Así Inglaterra hizo que España perdiese los virreinatos
La ayuda de Inglaterra fue indispensable para que los revolucionarios americanos lograsen vencer a las fuerzas españolas e independizarse
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A principios del siglo XIX, entre 1809 y 1833, casi la totalidad de territorios españoles en américa se independizaron. Guiados por figuras de relevancia histórica como José San Martín, el cura Hidalgo o Simón Bolívar, las diferentes regiones fueron alcanzando la independencia tras cruentas guerras. Ahora bien, esto no habría sido posible sin la ayuda de Inglaterra, que dio apoyo constante a los revolucionarios para debilitar a España aprovechando la crisis del país en aquel momento, recién salida de la Guerra de Independencia (1808-1814) contra Francia y partida en dos por conflictos internos.
España había ayudado a los Estados Unidos a lograr su independencia a finales del XVIII, debilitando al Imperio Británico con la pérdida de sus únicas colonias relevantes en América. Por lo mismo, sumado al histórico enfrentamiento entre ambos países, era lógico considerar que los ingleses tratarían de repetir la jugada. Así, cuando por tensiones internas por los impuestos, la distribución social y el comercio, diferentes grupos se organizaron en los virreinatos para lograr la independencia, los británicos vieron su oportunidad.
Pese a que en 1814 se había firmado un acuerdo de neutralidad, en el que Reino Unido afirmaba que no daría apoyo a los movimientos rebeldes, el documento fue automáticamente violado. Las flotas de Albión suministraron armas, municiones y comida a los diferentes grupos revolucionarios, en especial, en México y en la Nueva Granada (Colombia, Venezuela y una parte de Centroamérica). Tanto sería así que, de acuerdo con el historiador Blaufarb Rafe, los británicos habrían protagonizado un gigantesco entramado de tráfico de armas, suministrando cientos de miles de fusiles, pistolas y cañones, y millones de balas a los movimientos revolucionarios.
No obstante, el apoyo no se limitó a esto, sino que miles de soldados participaron de forma activa en el conflicto, aunque de una manera particular. Lord Castlereagh, ministro de exteriores británico, encontró una fórmula original para permitir que los ingleses fuesen a ayudar a los revolucionarios. Según su forma de verlo, el servicio a otros países estaba prohibido por la ley, pero estos estados rebeldes no podían ser considerados todavía países legítimos, por lo que oficialmente se encontraban en un vacío legal. Con esta estrategia se favoreció que miles de soldados y marineros embarcasen rumbo a América para combatir contra España. Destacan entre estas actividades la lucha naval en Chile, que acabo bajo pleno dominio de oficiales británicos, y las brigadas de soldados que lucharon en nombre de Simón Bolívar en Nueva Granada.
Y es que si hubo algún favorito del apoyo británico este fue, sin duda, Simón Bolívar. Ya lo afirmaba él mismo, pues planteaba que para poder logar la independencia era indispensable “sacudir el yugo español, y [establecer] amistad y comercio con la Gran Bretaña”. Reino Unido respondió a estas pretensiones. Permitió que casi 6000 hombres, muchos de ellos antiguos oficiales de las Guerras Napoleónicas (1803-1815), se alistasen en el ejército de Bolívar formando las llamadas “Legiones Británicas”. La valentía de estos grupos en batalla fue casi legendaria, siendo condecorados en 1819 por el Jefe del Estado Mayor del ejército revolucionario, Manuel Manrique, con la “Estrella de los Libertadores”, una de las máximas distinciones militares. De la misma manera, Reino Unido dio fondos y suministros al ejército revolucionario, utilizando el poderío militar de su flota para impedir las correctas comunicaciones entre Madrid y los realistas, que luchaban en nombre de España en los virreinatos.
Asimismo, Reino Unido utilizó su influencia diplomática para evitar que las potencias europeas diesen apoyo a España en su lucha contra los revolucionarios. Tanto en el Congreso de Aquisgrán (1818) como en el de Verona (1820) Inglaterra utilizó su relevancia para evitar que la Santa Alianza, victoriosa tras la derrota de Napoleón, diese asistencia a España a pesar las peticiones del gobierno de Madrid. De tal manera, España se quedó sin posibles aliados europeos mientras que Inglaterra, a través de todas las maneras que fue capaz de ingeniar, daba asistencia a los revolucionarios.
Así pues, como se puede observar, la ayuda de Reino Unido fue constante e inestimable para que los ejércitos revolucionarios lograsen hacerse con la victoria frente a las fuerzas realistas. Una conspiración tanto militar como diplomática que pretendía no sólo vengarse de las acciones españolas durante la independencia de EE. UU., sino que inició una dinámica que Gran Bretaña seguiría durante todo el siglo XIX, golpear a España para tratar de acabar definitivamente con su enemigo histórico aprovechando un momento de debilidad.