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Arte, Cultura y Espectáculos

De Pedraza, la mujer que osó divorciarse

Un retrato de Francisca de Pedraza cuyo autor es desconocido
Un retrato de Francisca de Pedraza cuyo autor es desconocidolarazon

- Madrid

rancisca de Pedraza cuenta hoy con un premio que lleva su nombre, con un libro que narra su historia, al igual que con una obra de teatro y hasta con un cómic. Sin embargo, durante siglos permaneció en el más completo anonimato. El único registro de la vida de esta mujer, que se quedó huérfana muy joven y se crió en un convento de Alcalá de Henares, es un documento del siglo XVII que el catedrático Ignacio Ruiz Rodríguez encontró hace veinte años cuando preparaba su tesis. A pesar de que nada tenía que ver con el tema que estaba investigando, la historia de Francisca le llamó la atención de inmediato, pues descubrió que esta mujer había osado pedir el divorcio en la España del Siglo de Oro. «Siempre he pensado que fue ella la que se puso en contacto conmigo para contarme su historia. Al encontrar el documento y comenzar a leerlo recuerdo que se me acercó Lourdes, la archivera del Archivo Histórico Nacional, y me dijo: ''Ignacio, estás llorando''. La experiencia fue la de quien lee una hermosa novela romántica», asegura Ruiz. Tanto le impactó que no la olvidaría ni siquiera dos décadas después, cuando finalmente publicó «Francisca de Pedraza. Mujer, Madre, Esposa... Maltratada», un libro que narra su vida y su lucha por huir de un esposo que la golpeaba de manera tan violenta que en una ocasión le provocó un aborto en plena calle.

Llegar a los institutos

¿Por qué esperar tanto? «Hace 20 años la violencia de género no tenía el recorrido, la defensa ni los seguidores que tiene ahora», afirma el catedrático. Hace dos que lo publicó y, desde entonces, se ha creado el Premio Francisca de Pedraza contra la Violencia de Género, que otorga la Asociación de Mujeres Progresistas de Alcalá de Henares. Y además de la obra de teatro y los musicales que se han montado en torno a su figura, se publicó recientemente un cómic que toma extractos del texto de Ruiz y está ilustrado por Almudena del Mazo Revuelta, titulado «Francisca de Pedraza, mujer y media». «La idea es llevar su caso a la gente joven, a los institutos, donde hay un repunte de la violencia de género», asegura Ruiz.

La primera vez que De Pedraza pidió que se le permitiera dejar a su esposo –''un monstruo'' llamado Jerónimo de Jaras– fue en 1614, dos años después de casarse. En esa ocasión, huyó al convento donde había crecido, pero fue en vano. Tuvo que regresar con él y en los siguientes años tuvo dos hijos suyos. A pesar de que, en palabras de Ruiz, De Pedraza «vivía en una sociedad de hombres, con una justicia creada por hombres para el disfrute de los hombres», en 1620 Francisca volvió a intentarlo ante la justicia eclesiástica. Esta vez, observando los moratones y heridas que marcaban su cuerpo, se abrió un proceso ante la corte de justicia arzobispal de Alcalá de Henares. Sin embargo, Jaras secuestró a su esposa, la torturó y violó durante días. Para mayor crueldad, la corte consideró que eso era muestra de que habían vuelto a convivir y archivó el caso.

Dos años más tarde Jaras estuvo a punto de matarla a golpes en plena calle. Fue el día de San Pedro, 29 de junio de 1622. Entonces, Francisca decidió intentarlo una vez más. Insólitamente, y a pesar de que había testigos de lo sucedido, la Justicia le dio la razón a la mujer, pero no le concedió el divorcio. Tan solo «condenó» a Jaras a «tratar a su esposa con mucho amor y darle vida honesta y maridable». «Cuando ya no quedaba esperanza se produjo una especie de conjunción planetaria: Francisca presentó el caso ante el nuncio del Papa, Innocenzo Maximus, que le permitió llevar su proceso ante otra jurisdicción que no fuera la eclesiástica», explica Ruiz. Lo hizo ante la Universidad de Alcalá, específicamente ante Álvaro de Ayala, entonces rector de la institución. Fue él quien finalmente le concedió el divorcio y, además, le otorgó la devolución de la dote e incluyó una orden de alejamiento para Jaras y cualquier persona cercana a él. Ruiz explica que fue un logro histórico, no solo porque entonces las mujeres eran consideradas inferiores y la ley no las protegía, sino porque, desgraciadamente, fue un evento único. No supuso un precedente para otras maltratadas, de hecho, esa condición de inferioridad seguiría vigente siglos más tarde: «En España, hasta la segunda mitad del siglo XIX, la doctrina del Tribunal Supremo no obligaba a la mujer a cumplir el derecho por considerarla ignorante. Hasta 1931 no podían votar y en la época de Franco una mujer tenía que pedirle permiso a su padre o a su esposo para abrir una cuenta de banco», explica, y añade: «Califico el caso de Francisca como una pequeña isla en el océano inmenso de la desigualdad».