animados ★★★★★

Dirección y guion: Makoto Shinkai. Música: Kazuma Jinnouchi y Radwimps. Estudios de animación:

Toho, CoMix Wave Films, Story, Aniplex, Kadokawa, Lawson Entertainment, Voque Ting. Japón, 2023. Duración: 122 minutos. Animación.

La película de animación "Suzume", presentada en la Berlinale
La película de animación "Suzume"FESTIVAL DE BERLÍNFESTIVAL DE BERLÍN

Dirección y guion: Makoto Shinkai. Música: Kazuma Jinnouchi y Radwimps. Estudios de animación: Toho, CoMix Wave Films, Story, Aniplex, Kadokawa, Lawson Entertainment, Voque Ting. Japón, 2023. Duración: 122 minutos. Animación.

Japón sabe convivir con el apocalipsis, sea inducido o geológico. El fin del mundo es, pues, el pan suyo de cada día, ese trauma que ha configurado una identidad nacional que se debate entre el orden neurótico y la entrega al caos. En una cultura tan rica y extrema como la nipona, el ‘anime’ ha sabido colocarse en lados opuestos de la imaginación, desde la poética del detalle de Miyazaki hasta la atracción del abismo informe de Otomo. El preciosismo de “Suzume” parece decantarse por uno -son confesas las referencias a “Nicky, la aprendiz de bruja”- sin olvidarse del otro para conjurar un trauma reciente, el del terremoto que, en 2011, se cobró más de veinte mil víctimas en el noreste de Japón. Suzume podría encarnar el espíritu de una nación que quiere salvarse a sí misma: cuando esta espabilada adolescente descubre que tiene el poder de cerrar los ‘portales’ de los que emanan las fuerzas oscuras del caos -proteicos gusanos de fuego que se extienden como tornados, provocando devastadores temblores de tierra-, inicia un viaje por todo el país que es, en realidad, un viaje hacia el fondo de su trauma.

Puede sonar muy severo, aunque la animación de Masako Shinkai se ocupa de convertir el periplo odiseico de Suzume en una apasionante ‘road movie’ repleta de aventuras, una sucesión de deliciosos encuentros diseñados con la vitalidad, el color y la minuciosidad artesanal de un artista en la cima de su genio. Shinkai ha sustituido el romanticismo de las espléndidas “Your Name” y “El tiempo contigo” por un misticismo cotidiano, tan apegado a lo humano como a las energías de la naturaleza, donde destacan sin esfuerzo el diseño de fondos y decorados (esos cielos añiles, esos pueblos y urbes que rebosan vida) y de los personajes secundarios, en especial un gato travieso y diabólico y un príncipe azul, de aspecto andrógino, que pronto se convierte en una expresiva silla de tres patas, en un hallazgo animado que tendría que despertar la envidia de la última etapa de la Pixar. Antes del caos, y de la esperanza que surge de sus entrañas, de las heridas que se cierran en su fulgor, están las ruinas: las piedras medio sumergidas en aguas mohosas, el parque de atracciones abandonado, los no-lugares por los que transita una película que hace de la melancolía un festival de luz y color.

Lo mejor: La calidad de la animación y la facilidad poética con que su mensaje ecotraumático define la angustia de un país que siempre sabe levantarse a tiempo.

Lo peor: Que no se llevara ningún premio en la Berlinale.