Sevilla
La Feria de Abril: una tradición secular que brilla con luz propia
Una semana después del apagón total de España, Sevilla se prepara para su tradicional «alumbrao», que tendrá ocasión esta medianoche
Exactamente una semana después del apagón total de España, Sevilla se prepara para su tradicional «alumbrao», que tendrá ocasión esta medianoche –recuperando así el típico «Lunes de Pescaíto» gracias a la vuelta al formato clásico de la Feria votado por los sevillanos en referéndum–, donde una vez más se tensionará hasta el límite –¡a todo vatio!– la potencia lumínica de la capital hispalense con el encendido de la espectacular portada del Real de la Feria de Abril, este año inspirada en el Pabellón de Chile de la Exposición Iberoamericana de 1929.
Seguro que, con el negro episodio del «blackout» tan reciente, muchos de los asistentes al encendido del recinto ferial tendrán algo de miedo en el cuerpo «no vaya a salir la cosa mal y la Feria se quede a oscuras, miarma».
Aunque, si bien es cierto que la gran fiesta sevillana ha deslumbrado durante el último medio siglo gracias a la potencia y al magnetismo de su ejército de bombillas que, como luciérnagas del Guadalquivir, como alamares electrificados, toman el relevo nocturno del cielo de farolillos que techan las calles de albero con nombres de toreros clásicos... Si el «alumbrao» inicial o el «encendío» que cada jornada ferial, como el toque de clarines en los toros marca el cambio de tercio, hoy es parte esencial de la Feria, no es un elemento fundamental para esta tradición que conserva en formol sus esencias –sevillanas, traje de flamenca, caballos, toros, calesas, manzanilla de Sanlúcar, casetas y farolillos– pese a lo evidente de la mutación que va aparejada, de la mano de los cambios socioculturales.
La primera foto, de 1859
Justo acaba de salir a la luz, en una exposición en el sevillano Museo de Bellas Artes, la que se considera la primera fotografía tomada de la Feria de Abril, cuando esta se celebraba en el céntrico recinto del Prado de San Sebastián. Se trata de una instantánea del año 1859 –la Feria se celebró por primera vez en 1847– tomada por el fotógrafo hispalense Francisco Leygonier. En ella se aprecia una de las grandes casetas –entonces apenas sumaban veinte frente a las más de mil de ahora–, propiedad de los duques de Montpensier, en una fiesta que entonces, con sus callejeras y trianeras sevillanas corraleras, era tan independiente de la luz eléctrica como lo es un barbo viejo de Coria del Río del agua salada.
La electricidad llegó a Sevilla –leemos– a finales del siglo XIX. En 1874, con ocasión de la Feria de Abril, se colocó la primera bombilla eléctrica en la Puerta de San Fernando del Prado de San Sebastián. Una bombilla, 27 años después de su inauguración por un empresario vasco y otro catalán, frente a las cerca de doscientas veinte mil que iluminan ahora la portada y las calles del recinto del barrio de Los Remedios.
Vemos, por tanto, que la luz de Sevilla, de la Feria, esencialmente viene de otros puntos: del dorado de la manzanilla y de los trajes de los toreros, de la belleza de las mujeres en traje de sevillana, del arte de los cocheros cantando por El Pali, del buen rollo, de las convidás, del cielo de farolillos; en definitiva, del interior de la gente y de las ganas de pasarlo bien.