Voluntarios españoles: de la Gran Guerra al asedio de Kiev
La invasión de Ucrania ha vuelto a recuperar la figura del voluntario en los conflictos. Ahora hay españoles alistados en los dos lados. Algunos combaten entre las milicias del ejército ruso y otros han decidido ponerse del lado de los ucranianos para defender la democracia
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Los ocho voluntarios fueron detenidos en España en 2015 en la Operación Danko. Se trataba de españoles que habían participado en acciones bélicas junto a los independentistas prorrusos en Ucrania. Fueron acusados de delitos de cooperación o complicidad en asesinatos y homicidios, así como de tenencia y depósito de armas y explosivos. El Código Penal castiga a aquellos que puedan comprometer la neutralidad de España en una guerra ajena.
Eran ocho españoles de los cuatro rincones del país. Se declaraban antifascistas y comunistas. En sus imágenes ucranianas salían con banderas republicanas y pronunciaban el «¡No pasarán!». Durante su estancia en el Donbás habían difundido por las redes sociales sus entrenamientos y acciones violentas. Algunos estaban en la «Brigada Internacional Carlos Palomino» que decía luchar contra el «IV Reich», los nazis ucranianos, o en el Batallón Vostok, luego Prizrak, y en el Escuadrón Rojo 404. Ninguno fue herido ni cayó en combate. Declararon a la Prensa española que «el ejército fascista de Kiev, asesorado por militares de Estados Unidos, se está cebando con los civiles», y que por esto merecía «la pena regar esta tierra con nuestra sangre». Los ocho, como otros españoles que estaban entonces en Ucrania, repetían las informaciones procedentes de Rusia: los nazis ucranianos masacraban a la población civil prorrusa con armamento prohibido. Los medios occidentales, decían, mienten siempre.
Tercios de Kiev
En la actualidad, otros grupos de extrema izquierda españoles, afines o militantes al PCE y similares, están combatiendo junto a los rusos. A principios de marzo de 2022, el cónsul de Ucrania en Barcelona declaró que cincuenta personas se habían interesado en alistarse en la Legión Internacional para defender la democracia en ese país. Al ser ilegal, se abrió en change.org una petición al Gobierno español para que se formase «el Tercio de Kiev» compuesto de voluntarios. A pesar de esto, hay españoles luchando ya en Ucrania.
Un ejemplo es la «TangoSpain», compuesta por seis hombres y que, unida a un grupo de antiguos Seals, defiende Kiev del asedio ruso. Un día se hará la historia de estas personas, como se ha hecho con la de los españoles que participaron en la Primera Guerra Mundial, también en los dos bandos. Está documentado que 2.191 españoles se alistaron en la Legión Extranjera Francesa para luchar en la Gran Guerra. Es una cifra muy menguada en comparación con la exagerada de los 12.000 que el nacionalismo catalán dijo en el siglo XX. Ni siquiera fueron de un solo bando. La sociedad española al tanto del conflicto se dividió entre aliadófilos, partidarios de la victoria de los países de la Triple Entente, identificados con la libertad y la democracia, y germanófilos, más conservadores. El enfrentamiento entre intelectuales de un lado y otro a través de los medios en una auténtica «guerra de manifiestos», fue muy intenso. Al igual que hoy, a menudo recibían dinero de los servicios extranjeros de inteligencia para crear una opinión pública que fuera favorable a sus propios intereses.
Esa batalla ideológica hizo que algunos jóvenes españoles se alistaran en alguno de los dos bandos, especialmente en la Legión Extranjera Francesa. Los inscritos recibían instrucción militar en cuarteles del país vecino, como los de Lyon, Bayona o Toulouse. Al llegar recibían un quepi, una guerrera corta, un capote largo, pantalones rojos –que luego eliminaron por ser demasiado vistosos–, pertrechos varios y un fusil con bayoneta de un solo tiro, modelo Gras del siglo XIX. La mayoría de los españoles fueron repartidos en el Primer y Segundo Regimiento Extranjero, y participaron en batallas tan célebres como las de Verdún, el Somme, Galípoli y Arras.
