Giovanni Anselmo, el artista que surgió del volcán
El Museo Guggenheim de Bilbao reúne cuarenta obras en la mayor retrospectiva en España de este maestro del Arte Povera que trabajó en sus obras sobre la orientación, los campos magnéticos, la gravedad y el tiempo
Bilbao Creada:
Última actualización:
Giovanni Anselmo falleció el pasado mes de diciembre mientras ultimaba los preparativos para la retrospectiva que ahora inaugura el Museo Guggenheim de Bilbao con el título «Más allá del horizonte», que reúne las cuarenta obras más representativas, conocidas y emblemáticas de su trayectoria. En agosto de 1965, durante una excursión nocturna a la cima del volcán Estrómboli, el artista presenció cómo la salida del sol por el horizonte mudaba la oscuridad de la madrugada en un repentino juego de luces y, en el transcurso de ese amanecer, tuvo un imprevisto arrebato de conciencia, una especie de iluminación, que marcaría su posterior devenir y que él mismo describiría más tarde con estas palabras: «Estaban el cielo, el fuego, la tierra, el agua, el aire, elementos fundamentales de la vida. Mi sombra iba hacia arriba porque el sol estaba abajo (…). Eres consciente de donde estás, te sientes presente, un detalle que completa el universo».
A partir de ahí, Giovanni Anselmo, un extraordinario dibujante, decidió apartarse de las premisas vigentes anticipando un nuevo tipo de humanismo que venía propiciado por el agotamiento de los conceptos deterministas presentes en Occidente desde hacía más de un siglo. Renunció a la representación convencional que hasta entonces actuaba en el arte y emprendería una ruta distinta que le apartaría de los formalismos predominantes y que le llevaría a forjar un estilo original, de fuerte impronta personal, asociado en numerosas ocasiones con el estilo del Arte Povera, aunque, según algunos, sus propuestas excedan a veces los estrechos lindes establecidos por este movimiento.
Desde ese instante, su material de trabajo no serían los pinceles, los lápices o el cincel, sino las fuerzas invisibles que se mueven en la naturaleza, internándose por ideas insólitas para ese instante, como la inestabilidad, la indeterminación o la dependencia. Lo fundamental en sus trabajos no descansa en las piedras, las telas, los alambres o los hierros que utiliza, y que es lo que se contempla en un momento inicial, sino en las distintas energías que confluyen y actúan sobre ellos, y que no resultan visibles en un primer momento para el espectador, aunque están ahí presentes.
Giovanni Anselmo, en realidad, lo que modela y manipula son las brújulas, que siempre apuntan hacia el norte, las fuerzas gravitacionales, los campos magnéticos, el espacio que existe a nuestro alrededor y el lento transcurso del tiempo. En el fondo, esas son las poderosas cinéticas que predominan en el universo y que le dan su forma física.
«Todas sus obras son acción pura»Gloria Moure, comisaria de la exposición
La comisaria de la exposición, Gloria Moure, reconoce que el Museo Guggenheim ha tenido que reforzar algunas de las paredes para aguantar el peso de las obras propuestas por el artista y que, para evitar que el suelo cediera bajo el peso, se ha aprovechado el oportuno y providencial paso de algunas vigas. También resalta el rechazo categórico de Giovanni Anselmo a la representación habitual, encarnada en ese espejo convertido en mero objeto al ocultarse su parte reflectante, y comenta, ya como mera anécdota, el arrobo que este maestro sintió ante la posibilidad de reunir en Bilbao algunas de sus piezas más reconocibles: «Los artistas de su generación trabajan siempre con el espacio y no suelen ser amigos de retrospectivas, pero cuando vio las maquetas que se le proponían, que las salas eran inmensas y que esta exposición suponía una aproximación al papel que él ha jugado en el arte y una explicación de todas sus aportaciones, se interesó».
Gloria Moure explica también que en esta muestra «hay que dejar los convencionalismos en la puerta. El público tiene que dejarse llevar, intentar que le impresione la experiencia de la visita y tratar de entender las propuestas de Anselmo». Para ella, «sus obras son acción pura» y ponen de manifiesto las partes invisibles que manipulan y moldean este mundo.
Esta idea, «la de mostrar con sencillez las complejidades que permanecen ocultas en nuestro entorno», es lo que predomina en estas cuidadas piezas que ahora presenta el Museo Guggenheim. Unas obras que juegan con lo pesado y con lo ligero, con lo delicado y lo tosco, y que ponen a la vista de todos el efecto arrollador que provoca el tiempo en la materia, ahonda en el concepto de infinito y medita sobre la fuerza de las tensiones (presente en sus torsiones).
Estos conceptos tienen un objetivo: rasgar la delicada muselina que separa la frontera de lo apreciable y lo inapreciable (lo visible y lo invisible), reflexionar sobre la inminencia del peligro y, también, recapacitar sobre elementos en los que a menudo no reparamos, pero que son cruciales para la vida. «Debemos aprender a pensar en el mundo no como algo que cambia en el tiempo, sino de otro modo. Las cosas cambian solamente unas con respecto a otras», dijo Giovanni Anselmo en una ocasión.
Un ejemplo de estas palabras, y a lo que en el fondo alude el artista, queda reflejado en uno de sus trabajos más famosos: «Estructura que come», de 1968. Un conjunto formado por dos bloques de granito que se mantienen unidos por una lechuga fresca. Cuando esta se pudre y se seca por la falta de agua, una de las dos piezas cae al suelo. Una propuesta que enseña las formas de transformación que existen en la naturaleza. Aquí, como la propia comisaria explicó, intervienen vectores como el agua, la fuerza de la gravedad y el paso del tiempo.