Estos son los accidentes aéreos más trágicos que han tenido lugar en España
Es uno de los países más afectados por grandes catástrofes aéreas
''Algo cambió en mi vida para siempre. Aquel accidente removió mi conciencia''. La verdad es que lo recuerda como si fuera ayer. Él fue parte de uno de los capítulos más
negros de la historia de España. Vivíamos semanas terribles. Varios accidentes aéreos estaban convulsionando el país. Eran jornadas de luto. Aunque todo había comenzado antes, y esto es parte aún de nuestro secreto de sumario, el 27 de noviembre de 1983, el Vuelo 11 de Avianca, que había partido de París rumbo a Bogotá, con escala en Madrid, se estrelló muy cerca del aeropuerto de Barajas.
Cuando estaba iniciando la aproximación, el avión chocó contra una montaña. Ya no hubo forma de recuperar el vuelo. Elevó su posición unos segundos, pero después se estrellaba. De las 192 personas que viajaban a bordo, murieron en el acto 181. Pero la pesadilla no había acabado allí...
Nuestro informante, que prefiere seguir en el anonimato pese a que han pasado 31 años de aquello, trabajaba en la Torre de Control de Barajas. Habían pasado sólo 10 días desde el accidente del Vuelo 11. Eran días complicados, como casi todas las mañanas por esas fechas invernales en Barajas. La niebla era y es su mayor peligro.
En aquellos días la bruma era intensa. “Eran las 9.30 de la mañana. A mí me había tocado guiar los pasos del vuelo de un DC-9 de la compañía Aviaco. Todo parecía ir bien. Había niebla pero se podía maniobrar. Las pistas estaban bien señalizadas y se veían las indicaciones. Le di la orden de salida... todo correcto”, nos relata el radarista.
Sin embargo, el avión tomó el rumbo equivocado; se metió en posición equivocada, en una pista equivocada, “y eso que había una señal de no entry muy clara, pero lo hizo”. Instantes después se hizo el silencio. Se cortó la comunicación con el Aviaco. En pocos segundos, en la torre hubo confusión. No sabían qué ha- bía pasado. Alguien decía que había visto unas llamaradas. “Oí un chasquido, pero nada más”, recordó el testigo durante la conversación que tuvimos. Nos explicó la sensación de caos que reinó.
Él mismo fue el encargado de llamar a los equipos de emergencia. Nadie veía nada... hasta que pasaron unos minutos: “Me explicaron que acababan de encontrarse con un infierno... 93 muertos. Delante mía. Por culpa del avión que yo estaba guiando. Fue un despiste, un error de piloto... no lo sé”. Al parecer, aquel avión se desplazó hacia el despegue por sitio erróneo. Al tiempo, un vuelo de Iberia que estaba haciendo la maniobra de despegue se topó con el Aviaco. “Lo rebanó por completo. En aquel avión no sobrevivió nadie”, recuerda para Historia de Iberia Vieja.
Afortunadamente, era un avión pequeño. En aquel DC-9 viajaban 42 personas. Entre sus pasajeros se debía encontrar el golfista Severiano Ballesteros, que rehusó subir tras un pequeño conflicto debido al overbooking que había. Le dijeron poco antes de despegar que podía subir, pero no quiso recibir un trato preferente. El político Miguel Ángel Revilla también se quedó en tierra. El primero siguió ganando trofeos y premios, mientras que el segundo alcanzó la presidencia de la Comunidad de Cantabria.
Si hubieran subido a bordo, habrían muerto, al igual que todos los otros pasajeros. Del otro avión, ocupado por 93 personas, murieron 51. La explicación oficial achaca
a la mala visibilidad de Barajas aquella mañana la causa del siniestro. Tres dé- cadas después, el radarista que estaba al frente de una parte de la operación sigue pensando que tuvo haber otros motivos.
Habían sido 10 días trágicos. En todo el mundo se hablaba del siniestro. De primero y del segundo. Madrid estaba en boca del mundo entero. Y no serían los primeros ni los últimos que acontecieron en Barajas, pero la enorme proximidad temporal entre ambos hizo que se creyera que el aeropuerto madrileño tenía fallos de seguridad notables, que no se encontraron. Habían sido dos enormes fatalidades que habían sucedido casi a la vez.
“Barajas no es peligroso. Quizá está mal concebido, pero no es especialmente peligroso. El hecho de que no exista una configuración sur, puesto que se encuentra la Base Aérea de Torrejón ahí mismo, nos ha dado problemas, pero no convierte a Barajas en un riesgo”, concluye nuestro informante, que estuvo casi cuatro décadas trabajando en la Torre de Control y que ha vivido todas las catástrofes que han sucedido allí.
Hemos abierto los archivos. Nos hemos llevado una sorpresa. La memoria hace que muchos de los hechos que relatamos hayan quedado enterrados por el pasado, pero la realidad es que el aeropuerto de Barajas sí ha sido escenario de una cantidad de accidentes muy notable. Es una fatalidad pero es real. Nuestro país cuenta en su haber con más catástrofes aéreas de las que recordamos, en las que han perdido la vida en el último siglo más de dos mil personas. España aparece en todas las siniestras estadísticas cuando se glosan los grandes accidentes aéreos, pero de puertas hacia dentro pensamos que esas desgracias suceden en lejanas latitudes.
Ese otoño del 83 fue trágico pero, si se puede hacer la comparativa, que no se debe, no tanto como la tragedia que ocurrió el 19 de febrero de 1985 en Bilbao. El avión protagonista de aquella desgracia fue bautizado como el Alhambra de Granada. Venía de Madrid y tenía que aterrizar en el siempre complejo aeropuerto de Sondika. Estaba iniciando las maniobras de descenso –a una altura menor de la que se creía– cuando chocó contra la antena de Euskal Telebista que se encuentra en el monte Oiz.
