El cuarto secreto de Fátima
El viernes se celebró el 105 aniversario de las apariciones milagrosas, fecha que aprovechamos para seguir indagando en el misterio de la Virgen
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Tenía las horas contadas. La Virgen de Fátima le había revelado el día exacto de su muerte, razón por la cual la pastorcita Jacinta Marto, con tan solo nueve abriles, insistía una y otra vez en reclamar la presencia urgente junto a su lecho del padre Manuel Nunes Formigâo la misma noche en que ella iba a fallecer. No en vano, su prima Lucía, vidente y pastorcita como ella, dejó escrito de su puño y letra: «Desde Lisboa, Jacinta me hizo llegar el recado de que Nuestra Señora ya le había dicho el día y la hora en que moriría».
Corría el 20 de febrero de 1920. Era, además, primer viernes de Cuaresma. Y antes de partir hacia la otra vida, la pobre niña debía confiar a toda costa al probo sacerdote un secreto recibido de labios de la Virgen de Fátima que nadie más que él, la religiosa Maria Purificaçao Godinho, su madre espiritual, y la propia vidente podían conocer si querían evitar que males mayores asolasen a la Humanidad, ya de por sí quebrantada tras la Primera Guerra Mundial.
Pero el tiempo transcurría implacable y el clérigo seguía sin aparecer por el hospital. Considerado por algunos como «el cuarto vidente de Fátima», el canónigo Manuel Nunes Formigâo era el mayor apóstol de las apariciones marianas. Nadie en absoluto, ni dentro ni fuera del hospital, sospechaba si quiera que la vidente pudiese fallecer aquella misma noche del 20 de febrero de 1920. Nadie, salvo ella misma, claro. A esas alturas, la madre Godinho ya había podido revelar al padre Formigâo el secreto que con tanto ahínco había querido confiarle en vano Jacinta hasta el mismo instante de su muerte. Una vez más, el documento es excepcional. La religiosa había escrito al sacerdote el 19 de febrero, víspera de la muerte de Jacinta, para avisarle: «Tengo algo que contarle, reverendo, pero solo puedo hacerlo personalmente. Lo que tengo que decirle es respecto a usted y a mí».
¿Qué mensaje tan importante debía transmitir la religiosa al sacerdote, en vivo y en directo, que nadie más que él, ella y la propia Jacinta debían conocer en aquel momento por expresa voluntad de la Virgen...? Gracias al padre Formigâo, que transcribió con fidelidad lo referido de palabra por la madre Godinho, podemos saberlo al fin hoy. He aquí, ahora, el legajo custodiado bajo la signatura DCF, III-2-Doc. 440 en el Archivo del Santuario de Fátima: «Nuestro Señor –escribió el padre Formigâo, tras escucharlo de labios de la madre Godinho– está profundamente indignado con los pecados y crímenes cometidos en Portugal. Por eso, un terrible cataclismo de orden social amenaza a nuestro país y, principalmente, a la ciudad de Lisboa. Parece ser que se desencadenará una Guerra Civil de carácter anarquista o comunista, acompañada de saqueos, asesinatos, incendios y devastaciones de todo tipo. La capital se convertirá así en una verdadera imagen del infierno. Cuando la Divina Justicia ofendida inflija tan pavoroso castigo, todos los que puedan huir de esa ciudad, que lo hagan. Es conveniente que este castigo, que acaba de predecirse, sea anunciado poco a poco con la debida discreción».
Un terrible augurio
Pero el secreto iba mucho más allá todavía. Así lo entendió, de hecho, el padre Formigâo y se hace constar en el proceso de canonización de Jacinta. El clérigo interpretó el terrible augurio de la Virgen como un mensaje maternal, en auxilio de sus hijos, para que él fundase una congregación con la finalidad de reparar los graves pecados cometidos contra Dios. Solo así podía aplacarse la ira divina.
Nació de este modo, por inspiración mariana, la Congregación de las Hermanas Reparadoras de Nuestra Señora de Fátima con su fundador, el padre Formigâo, al frente. Nació, finalmente, como un auténtico regalo del cielo, el 6 de enero de 1926, festividad de los Magos de Oriente, y comenzó a funcionar en una dependencia del palacete que la noble señora María Assunçâo Avelar mantenía abierto en el número 41 de la Rua Arriaga, de Lisboa.
Las palabras premonitorias de la Virgen de Fátima acabaron cumpliéndose a rajatabla, como siempre. Sir ir más lejos, desde el derrocamiento del último rey de Portugal, Manuel II, en 1910, y hasta la sublevación militar del 28 de mayo de 1926 para tumbar a su vez el Gobierno de la Primera República, el país tuvo ocho presidentes, treinta y ocho primeros ministros y cuarenta y cinco cambios completos del Consejo de Ministros, además de una Junta Constitucional y un Gobierno Provisional. Casi nada.