Sección patrocinada por sección patrocinada
Cine

Festival de Málaga

Elvira Lindo amanece como directora al sol de Málaga

La escritora inaugura la 26.ª Edición del Festival de Málaga co-dirigiendo "Alguien que cuide de mí" junto a Daniela Fejerman, y con Aura Garrido, Emma Suárez y Magüi Mira como protagonistas

Elvira Lindo (izda.) junto a Daniela Féjerman, co-directoras de "Alguien que cuide de mí"
Elvira Lindo (izda.) junto a Daniela Féjerman, co-directoras de "Alguien que cuide de mí"ALEX ZEA / FESTIVAL DE MÁLAGAALEX ZEA / FESTIVAL DE MÁLAGA

No se terminaba de quebrar el siglo pasado cuando la escritora Elvira Lindo ya había comenzado a coquetear con el cine. Tentada por las posibilidades narrativas del séptimo arte, firmó los guiones de «La primera noche de mi vida» (1998) o «El cielo abierto» (2001), ambas de Miguel Albaladejo y, claro, acompañó con su pluma a las adaptaciones de «El otro barrio» o «Manolito Gafotas». Hasta ocho proyectos se le acumularon en apenas dos años, y luego tardaría más de una década en volver a firmar un guion. Un cuarto de siglo después, casi de la mano de la propia historia del certamen, Lindo debuta en la dirección y abre la Sección Oficial del 26º. Festival de Málaga con "Alguien que cuide de mí", película que ha co-escrito y co-dirigido junto a Daniela Fejerman ("A mi madre le gustan las mujeres").

Bajo un prisma almodovariano y una luz melancólica, pero remendada, Lindo y Fejerman firman a cuatro manos la historia de tres mujeres. Tres actrices, en ejercicio metafílmico, que aquí tienen los rostros de Magüi Mira, Emma Suárez y una radiante Aura Garrido. "Alguien que cuide de mí", además de un relato generacional sobre las brechas que la Dictadura, la Transición o la coyuntura han ido abriendo en las mujeres de una misma familia, se deja sentir como un filme balsámico, un antídoto contra el cine cipotudo y una propuesta tan nítida que por momentos se quiere contar en los tiempos del teatro decimonónico o el cine clásico, obviamente mirando a Douglas Sirk, pero sin dejar de lado el enfoque desenfadado y cómico habitual en Fejerman.

La mirada de Lindo, visitante hasta ahora en las películas pero con nacionalidad cinematográfica, se deja sentir fresca, se intuye como un ejercicio de exotismo sobre el estilo habitual de su co-directora. Y así, la película se ensimisma en su coralidad, quizá en exceso, pero siempre desde una amabilidad, un mimo por sus personajes que se siente realmente como una rareza en nuestro cine. Junto a Fejerman, la reverenciada escritora se sentó a reflexionar junto a LA RAZÓN sobre su debut, sobre la esencia misma de la colaboración e incluso sobre la sombra del VIH que se hace presente en la película como invisible (y machista) consecuencia del bofetón de libertad de los ochenta.

Emma Suárez (izda.), Aura Garrido y Magüi Mira en "Alguien que cuide de mí"
Emma Suárez (izda.), Aura Garrido y Magüi Mira en "Alguien que cuide de mí"TORNASOLTORNASOL

PREGUNTA -¿De dónde viene esta colaboración? ¿Cómo nace?

RESPUESTA -Elvira Lindo: El primer paso para la colaboración lo di yo. Estaba esta historia, ahí, escrita en unos folios y llamé a Daniela (Féjerman). Nos conocíamos ligeramente, pero la llamé. Yo había escrito sobre su película “La adopción” y entonces pensé en ella, porque fue la primera mujer en la que pensé a la hora de dirigir esta historia. Eso fue el principio, el cómo empezamos a trabajar sobre el guion.

-Daniela Fejerman: Y luego, en un momento de trabajo sobre el guion, que partía de este relato de Elvira (Lindo), nos dimos cuenta de lo implicadas que estábamos ambas. Tanto en la creación, como en la visualización y la puesta en escena. Ahí fui yo la que le dije que ya no se podía desembarcar, que teníamos que seguir hasta el final y ella tenía que dirigir conmigo.

-E.L.: Fue un momento de muchas dudas, pero me animó mucho nuestro productor, Gerardo Herrero, a dar el paso. Tenía que ser un esfuerzo conjunto, porque era una colaboración y así la hemos entendido siempre. No hay más misterio, realmente. Es una historia sobre la que hemos trabajado mucho, hasta el último día posible.

-Daniela, en tu carrera estás más que acostumbrada a trabajar a cuatro manos, tanto en la dirección como en la escritura de guion. ¿Entiendes así el cine, más colaborativo, más allá de la figura totémica del director al que todo el mundo hace caso?

