Sección patrocinada por sección patrocinada

Cine

"Dance First": Samuel Beckett contra sí mismo

James Marsh narra, con Gabriel Byrne como protagonista, los episodios clave de la vida del mítico dramaturgo en un biopic deconstruido

"Dance First": Samuel Beckett contra sí mismo / Gabriel Byrne en "Dance First"
"Dance First": Samuel Beckett contra sí mismo / Gabriel Byrne en "Dance First"WANDAVISION

Cuenta la leyenda, palabra que debería definir todas las biografías de quien se dedica a la ficción, que el padre de Samuel Beckett le dedicó unas sentidas palabras ya en su lecho de muerte: «Pelea, pelea, pelea». Y así, como ficcionando la verdad, lo cuenta «Dance First», biopic deconstruido sobre el mítico dramaturgo que dirige James Marsh («La teoría del todo») y que protagoniza un excelente Gabriel Byrne («El hombre de la máscara de hierro») en el papel del escritor. Concebida como una especie de conversación consigo mismo, justo antes de que alcanzara el cielo de las letras globales recogiendo el Premio Nobel, la película es un repaso por todos los momentos que marcaron la vida del autor.

Desde su estrecha relación en París con su mentor, James Joyce, al trauma de una Segunda Guerra Mundial que se le llevó a tantos amigos por delante, pasando por un síndrome del impostor con el que mucho tuvo que ver su esposa (aquí Sandrine Bonnaire). «Sí, era un pesimista, pero porque era un realista. Veía el mundo más allá de sus ilusiones. Creo que el gran mensaje de la obra de Beckett es que muchas veces nos vemos inmersos en situaciones absurdas y ridículas sin darnos cuenta de lo absurdas y ridículas que son. Hay muchos de sus personajes que ni siquiera tienen como una identidad independiente, esperan, por ejemplo, a alguien que jamás va a llegar. Esa absurdez es muy ingeniosa, va más allá del pesimismo. Lo eleva, al menos, gracias al humor. Donde Joyce era expansivo, Beckett perseguía los microcosmos al escribir», explicaba Marsh a LA RAZÓN, en el pasado Festival de San Sebastián donde el filme ejerció de película de clausura.

Gabriel Byrne, como Samuel Beckett, en "Dance First" (15 de diciembre en cines)
Gabriel Byrne, como Samuel Beckett, en "Dance First" (15 de diciembre en cines)WANDAVISION

Poeta de la desesperación

«Recibí el guion durante la pandemia, que se convirtió en un momento especialmente delicado para apreciar un texto así. No estaba seguro de qué era exactamente, porque no era una biografía al uso de Samuel Beckett. Comencé a leerlo y encontré muchas cosas que me gustaban, era subversivo, divertido, muy interesante. Ahí fue cuando empecé a darle forma en mi cabeza y lo primero que se me vino a la mente fue Gabriel (Byrne). Literalmente. Fue mi primera y única opción. Pensé que si él estaba dispuesto a hacerlo, yo estaba dispuesto a hacerlo. Toda la película se basa en elegir al actor correcto. Me acerqué a Gabriel para preguntarle, todavía con la pandemia encima de nosotros, y él estaba dispuesto», confesaba Marsh, que ahora anda enharinado con la adaptación al cine del libro también biográfico del pianista James Rhodes, sobre el génesis de la película.

Y seguía, sobre lo que entiende como el verdadero sentido del filme: «Toda la película está construida en torno a la vergüenza, al arrepentimiento y a repensar las cosas que no deberías haber hecho o, al menos, haber hecho de otra forma. La idea misma de danzar es una cosa anti-intelectual, es una liberación, también pública. O eso era al menos para Beckett. Él lo pensaba como lo contrario a ser escritor, disfrutar la experiencia física inhibiendo lo intelectual. Y él consideró que falló. Como yo he fallado, si lo pienso en clave personal. Ojalá hubiera bailado más de joven, y hubiera pensado menos», completa el realizador sobre la otra enseñanza a modo de haiku que acaba articulando el filme: «Baila primero, piensa después».

A su lado, un Byrne que no ha renunciado al carisma para dar vida a un personaje que fue infiel, arisco y hasta condescendiente, le da réplica: «A riesgo de contradecir a Beckett, lo de bailar primero y pensar después es una cosa que solo puedes decir en un momento muy concreto y muy joven de tu vida», explicaba el actor antes de detallar su proceso de inmersión: «Como intérprete, siempre me alejé de Beckett porque no era capaz de conectar con sus obras. Y eso tiene que ver con lo limitado que era mi conocimiento al respecto. Me molesta, de hecho, descubrir que le he obviado tantos años y que debajo de su faceta de intelectual frío había mucha emoción. Es un poeta de la desesperación. Y eso, como católico, fue muy fuerte porque estaba acostumbrado a los cuentos de hadas de la religión. Si haces el bien, todo irá bien, si haces el mal, todo te irá mal. Beckett se separa de la ilusión y de la fe, enfrentándote a una realidad nada complaciente que solo rebaja con algo de humor y mucha humanidad. Beckett me hablaba, ahora, de una manera que no entendía cuando tenía 20 años», apuntaba.

Pero, más allá de Beckett, y a un cuarto de siglo de que «El hombre de la máscara de hierro» se convirtiera quizá en la última gran película de clase media en cosechar un éxito global (costó 35 millones y recaudo casi 200), es de rigor preguntarle a Byrne por la muerte de ese tipo de producciones: «Es la explicación, también, transversal a todo. Las corporaciones han acabado con la clase media. Se han llevado todo por delante, no solo el cine. También la música y hasta el deporte. El cine, ahora mismo, no es más que un producto más de una máquina con muchos tentáculos. Por eso intento moverme en mercados más pequeños, rodando en Irlanda o en España. Quizá, el cine independiente sea la solución para que el cine. PEro el cine como lo conocíamos, es difícil que siga existiendo. Eso no significa que no haya que seguir luchando», se despedía sincero el actor.