San Sebastián

Darín: «Seguramente fui perro en la otra vida»

Cesc Gay dirirge a Ricardo Darín y Javier Cámara en «Truman», un drama con sentido del humor que realza la importancia de la amistad y que ha sido muy bien recibido en el festival de San Sebastián

Ricardo Darín y Javier Cámara posan con un perro parecido al de la cinta
Ricardo Darín y Javier Cámara posan con un perro parecido al de la cintalarazon

Cesc Gay dirirge a Ricardo Darín y Javier Cámara en «Truman», un drama con sentido del humor que realza la importancia de la amistad.

La anécdota espontánea es el maná para el periodista. Y pocos son los actores que, en medio del tráfago de un gran festival, con los minutos contados, son capaces de hacerte olvidar que estás en un pequeño «set» de prensa y trasladarte Dios sabe cómo a la barra de un bar o al salón de casa. Ricardo Darín es uno de ellos. Tiene el don de la naturalidad y la cercanía, ya sea en pantalla o fuera de ella. Y es de agradecer, especialmente en alguien que cuenta sus interpretaciones por premios y que ya –y esto sólo acaba de empezar– suena para la Concha de Plata por su papel en «Truman». «No me interesa lo más mínimo hablar de premios. Para mí no hay nada que se parezca a la devolución de la audiencia. Esperar premios es un acto de soberbia», asegura.

Darín se ha metido al público y la crítica del Festival de San Sebastián en el bolsillo dando vida a Julián, un actor solitario que vive en Madrid y afronta sus últimos meses (semanas quizá) con vida debido a un cáncer. Julián recibe la visita de Tomás (Javier Cámara), un amigo de toda la vida que viaja desde Canadá para hacerle compañía durante cuatro días en lo que, según Cesc Gay, director de la cinta, «es un largo paseo por la ciudad con dos actores cara a cara». El humor –a veces negro, pero nunca obsceno–, la ternura implícita en cada plano y la sensibilidad, no sensiblería, de «Truman» se deben a medias al guión y la realización del catalán y a Darín y Cámara, acompañados por el perro que da título al filme y a quien Julián busca nuevo dueño a sabiendas de su cercana muerte. Darín se emociona cuando habla de Troilo (el Truman verdadero), un animal de 8 años y 80 kilos al que se afeccionó inmediatamente, logrando en apenas unos días alcanzar el vínculo emocional de su personaje con su mascota. «Nos olimos y nos gustamos. Yo soy medio perro; seguramente fui perro en otra vida», dice. Troilo falleció poco después del rodaje.

Un espectador más

Más allá de esta relación, «Truman» es la historia de Julián y Tomás. Mantiene Darín que «la muerte sólo es el “leitmotiv”, pe-ro el factor principal es la amistad. Dicen por ahí que con esta película son más proclives a llorar los hombres que las mujeres». Y, a pesar de que Cesc Gay nunca apela a la lágrima fácil, más de uno ayer en San Sebastián tiró de kleenex. «Las historias sencillas que hablan de lo que nos pasa es lo que más funciona en pantalla», asegura el argentino. Él mismo lloró en su primera lectura del guión: «Todos pasamos por cosas de este tipo y cada espectador añade de su mochila propia a lo que ve en la película; yo leo las historias como espectador y no como actor», asegura.

Cesc Gay gestó este guión desde la vecindad con la muerte. «Me tocó despedir a alguien y me puse a escribir cosas, no como un guión inicialmente, sino por escribir; lo dejé en un cajón, que cicatrizara, y luego volví a él y decidí afrontar la historia de Julián desde la amistad con Tomás», señala el director. Con «Truman» vuelve a indagar en la, a veces silenciada, fagilidad masculina. «Tenemos más conflicto a la hora de expresar cosas y sentimientos, siempre vamos con las pistolas cargadas como John Wayne». Y aunque Gay ha querido abandonarse a las emociones, no se ha dejado caer en ellas a bloque. «Javier Cámara me preguntaba que por qué su personaje no podía abrazar en tal toma a Darín o decirle “te quiero”, pero a mí eso no me salía». De hecho, el realizador ha hecho un trabajo de «contención» con el actor para extraer de él una interpretación sobria. «El objetivo era que fuera un mano a mano entre los dos pero cada uno con sus peculiaridades; no puedes poner a dos guitarristas que tocan exactamente lo mismo». Darín aporta a Javier un talante canalla y un humor natural y bien dosificado; Cámara, la amistad desinteresada, el silencioso «aquí me tienes» del buen amigo.

«Truman» bordea la muerte y el cáncer sin que en ningún momento veamos sus consecuencias o efectos. E incluso abre una espita al espinoso tema de la eutanasia pasiva: Julián renuncia a la quimioterapia sabiendo que sólo va a ganar tiempo y comunica su intención de suicidarse con pastillas cuando el final se acerque. «No se hace defensa de ninguna postura», mantiene Gay. «De hecho, nunca sabremos si Julián llega a tomar esas pastillas o no», concluye Darín.