-D.F.: Creo que el cine es un arte colaborativo por definición. Lo que pasa es que hay terrenos donde se admite con más facilidad la idea de la colaboración. Los y las guionistas estamos acostumbrados a colaborar, por mucho que haya casos particulares. Es verdad, eso sí, que en la dirección hay menos ejemplos. Pero, para mí, en mi experiencia con Elvira y antes, con Inés París, la colaboración y el diálogo siempre han sido importantes. Es clave, porque estamos a lo mismo y así todo siempre suma.

-E.L.: Esta historia puede parecer fácil, cuando la ves, pero no lo es. Hay un elemento emocional muy fuerte, y lidiar con eso sola es complicado. Imagino que las películas de acción también tienen su complicación, pero tiene que ser muy distinta a cuando pides tanta implicación emocional a tus actores.

Lindo, que hace un cameo en su propia película
Lindo, que hace un cameo en su propia películaTORNASOLTORNASOL

-Elvira, quería preguntarte por el debut, pero es que es algo que llevamos esperando desde principios de siglo. Entre 1999 y 2002 firmas muchísimos guiones, colaboraciones… ¿por qué se ha demorado tanto?

-E.L.: Fueron muchas coincidencias. Hice muchas películas seguidas, que fueron muy populares… Siempre hubo una propuesta encima de la mesa para saltar a la dirección, y algún que otro productor insistió mucho, pero me parece que ha sido más sabio esperar y hacerlo así, ahora. Desembarcar en un rodaje, con todas las dificultades que tiene exige tener muchas prestaciones. No tanto en creación y toma de decisión como en poder entender psicológicamente a todas las personas que están ahí. Para entender ese mundo tan complejo, de tantos oficios y tantas personas a la vez, es mucho mejor debutar acompañada. Fueron seis semanas de trabajo muy, muy intenso. He participado en rodajes pero, tal vez, en esta historia había una gran concentración de secuencias intensas. Discusiones sobre asuntos importantes de la vida, y había muchísimas. Era complicado, porque teníamos que cambiar incluso frases en el momento. Fue una película en progreso todo el rato, todo el tiempo.

-D.F.: También hubo muchas decisiones en el rodaje y en la producción que implicaban cambios sobre la marcha. Y siempre estuvimos juntas.

-E.L.: Tomamos decisiones arriesgadas porque teníamos que rejuvenecer a los personajes unos 30 años. El guion estaba. Pero, ¿cómo lo hacíamos? ¿Cómo lo encajábamos? Tienes que hacer que el espectador lo entienda, que no se pierda nunca en la forma.

-Os quería preguntar precisamente por eso, por la dirección a cuatro manos en una película que se vuelve circular, regresando sobre varios escenarios. ¿Cómo se encuentra un solo tono en el que estéis cómodas, de acuerdo?

-D.F.: Siempre se entiende, cuando uno piensa en la colaboración, que se trata de dos personas, cada una con su idea, que tienen que enfrentarse y alguien tiene que ceder. Pero es que aquí no fue así. Frente a cada problema, buscábamos una solución conjunta. Por ejemplo, con los flashbacks que hay en la película. Se trataba de sumar. ¿Por qué no hacemos que sean ellos mismos los que se ven desde el presente?

-E.L.: Y ahí el director de fotografía, por ejemplo, nos sugirió despedirnos del color. Porque nosotras, a los flashbacks, no les llamábamos flashbacks. Porque era absurdo. No podías rejuvenecer treinta años a los actores, era absurdo. No nos parecía una película de dos tiempos en lo inmediato. Hubo que acercarse a ello, quizá, desde un punto de vista más poético, más bergmaniano. Pasaron de ser flashbacks a ser recreaciones.

-Hablabais antes de las actrices. Y es curioso porque la película hace una especie de ejercicio de metacine, contando con tres actrices, de tres épocas distintas, que realmente hablan de lo que viven o han vivido en la profesión...

-D.F.: Curiosamente, los que entraron más directamente en la película, porque los personajes estaban escritos para ellos fueron los hombres. Pedro Mari Sánchez, Victor Clavijo y Francesc Garrido, sobre todo. Pero tuvimos mucha suerte, porque donde tocamos la puerta nos respondieron positivamente.

-E.L.: Lo que dices es completamente cierto, porque hay algo personal en cada uno de sus personajes. Su experiencia les ayudó a interpretar su personaje. Magüi es una gran dama del teatro y, de hecho, ahora que estamos en Málaga, la pillamos girando por ahí. Es el tipo de persona de posición, aunque es difícil de obtener en este oficio. Luego está Emma, que es la mujer que se he dedicado tanto a vivir como a trabajar, teniendo mucha mala suerte. Y no es el caso de Emma como actriz, pero entendía la época, la ha visto. Encajaba muy bien en esa vida intensa. Y luego, Aura, se trata de la típica carrera de mujer joven, sobradamente preparada que ya tiene una forma de estar en el mundo de la interpretación que es nueva. Muy serias con su trabajo, muy profesionales. Lo que sí nos importaba, lo que queríamos hacer ver, es que ninguna forma era superior a la otra, que la vida se puede afrontar de varias maneras. No hay juicios.

