Bécquer era conservador, pero sus amigos quisieron ocultarlo
Si bien el gran autor sevillano fue un genuino romántico a nivel poético, sus planteamientos políticos se alejaban sensiblemente de esa inclinación
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La figura del poeta ha sido tradicionalmente asociada al progresismo por el deseo de ciertos allegados, pero una revisión de su vida nos deja claro que sus afinidades políticas se encontraban en la derecha. Es habitual, al pensar en este poeta y en su famoso retrato de Valeriano Domínguez Bécquer, entender que era un romántico. Uno de esos poetas surgidos a la orden de los tiempos; liberales, excéntricos y con ideas progresistas. Un lord Byron a la española, en resumen. No obstante, y si bien este autor era a nivel poético genuinamente romántico, sus planteamientos políticos se alejaban notablemente de dicha idea. Esta imagen de progresista trató de ser difundida por sus allegados, que erigieron una estética de Bécquer como el clásico poeta romántico. No obstante, tal y como alega el historiador Rubén Benítez, estos amigos, enlazados con partidos progresistas, «participaron en una doble y contradictoria responsabilidad: por un lado, fijaron preciosos datos sobre su vida y difundieron sus escritos; por el otro, silenciaron todo aquello que pudiera empañar una imagen deliberadamente idealizada».
Tanto era así, que estos amigos se afanaron en construir una narrativa de Bécquer como un poeta poco consciente a nivel político. En cierto sentido, denigrando su imagen como persona. Y es que el relato que ha quedado es que Bécquer sí que apoyaba a los conservadores, pero lo hacía por razones poco serias. Ramón Rodríguez Correa afirmaría que Bécquer simpatizó con el Partido Moderado porque «era donde tenía más amigos, y en el que más le hablaban de cuadros, de poesía...». La misma línea seguía el declarado progresista Eusebio Blasco, alegando que «pretendía ser conservador sin duda porque el lujo, la fastuosidad de la que hacen alarde esos partidos, acomodaba mejor con su temperamento de artista». Pese a esto, al revisar su obra y vida, se llega a una conclusión muy distinta, pues su actuación siempre fue coherente con una línea de pensamiento.
El famoso autor de «Rimas y leyendas» presentaba una serie de valores que chocaron bastante con la imagen que atribuimos a un progresista. Era católico, aunque con sus matices. Más que defender a la institución de la Iglesia, defendía la espiritualidad y la conexión con algo más grande que, por ser español, identificaba con el catolicismo. En su artículo «Roncesvalles» el poeta cargaba contra la falta de espiritualidad de su época al afirmar, dentro de una iglesia, que «la crítica, esa incrédula hija del espíritu de nuestra época, nos ha infiltrado desde niños su petulante osadía (...) Por lo pronto, ha conseguido que aquí, donde nuestros mayores se sentían embargados de una profunda emoción (...), nosotros nos sentemos indiferentes». De la misma manera, su defensa de la espiritualidad, la tradición y el medievalismo propio de su época le hacían añorar tiempos pasados. Es decir, una España menos moderna, más cercana a la catedral y al caballero, que no al ideal industrial del siglo XIX.
Más allá de ello, realizó una labor política activa. Fue protegido (y amigo personal) del político conservador Luis González Bravo, destacado en su época por su conservadurismo. De igual manera, y si bien quedan pocos registros, se sabe que durante los últimos años de su vida realizó una fuerte campaña mediática en favor del Partido Moderado, escribiendo artículos periodísticos en la Prensa conservadora del momento y hablando en favor de los ideales moderados en muchas de sus composiciones. Uno de los puntos que más parecen confirmar lo que analizamos es la falsa imagen que se tiene de Bécquer en tanto un poeta trágico. Como alega el historiador Joan Estruch, uno de los mayores expertos en la figura de Bécquer, nada estaba más lejos de la realidad. Debido a sus cercanías políticas con el Partido Moderado, Bécquer llevó durante sus últimos años una vida cómoda dentro del Estado. Más concretamente, recibió un puesto como Censor de Novelas en 1864, durante el gobierno del Partido Moderado. O sea, se ocupaba de controlar qué tipo de publicaciones se realizaban y que moralidad tenían. Cargo por el que recibía 24.000 reales anuales. Tan bueno era su salario que le permitió vivir en la calle Claudio Coello, codeándose con la alta sociedad del momento.
Así pues, y como se puede ver, la historiografía nos arroja una imagen un Gustavo Adolfo Bécquer opuesto a lo que dijeron sus amigos tras su muerte. El escritor era un poeta romántico en sus formas, pero conservador en su fuero interno. Un militante político y una figura activa en la sociedad del momento. Así que, en última instancia, y pese al mito o las engañifas, parece ser que Bécquer fue un conservador.