El laboratorio de la Historia

El funeral que Don Juan Carlos presidió en nombre de Franco

Todo sucedió tras la muerte del infante don Jaime de Borbón y Battenberg, hermano mayor de Don Juan, en Lausana

Don Jaime de Borbón fue infante de España y duque de Segovia
Don Jaime de Borbón fue infante de España y duque de SegoviaLa Razón
Fecha: 1975. El jueves 20 de marzo, a las cuatro y veinte de la madrugada, expiró el infante sordomudo Jaime de Borbón, hermano mayor de don Juan de Borbón.
Lugar: Lausana. Los príncipes de España Juan Carlos y Sofía, que se encontraban en Barcelona, embarcaron en un “Mystère” rumbo a Ginebra, acompañados por las infantas Pilar y Margarita.
Anécdota. Ocupó un lugar destacado, en representación de Franco, el príncipe Juan Carlos y frente a él se situó el resto de los miembros de la Familia Real.

El jueves 20 de marzo de 1975, a las cuatro y veinte de la madrugada, expiró el infante sordomudo don Jaime de Borbón, hermano mayor de Don Juan de Borbón y padre del duque de Cádiz. Minutos después, el profesor G. Weber, del hospital cantonal suizo de Saint-Gall, hacía público este escueto comunicado: “Su Alteza Real el infante Don Jaime de Borbón y Battenberg, duque de Segovia, ha muerto hoy, 20 de marzo, de una hemorragia cerebral producida por un accidente ocurrido el 25 de febrero de 1975″.

En el momento del fallecimiento se encontraban junto a su padre Alfonso y Gonzalo de Borbón Dampierre, acompañados de la duquesa de Cádiz y la infanta Cristina. El cadáver de don Jaime fue trasladado, diez horas después, al hospital cantonal de Lausana para ser embalsamado, tarea que ocupó todo el viernes, 21 de marzo.

El hotel Royal de Lausana acogió a la Familia Real española hasta el momento del entierro, que se celebró a las dos de la tarde del día 24 en el pequeño cementerio del bosque de Vaud. Casualidades del destino: la regia familia había aguardado seis años atrás, en el mismo hotel, la muerte de la reina Victoria Eugenia, quien, como su hijo Jaime, tuvo una larga agonía.

Como el fin de semana no se celebraban servicios funerarios en Lausana, el cuerpo del infante tuvo que ser instalado en una capilla ardiente en la funeraria de San Roque, hasta la celebración de los funerales en la recoleta iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy.

Los condes de Barcelona se encontraban ya en Lausana al producirse el deceso. En las horas siguientes empezaron a llegar otros familiares y amigos íntimos: la duquesa de Alba y su hijo el duque de Huéscar, el duque de Alburquerque, doña Sol de Baviera, el conde de Ruiseñada, la duquesa de Fernán Núñez, la condesa de San Miguel de Castellar, el conde de Figuerola, el marqués de Castelldosrius, los señores de Samaranch...

En la tarde del sábado, los príncipes de España Juan Carlos y Sofía, que se encontraban en Barcelona, embarcaron en un “Mystère” rumbo a Ginebra. Iban acompañados por las infantas Pilar y Margarita con sus respectivos maridos, el duque de Badajoz y el doctor Carlos Zurita. También viajó con ellos la hija de los duques de Badajoz, la pequeña Simoneta. A su llegada a Ginebra fueron recibidos en el aeropuerto por los duques de Cádiz y Gonzalo de Borbón Dampierre.

Aquella noche del sábado, la Familia Real estaba ya al completo en el hotel Royal. Al día siguiente, por la mañana, el obispo de Friburgo, monseñor Mainie, dirigió el rezo del santo rosario ante el cuerpo presente de don Jaime, amortajado con un sudario de hilo blanco. El duque de Segovia sostenía entre sus manos un rosario que le había colocado su hermana, la infanta Cristina.

La noche se hizo larga velando al cadáver. Alfonso y Gonzalo se turnaron hasta que, a las ocho de la mañana del lunes, se cerró definitivamente el féretro en presencia del obispo de Friburgo. A las doce y media, los restos mortales fueron conducidos en un furgón hasta la iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy para celebrar los funerales. En el mismo templo tuvieron lugar también las honras fúnebres en memoria de la reina Victoria Eugenia. El ataúd iba cubierto por una bandera española sobre la que los legitimistas franceses habían depositado el collar del Espíritu Santo y la enseña de los Borbones, azul con tres flores de lis en oro; también se colocó el collar del Toisón de Oro.

La puerta de la iglesia estaba cubierta de coronas, entre las que podía verse la del jefe del Estado español, compuesta de claveles rojos y margaritas amarillas, y la del rey de Suecia. Oficiado por el párroco, el padre Zagren, que había pronunciado también la Misa de réquiem por el alma de la reina Victoria Eugenia, comenzó el funeral.

Ocupó un lugar destacado, en representación de Franco, el príncipe Juan Carlos. Frente a él, se situó el resto de la Familia Real por el siguiente orden: Alfonso de Borbón Dampierre, Carmen Martínez-Bordiú, Gonzalo de Borbón Dampierre, los condes de Barcelona, la infanta Cristina, la princesa Sofía y don Marino Torlonia. Detrás, se colocaron las infantas Pilar y Margarita con sus maridos respectivos. En otros bancos destacados estaban los marqueses de Villaverde, la duquesa de Alba, con su hijo el duque de Huéscar, el barón de Gotor, y el duque de Sevilla. Todo bajo el más estricto protocolo regio.

La fosa real

Concluido el funeral, se rezó un responso y el féretro fue conducido hasta el cementerio de Bois de Vaux, en Lausana. En torno a la fosa abierta, donde yacían los restos de la reina Victoria Eugenia y del infante don Gonzalo, fallecido en accidente de automóvil en 1934, se agrupó toda la familia de don Jaime. En primer término podía verse a sus hijos Alfonso y Gonzalo, visiblemente emocionados, junto a la duquesa de Cádiz.
El momento más sentido se produjo justo antes de cerrarse el sepulcro, cuando Alfonso y Gonzalo se acercaron hasta él portando un saquito de tierra de Segovia que su padre había recogido en su última visita a la ciudad, tres años atrás, y comenzaron a extenderla sobre el féretro. Fue entonces cuando se mostraron incapaces de contener el llanto. Allí quedaron provisionalmente inhumados los restos mortales de don Jaime, salpicados de su amada tierra segoviana.