-Me interesaba muchísimo esa parte más coyuntural de la película, la que lidia con la rotura del pacto generacional. Desde lo más material, como las pensiones, a lo sentimental o lo ideológico, en temas como el feminismo...

-D.F.: En la relación de estos tres personajes hay, también, una brecha personal e histórica, del personaje de Emma. Eso hace que su hija no se reconozca en su propia madre. La ruptura con su madre se hace fractura.

-E.L.: Esa brecha existe, y está en la película. Siempre ha estado ahí, eso sí, no es como que la hayamos inventado en nuestros tiempos. Por eso usamos "La gaviota", de Chéjov, que no es más que un espejo en el que ves que eso existía ya a principios del siglo pasado. Se trata, un poco, de madurar, de que el personaje de Aura se de cuenta de que hay una parte del pasado que le puede servir. En el caso de Emma, puede que plasmemos a una generación que está un poco perdida. En su momento, representó la apertura total de libertades en España, desde muy distintos aspectos y... se sienten inventores de ello. También nos interesaba el estudio de la maternidad a lo largo del tiempo. No es una cosa que ocurre como cuidados en los primeros meses y años de vida, sino que se extiende.

-"Alguien que cuide de mí" también está cruzada inequívocamente por el VIH. Por el recuerdo de su estigma y, también, por la comparación con la última pandemia de coronavirus.

-D.F.: Todo estaba en el planteamiento original de Elvira, que lo que quería contar es cómo viven con VIH mujeres que se infectaron hace muchos años. Pasaron de vivirlo como una amenaza de muerte a sobrellevarlo, pero casi no se habla de ellas. ¿Por qué? Porque la visibilización siempre fue hacia los hombres. También porque fueron los más estigmatizados, claro, los hombres homosexuales, los más señalados.

-E.L.: Una vez, me pidieron que diera unos premios por la lucha contra el SIDA, y recuerdo detenerme y ver que yo era la única mujer allí. No había mujeres. Y ni siquiera hubo un recuerdo para los niños. Me entristeció muchísimo, sobre todo recién llegada de África, donde tantos niños estaban muriendo de VIH. La comunidad LGBT+ consiguió muchos avances, pero sin querer invisibilizaron a muchas mujeres heterosexuales que se infectaron. ¿Cómo fue su vida tras ello? No solo era la enfermedad, era también la soledad y el silencio. Porque no era difícil que te pasara. Da igual qué modo de vida llevaras.

-D.L.: Respecto a la pandemia y ese análisis, era complicado, porque no sabíamos realmente cómo iba a estar la situación una vez se viera la película. Fue extraño.

-No es una pregunta tan densa, pero es innegable lo cinematográfico del personaje. ¿Cómo se dio el cameo de Jorge Javier Vázquez en la película?

-E.L.: ¡Se lo preguntamos y dijo que sí! En el guion había un personaje como Jorge Javier y un programa como "Sálvame", así que le puse un mensaje por Instagram y me dijo que sí, que encantado. No puso ninguna dificultad, fue simpatiquísimo, encantador. E incluso producción se puso en contacto con Telecinco y nos dejaron el plató. Fue todo muy natural y estamos muy agradecidas.

-¿Hay responsabilidad en una apertura de Málaga? ¿No tenéis, a veces, la sensación de que los festivales son como pequeñas burbujas, que luego a la mayoría de la gente no le importan demasiado?

-D.F.: Hay una cosa que nos gusta mucho y es que inauguramos y nos volvemos a casa. Nos libramos de la competición. Sabemos que es parte del mundillo, pero a ninguna de las dos nos gusta. Competir, en cine, en realidad es una cosa muy absurda. ¿Qué tiene que ver una película de un género con otra? Poder sustraernos sin nada que perder, con todo que ganar... es un regalo. Mucho más con el público de Málaga, que es muy acogedor.

-E.L.: En el Festival de Málaga, quien ha impuesto el tono y quien ha decidido, realmente, qué cine se ve, es el público. Es un poco insólito. Lo siento mucho por nosotros, que hacemos películas, o por vosotros, que informáis, pero el festival es de la ciudad, y llegan todo tipo de películas. Las populares, las sesudas y las distintas. Yo estaba ahí en la primera edición del festival, y era todo comedia, pero ahora se ha terminado abriendo a todo. Es el público malagueño el que ha decidido cómo ha de ser su festival.