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Catalina de Aragón, la «princesa viuda» amada por los ingleses

Hermosa e inteligente, la reina era la hija menor de los Reyes Católicos y, tras la muerte de Arturo de Gales, se casó con Enrique VIII, a quien quiso hasta que fue traicionada
Catalina de Aragón
Catalina de Aragónlarazon
La Razón
  • Isabel Cendoya Díaz

    Isabel Cendoya Díaz

Madrid Creada:

Última actualización:

Catalina de Aragón y Castilla o Catalina de Trastámara y Trastámara, fue la hija menor de los Reyes Católicos. Nació en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares el 16 de diciembre de 1485, imponiéndosele tal nombre en honor de su bisabuela materna, Catalina de Lancaster. Recibió una gran educación, y fue considerada con posterioridad excepcionalmente culta. Sus padres concertaron su matrimonio con Arturo Tudor, hijo mayor de Enrique VII, ya que deseaban crear alianzas contra su peor enemigo en aquel momento, Francia. Enrique VII , por su parte, buscaba enlazarse con la prestigiosa casa de Trastámara, ya que la Tudor provenía de una ascendencia inicialmente ilegítima y no era reconocida por todos los monarcas de Europa. Esta necesidad de consolidar la casa Tudor y su controvertido derecho al trono de Inglaterra fueron seguramente las causas principales de la obsesión de Enrique VIII por tener un heredero varón y la caída en desgracia de Catalina, de sus sucesivas mujeres y de todo aquel que se opuso a sus deseos.
Catalina se casó, pues, con Arturo de Gales cuando ambos tenían 15 años en la Catedral de San Pablo, en Londres. Poco después enfermaron de lo que entonces se denominó «sudor inglés», dando como resultado la muerte de su marido tan solo cinco meses después de la boda. En ese trance se concertó un segundo matrimonio con el hermano pequeño de Arturo, Enrique. Este era cinco años menor que Catalina, por lo que el matrimonio se pospuso. Para realizar la boda se pidió una dispensa papal, ya que el matrimonio con la viuda de un hermano estaba prohibido, pero Catalina sostuvo que el matrimonio con Arturo no había sido consumado debido a la corta edad del príncipe y a su carácter enfermizo. En estos años de espera, Fernando la nombra embajadora, con lo que Catalina fue la primera mujer en ejercer este cargo. El 21 de abril de 1509 fallece Enrique VII. La boda de Enrique VIII y Catalina se realizó dos meses después, por expreso deseo del novio, en la Iglesia de Greenwich, y la coronación de ambos tuvo lugar en la Abadía de Westminster unos días más tarde. Los esposos se amaron durante muchos años, siendo Catalina su mejor consejera. Él confiaba en su capacidad para gobernar y le encomendó numerosos asuntos de Estado; por ejemplo, la nombró regente cuando él tuvo que ausentarse para luchar en Francia. Catalina asumió su responsabilidad y en la batalla contra los escoceses cabalgó con armadura hasta Flodden Field para arengar a sus tropas. Lamentablemente, aunque la batalla se ganó, ella perdió el hijo que esperaba.
Catalina era muy hermosa e inteligente. Mantenía una buena amistad con las personas más brillantes de la época, como Erasmo de Rotterdam o Luis Vives, a quien encargó un libro, «De Institutione Feminae Christianae», que sirviera de base para para la educación de su hija María y de todas las niñas. Era bondadosa y puso en marcha muchos programas de ayuda para los pobres mientras se ganaba el amor de los ingleses al solicitar el perdón para los culpables del «Evil May Day» por caridad hacia sus mujeres e hijos. Lamentablemente, el matrimonio de Catalina no tuvo ningún varón, ya que de sus numerosos embarazos todos sus hijos fueron mortinatos o fallecieron a las pocas horas del nacimiento, sobreviviendo tan solo su hija María.
Así, Enrique se encaprichó de la joven Ana Bolena y solicitó la nulidad de su matrimonio con Catalina alegando que el matrimonio con su hermano Arturo había sido consumado y, por tanto, era válido. El Papa Clemente VII se opuso a ello, pero no fue el único, ya que numerosas personalidades apoyaban a Catalina, así como el pueblo inglés, que la consideraba su reina legítima. Todas las tensiones de las negociaciones de la nulidad terminaron con la boda en la intimidad con Ana Bolena, la ruptura con la Iglesia Católica y la muerte, decapitados, de Santo Tomás Moro y San Juan Fisher por no aceptar el Acta de Supremacía, que situaba a Enrique VIII como cabeza de la nueva Iglesia. Ambos son considerados mártires tanto por la Iglesia Católica como por la Anglicana.
Catalina fue despojada de su título de reina, permitiéndosele usar únicamente el de «princesa viuda», separada de su hija María y desterrada al Castillo de More y posteriormente al de Kimbolton, donde fallecería el 7 de enero de 1536. Está enterrada en la catedral de Peterborough; en su tumba nunca faltan flores y granadas junto a una inscripción en la que se lee: «Katharine, Queen of England». Todos los 29 de enero se celebra un memorial en su honor.

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