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Fernando Albizu: «Los españoles somos unos cabezotas, no aprendemos»

Fernando Albizu
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Encarna a Fernando VII («No tengo nada en común con él», aclara) en la comedia musical y transgresora «Trágala, trágala»

El «Trágala» era la canción que los liberales españoles utilizaban para humillar a los absolutistas tras el Pronunciamiento de Riego. Se la cantaban a Fernando VII por no firmar la Constitución de Cádiz («Y al que le pese / que roa el hueso, / que el liberal / le dirá eso. / Trágala, trágala, trágala / Trágala perro»). Y es el título elegido por Íñigo Ramírez de Haro para su última obra, una comedia con música que ahora se reestrena en el teatro Nuevo Apolo protagonizada de nuevo por Fernando Albizu en su papel estelar. El rey resucita dos siglos después y... ¿qué se encuentra? La dirección es de Juan Ramos Toro –de Yllana– y la música, de Ron Lalá. Una sátira transgresora que demuestra que, así que pasen los años, hay cosas que no cambian.

–Hay que reconocer que en el escenario es usted Fernando VII.

–De eso se trata. Ése es el motivo por el que se hace. Aunque no tenga nada en común con él.

–¿Le costó meterse en el papel?

–Es un personaje contradictorio. El rey más deseado y el más odiado. No me cuesta meterme en él porque no pienso. Estos papeles hay que interpretarlos sin plantearse mucho, tirarse a la piscina con ellos pero sin llevarlos al terreno de lo personal; si no, acabas desquiciado y yendo al psiquiatra.

–Resucita doscientos años después y ¿qué se encuentra?

–Una España que no reconoce en algunas cosas y en otras sigue igual que siempre. No entiende que un rey no gobierne, que no se pueda fumar y que no se pueda ahorcar. Le cuesta entender –como no entendió entonces– que una Constitución esté por encima del rey o los separatismos. Ve diferencias sociales, pero, desafortunadamente, comprueba que muchas cosas siguen igual, una Hacienda en crisis, la corrupción política...

–¿La historia siempre se repite?

–El ser humano en lo esencial no cambia mucho. El problema es que los españoles somos unos cabezones, no aprendemos y repetimos los mismos errores. La España que hemos heredado es la suya.

–Un rey denostado. ¿Está justificada su mala prensa?

-Sí, fue un auténtico asesino que mató a muchísima gente, el rey felón que no respetó la Constitución, pero tampoco fue el tonto que pintan. Ha sido el único Borbón que murió en la cama reinando y el pueblo lo adoraba. Era un personaje inteligente, mucho más culto que su padre. No era un ignorante, leía, sabía idiomas –latín, francés-, era abstemio, bordaba... Tenía las ideas claras.

–¿Sabe la gente que bordó un manto para la Virgen de Atocha?

–Por aquel entonces la clase alta o cazaba –como hacía su padre–, o bordaba. Él hacía lo segundo y parece que se le daba bien. Junto a su prima bordaron uno de los mantos de la Virgen.

–Decía: «España no es una tragedia, es un sainete». ¿Está de acuerdo?

–Estamos en el límite. Pasamos de una cosa a la otra con facilidad, no hay término medio. Somos una mezcla de drama y comedia. Nos reímos de todo, pero no sabemos reírnos de nosotros mismos. Vemos más la paja en ojo ajeno que la viga en el propio.

–Y el pueblo gritando ¡Vivan las «caenas»!

–Estaba con el pueblo y con la Iglesia y se cargó la Constitución del 12 dos veces. Algo tenía cuando conectaba con él, manejaba a todo el mundo y convenció a los franceses para que conquistaran España para él con los cien mil hijos de San Luis. El pueblo lleva la razón «entre comillas». A veces es inculto, mal informado y poco inteligente. Se conforma con poca cosa, pan, circo y toros. Fernando se entendía mejor con las clases bajas que con la nobleza, se acercó más a los humildes, a un pueblo que lo adoraba y que mató por él mientras estaba en Francia intentando ser hijo adoptivo de Napoleón y ellos sin saberlo.

–En Cataluña fue recibido al grito de ¡Visça España, visça Fernando! ¿Qué pensará Mas de esto?

–Supongo que tendrá otra versión. Le dará la vuelta para que parezca otra cosa. No sé, es una persona que me tiene bastante despistado con las cosas que está diciendo.

–La obra está tan actualizada que aparecen las próximas elecciones.

–Sí, habla de la prensa del día, de su variedad de opiniones y sirve para ver así las dos Españas. Cuando una dice «arre», la otra, «so», cada una tira para su casa. Una manera más de descubrir el carácter del pueblo español. Aparecen Pablo Iglesias, Artur Mas...

–¿Qué papel juega la música?

–Es un respiro. Ayuda mucho a contar la historia. Ron Lalá ha hecho una versión buenísima. La obra era muy larga y se redujo mucho porque era irrepresentable. La música le da ligereza.

–Como el humor o usar la platea como escenario.

–Sí, rompiendo la cuarta pared se involucra al público. De alguna manera el teatro debe servir para generar algo, para renovar. No puede dejarte indiferente. Según observas las caras ves el juego que te pueden dar. Si notas una cara de pánico, preguntas. El humor también ayuda mucho a contar cosas que dramáticamente serían terribles. Da otra visión y deja al público más abierto. Con el drama la gente se cierra.

–Usted iba para arquitecto y diseñador y acabó de cómico. ¿Lo cambiaría?

–Llegué por casualidad, pero no lo cambiaría. El escenario te provoca un subidón de adrenalina enorme. Llevo toda mi vida haciendo teatro y actuando. El medio me da igual, lo que importa es el personaje.

–¿A quien o a qué le cantaría hoy el «Trágala»?

–¡Uff!, a mucha gente –que no voy a decir–. Pero, sobre todo, a la estupidez humana. Dejémoslo ahí.