El impacto hizo que el avión se bandeara y volara de forma incontrolada cientos de metros. Debieron ser momentos angustiosos para los pasajeros del vuelo, que fueron conscientes de lo que iba a ocurrir. Y es que cuando una fortaleza de estas características pierde el control, no hay nada que hacer. Así, instantes después, el Boeing 727 de Iberia se estrelló contra el mismo monte. Una zona de 20 kilómetros cuadrados fue arrasada. El avión quedó hecho trizas. A bordo viajaban 148 personas. No sobrevivió nadie. Sólo quedó un cadáver sin mutilar. De otros seis se encontró poco, pero algo. Mientras, de los 141 restantes sólo se pudieron rescatar 7.000 trozos de carne extendidas por todo el monte. Sin saber a quién pertenecían, no hubo más remedio que abrir una fosa común para aquel puzzle de carne muerta en el cementerio de Derio.
Entre los pocos que salvó la vida –debido a que a última hora rehusó a tomar el vuelo– se encontraba Francisco Fernández Ordoñez, que sería ministro de Asuntos Exteriores. Además, en el vuelo viajaban otras personalidades destacadas, lo que hizo sospechar desde un primer momento en que se trató de un atentado terrorista de ETA. ¿Acaso algún tipo de misil? Nunca se supo. El informe oficial tardó más de un año en hacerse público. Vagamente, la justificación partía del hecho de que si el avión volaba bajo era porque había habido un exceso de confianza o que el altímetro no estaba en perfecto funcionamiento.
Durante días, el país estuvo de luto. Se habían vivido unos años terribles en cuanto a accidentes aéreos, pero ningu- no causó tanto impacto como aquel. Sin embargo, sí hubo un antes y un después. En apariencia, la historia negra de los ac- cidentes aéreos en España había acabado.
Hasta 13 años después, exactamente el 25 de septiembre de 1998, no se produjo otro desastre, cuando un avión BAe-146 de PaukAir se estrelló en territorio de Marruecos mientras cubría el trayecto entre Málaga y Melilla. Nuevamente, parece que fue la mala visibilidad en el momento de iniciar la maniobra de ate- rrizaje la causa que provocó que se estrellara contra una montaña. Murieron los 38 ocupantes del avión. Un accidente casi similar, en la misma ruta, y en el mismo lugar, se produjo el 29 de agosto de 2001. Afortunadamente, en esta ocasión, de los 44 pasajeros del vuelo “sólo” fallecieron 7. La tragedia volvió a cebarse con Barajas el 20 de agosto de 2008, cuando un MD-82 de Spanair se estrelló contra las pistas. Murieron 154 personas. Fue el último gran accidente aéreo ocurrido en España.
“Tenemos un rodeo”, dicen en argot los controladores cuando se enfrentan a un accidente aéreo. Esto se debe a que el mayor desastre aéreo de la historia de la humanidad se produjo en el aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife), un aeropuerto que, por sus características, está considerado uno de los más peligrosos del mundo. La desgracia ocurrió el 27 de marzo de 1977 a las 17.06 horas. Aquella mañana, una pequeña explosión, y otra posterior amenaza de bomba, provocó que el aeropuerto de Las Palmas se cerrara. Los vuelos que tenían que aterrizar allí fueron desviados a Los Rodeos.
Uno de los que sufrió este cambio de planes era un Boeing 747 de Pan American que había despegado horas antes del aeropuerto JFK de Nueva York. Era un avión enorme, con 378 pasajeros a bordo. Del mismo modo, otro jumbo de KLM procedente de Amsterdam con destino a Las Palmas también se desvió a Los Rodeos. A bordo viajaban 245 personas.
Las dos aeronaves se encontraban en Los Rodeos a la espera de que se abriera el aeropuerto de Gran Canaria. Cuando la alerta por seguridad se desactivó, ambos vuelos recibieron la orden para iniciar las maniobras oportunas con objeto de despegar hacia su destino original. Los dos se dirigieron a la pista 12 del aeropuerto, pero una serie de errores encadenados –unidos a la escasa visibilidad– provocaron que las dos fortalezas aéreas se estrellaran durante las maniobras. El impacto de un avión contra otro desencadenó un infierno. Murieron 583 personas. Se dice pronto. Todos calcinados. Todos comidos por el fuego. Entre las víctimas no había españoles, razón por la cual este suceso queda hoy más borrado por el tiempo de lo que seria normal.
Dicen que en la Segunda Guerra Mundial, los técnicos nazis buscaron una ubicación en Tenerife para construir un aeropuerto. Sin embargo, el proyecto no se hizo realidad hasta mucho después. Se utilizó como referencia los planos efec- tuados por los nazis. Se habían tomado como referencia los planos que hicieron los hombres de Hitler, en donde apare- cía una gran X. Creyeron que indicaba el lugar en el que debería encontrarse el aeropuerto.
La realidad es que esa X sólo marcaba el único lugar en donde no podía llevarse a cabo la obra, pues los vientos y la niebla eran tan importantes allí que se desaconsejaba la construcción. Sea leyenda o no este relato... qué importa. La X marca el mayor punto negro de la aviación. La historia es la historia. Antes de aquel suceso, un Convair de Spantax se había estrellado allí el 7 de diciembre de 1972. Habían muerto 155 personas. Nadie tomó medidas. Años después, en otro accidente murieron otras 146 personas. La cifra se incrementó a 879 sólo 5 años después. No hay aeropuerto más trágico en el mundo. Le sigue de cerca Barajas