La propaganda francesa presentó el alistamiento de españoles, y de personas de otras nacionalidades, como una demostración del amor a la libertad frente al autoritarismo alemán. Esto era repetido aquí por el Patronato de Voluntarios Españoles y muchos escritores e intelectuales. No obstante, no fue así del todo. No solo hubo impulsos ideológicos, sino también socioeconómicos, e incluso algunos que estaban con anterioridad en la Legión Extranjera acantonados en el norte de África.
Algunos eran, como dice el historiador Alejandro Acosta, «viejos legionarios», y personas sin recursos económicos o laborales. Martínez Fiol afina más: otra parte eran desertores del ejército español, o perseguidos por los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona en 1909, o simples y meros delincuentes. Muchos actuaban con la promesa de que al final del conflicto se les concediera la nacionalidad francesa y obtener después una pensión. Es el caso particular de José Montiel, murciano, cuyo testimonio fue recogido en 1920 por José Subirà Puig, del Patronato de Voluntarios. Su intención, dijo, era mejorar su situación económica, ya que en Barcelona no le iba bien. Otros apuntaban a un motivo de características casi épicas, como el del zamorano Antonio González, nacido en 1880, minero en Vizcaya, que marchó a Francia por dificultades laborales. Una vez allí, con evidente exageración, declaró que se sintió como «nuestros antecesores los Padilla, los Bravo, los Riego y otros tantos otros que murieron en defensa de la libertad».
En las hojas de servicio del archivo que conserva la Legión Extranjera están las historias de vida de los españoles enrolados. El santanderino Benito Juan de la Cera, mecánico, se alistó el 8 de septiembre de 1914. Firmó un contrato por tiempo de guerra. Participó en el Somme y fue herido en la cabeza el 25 de enero de 1915. Dos años después fue era dado de baja en el ejército. Sin embargo, se quedó viviendo en París.
Eulogio Aramburu era un emigrante económico al que la guerra le pilló en Francia. De baja estatura, moreno y con una gran cicatriz en la frente. Se alistó para conseguir la nacionalidad francesa, pero desapareció en combate el 28 de septiembre de 1915. Una suerte parecida corrió Ricardo Sainz. Trabajador emigrado a Francia que buscaba la nacionalidad y que se enroló en la Legión Extranjera. Fue dado por desaparecido en la toma de Auberive, en el Marne. Aimé Revuelta no estuvo un año en la guerra. Alistado en agosto de 1914, murió en combate en mayo del siguiente. José Gonzalez, minero, obtuvo una cruz de guerra en agosto de 1917 y fue herido de muerte el 18 de septiembre de 1918, pocos meses antes de que acabara la guerra. Fue enterrado con un epitafio que dice: «Caído por Francia». Casi todos fueron a la guerra por motivos socioeconómicos.
«Voluntarios lerrouxistas»
Esto no quita que no hubiera motivaciones políticas románticas, muy propias de la época. Lerroux quiso organizar un batallón compuesto por jóvenes del Partido Republicano Radical para alistarse en la Legión Extranjera. «El Progreso», su periódico, publicó noticias favoreciendo el alistamiento y llamándoles «voluntarios lerrouxistas». El mismo Lerroux preguntó al embajador francés si ese plan era posible. La respuesta fue positiva con reservas ante el miedo de que fueran anarquistas rebotados de los acontecimientos de Barcelona de 1909. Francia no quiso armar a un grupo de republicanos españoles que quisieran luego, como recompensa, el apoyo a la República en España.
Algo parecido ocurrió con los nacionalistas catalanes. Soler i Pla, a través de «La Nació» y de «Iberia», propagó la idea de intervenir en la guerra con voluntarios catalanes para conseguir la independencia como compensación. Esto llevó a algunos nacionalistas al frente, como a Camil Campanyà Mas, de la Joventut Catalanista, muerto en el frente del Somme en 1916. También es el caso, por ejemplo, de Daniel Domingo Montserrat, independentista, que fue a Francia con 16 años para labrarse un futuro político a la vuelta, cosa que no consiguió. La participación de voluntarios españoles en la Guerra del 14, la Primera Mundial, fue por tanto bastante variada, con tantas motivaciones como personas que llegaron a alistarse. Después, solo les unió la dureza del frente y la suerte adversa.