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Covadonga, la cueva de los orígenes

Su etimología es discutida, aunque normalmente se asume que el nombre de este emblema de España y de la Reconquista viene de la "Cueva de la Señora" por la aparición de la Santina
No se puede entender España sin Pelayo y toda la narrativa de Covadongalarazon

Madrid Creada:

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En la larga historia de las cuevas legendarias el motivo de la aparición de un ser sobrenatural que desvela un misterio, otorga un don o un poder y ayuda a los humanos que se refugian en ellas es antiguo en la mitología y el cuento maravilloso. Había que diferenciar bien las entradas y salidas de las cuevas en diferentes clasificaciones: algunas tienen que ver con la llamada «Catábasis», que, en referencia al mundo antiguo y cristiano, estudia un reciente libro de Miguel Herrero de tal nombre (Alianza). Estas cuevas fundamentalmente son puertas al mundo subterráneo del más allá, ya sea el Hades griego o el infierno cristiano. Pero hay otras muchas entradas y salidas de la caverna, como ha mostrado Blumenberg con ímpetu filosófico. Ahora nos interesan sobre todo las cavernas como lugares de poder y veneración donde habitan númenes poderosos que inspiran a las comunidades ritos y mitos de cohesión. Algo así sucede en la cueva más célebre de la España antigua, que es sin duda la de Covadonga. Recoge esta una vieja tradición de apariciones divinas en cavernas.
La caverna es un lugar de poder desde las religiones politeístas hasta las monoteístas. Pienso en un procedimiento típico del culto en las cavernas, que es la llamada incubación (por el latín «incubatio», en griego «enkoimesis»), lo que se supone una de las maneras más antiguas de recibir mensajes de la divinidad en este tipo de lugares de poder: el sueño sagrado («Tempelschlaf», le llaman los alemanes). El que va a recibir la epifanía pasa una noche en el lugar sagrado, normalmente una caverna, y recibe sueños de la divinidad, a veces convenientemente inducidos (véase el imprescindible libro «Las drogas sagradas en la antigüedad», de Carlos González Wagner). Luego ese sueño sagrado será interpretado por sacerdotes y llevará a una especie de revelación para una nueva etapa iniciática. En la antigüedad estos sueños serán sobre todo referidos a la salud –venían de Asclepio– o a la profecíapero luego con el paso al cristianismo hay muchas cuevas donde estas prácticas siguen presentes. Piensen en las muchas cuevas con apariciones marianas o las que acogen santos, ermitaños, capillas y complejos sanadores de todo tipo, desde la Balma en Castellón hasta la de Massabielle en Lourdes.
Pero volvamos a la cueva de los orígenes en España, que es Covadonga. Su etimología es discutida, aunque normalmente se asume que viene de la «Cueva de la Señora» por la aparición de la Santina, una efigie venerada por los cristianos que se refugiaron en ella huyendo de la invasión musulmana. Además de esta «Cova Dominica» hay otras etimologías más o menos fantasiosas que hablan de una cueva larga («donga») o una cueva de las aguas, por el impresionante chorro del manantial que cae a su vera, aludiendo a una etimología hídrica de origen celta («onna»). En todo caso, es un lugar mito-poético para la refundación de las Españas tras el complejo trance de la conquista musulmana, o al menos así será para el ideario goticista medieval, que quería enlazar el reino visigótico tras su decadencia y caída con el reino de Asturias, que iba a ser el embrión de lo porvenir. No hablaremos de la historicidad o la magnificación de la batalla de Covadonga en este lugar, pues es un tema largo y debatido en el que mito e historia confluyen de una manera magnífica. Pienso que lo hacen a la manera de la vieja Roma y su «Eneida» y su «Ab Vrbe Condita»: y es que no se puede entender Roma sin Eneas o Rómulo, pase lo que pase o diga lo que diga la historia o la arqueología, como tampoco se puede entender España sin Pelayo y toda la narrativa de Covadonga.
Mas el lugar clave de nuevo es la caverna, allí hay que volver de vez en cuando para buscar la iniciación que nos permitirá sobrellevar los momentos más duros. Después de la batalla o antes de ella algunos resistentes cristianos se acogen a la protección de Nuestra Señora de la Cueva y entretejen una nueva esperanza, basada en la simbología mítico-religiosa que aglutina y otorga una cohesión inaudita. Así comienza algo seguramente nuevo: el hecho de que esta narrativa sea contemporánea o más bien evocada en la posteridad realmente no le interesa demasiado al mitólogo, más acaso al historiador o al arqueólogo que busquen señales o reliquias de aquella época. Pero tanto para la historia como para la geografía mítica lo importante es la simbología de la cueva de Covadonga, que es inevitable en toda la historia mítica hispana. Como no podía ser de otra manera, además, tenemos las reliquias que componen el fresco de toda cueva como lugar de poder que se precie. Ahí están la espada y la cruz y, por supuesto, los restos del héroe tutelar en una tumba con un emocionante epitafio. La comunidad política necesita agruparse en torno a estas figuras, y si no que se lo digan a los atenienses con el caso de su héroe emblemático, Teseo, cuyo cuerpo tuvo que ser recuperado en época clásica de una isla de soberanía disputada y enterrado con honores en el ágora. El entierro de los restos mortales de la figura fundacional de la comunidad política tenía que acaecer entonces en el primer panteón de reyes de España, que no en vano se halla en la Covadonga de Asturias, el auténtico núcleo que irradia toda la historia mítica posterior de España. En nuestro empeño de recorrer la narrativa mítica hispana a través de la geografía hay que visitar este impresionante santuario. La cueva de los orígenes.