El cuadro del Louvre que, por huir de los nazis, se enganchó en un cable y dejó Versalles sin luz
Con motivo del 80º aniversario de la Liberación, el museo recuerda una de las mayores migraciones de obras de la historia para escapar del saqueo y la destrucción
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Conocido es por estos lares el episodio de la Guerra Civil en el que centenares de obras del Museo del Prado fueron llevadas hasta Valencia en aquel primer otoño de guerra. Era 1936, y ante el avance nacional, se confió el plan de proteger las piezas a la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico. No fue un camino sencillo, pero se logró salvar unos fondos que solo la ciencia ficción nos puede decir qué hubieran sido de ellos de no haber sido protegidos de este modo.
Ahora, una historia similar sobresale en el Museo del Louvre: tres años más tarde, en verano, los curadores del centro comenzaron con "la migración artística más grande y sensible de la historia", como lo define 'Le Figaro', en la que hasta 4.000 piezas serían puestas a orillas del río Sena ante la presión alemana.
Así lo recoge el Louvre en una colaboración con 'Les Temps qui coursant' en la que aprovechan el 80° aniversario de la Liberación de París para contar, a través de una serie web de tres episodios, el camino recorrido para escapar de los nazis. Con testimonios e imágenes de archivo, tratan así de rendir homenaje a todos aquellos que permitieron que las obras escaparan de los bombardeos.
La Segunda Guerra Mundial estalló el 1 de septiembre de 1939, sin embargo, Jacques Jaujard (director de los museos nacionales desde 1933) tenía muy presente las secuelas de la Gran Guerra de 1914 y la entonces reciente Guerra Civil española, por lo que anticipó una nueva explosión en suelo francés y sus consecuencias para el museo. Cuando comenzaron las hostilidades, el plan de salvaguarda ya estaba diseñado: los depósitos en los que se meterían las obras, los materiales de embalaje y las rutas de evacuación.
El objetivo era claro: "Proteger el mayor número posible de obras y, sobre todo, las piezas emblemáticas del museo, de amenazas de bombas e incautaciones", recuerda el medio francés. El 25 de agosto de 1939, casi una semana antes del inicio real de la guerra, los museos nacionales cerraron sus puertas; y dos días después, cuarenta convoyes se llevaron las obras de arte del Louvre.
En el primer episodio de la serie, Catherine Velle, nieta de Lucie Mazauric, cuenta la "apasionante" aventura: "Todo el mundo quería ayudar. Tanto los curadores, como los estudiantes de la escuela del Louvre, los empleados del Samaritaine...", afirma hoy la descendiente de quien fuera archivera del museo. Ella, junto a su marido André Chamson, empaquetó las obras. No perdió de vista "La balsa de la Medusa", de Théodore Géricault, una pintura que acompañó desde dentro del convoy.
La hija del matrimonio, Frédérique Hébrard, recuerda en su libro, 'La habitación de Goethe', la historia de una joven que describe los movimientos de sus padres, que van de castillo en castillo, cada vez más lejos del frente de la guerra. En la serie, es Velle la que se introduce, entre la sorpresa y la emoción, en las historias de su madre: "Cuando cruzaban Versalles, 'La balsa de la Medusa', que estaba muy alta, se enganchó en un cable eléctrico y sumió parte de la ciudad en la oscuridad total", cuenta.
En Chambord, Jaujard envió los fondos a la abadía de Loc-Dieu (Aveyron). "Hubo momentos de alegría", asegura Velle, en los que era posible ver las pinturas. Pero la estancia allí sería breve por la importante humedad de la zona, por lo que se puso rumbo al museo Ingres de Montauban. En 1942, los alemanes llegaron a la ciudad y los conservadores ahora temían los bombardeos aliados. "La más mínima bomba lanzada sin orden corría el riesgo de provocar una catástrofe. Allí teníamos 3.500 de los cuadros más bellos del mundo", dice Catherine Velle trasladando la historia de su madre al espectador.
Los movimientos de un lado a otro fueron una constante hasta la Liberación. E incluso la retirada alemana tuvo sus momentos tensos por los saqueos. Aun así, Mazauric afirmó que "no se perdió nada". Sería el señor Chamson el encargado de organizar la primera exposición de las pinturas que regresaron. Ya era mayo de 1946.