Mujeres desconocidas

Gertrude Bell, la mujer que creó Irak

Gracias a su conocimiento del mundo árabe, esta exploradora y diplomática jugó un papel decisivo en Oriente Medio, donde fijó las fronteras de las naciones

Gertrude Bell, en Irak
Gertrude Bell, en IrakLa Razón

Todo el mundo conoce a Lawrence de Arabia, pero detrás de esta figura estuvo una arqueóloga, políglota y escritora, trazando los mapas y forjando las alianzas que darían forma al Medio Oriente moderno. Versada en las culturas y la geografía deMesopotamia, esta mujer puso sus conocimientos al servicio del gobierno británico durante y después de la Primera Guerra Mundial, lo que la llevó a ser conocida como la reina del desierto o la mujer que creó Irak.

Se llamaba Gertrude Margaret Lowthian Bell y nació en el pueblo británico de Durham en 1868. Criada en un hogar acomodado, disfrutó de la exclusiva educación victoriana que promovía el papel tradicional de la mujer en el hogar. Pero fue gracias a su madrastra y su fascinación por los cuentos orientales, lo que la llevó a sumergirse en la cultura del Medio Oriente desde una edad temprana. En aquella época, pocas mujeres iban a la universidad, pero Gertrude logró asistir a Lady Margaret Hall, uno de los únicos colegios universitarios de Oxford que aceptaba damas. Fue la primera mujer en obtener la licenciatura en Historia moderna, enfrentándose a la resistencia de profesores y compañeros masculinos.

Como muchos otros estudiantes, Gertrude fue una entusiasta del alpinismo y la hípica. Escaló varios picos legendarios en los Alpes franceses y suizos (Meije, Les Ecrins, Finsteraarhorn, Engelhorner...) hasta que, en 1904, conquistó el Cervino. Este imponente pico, conocido por desafiar a los escaladores más experimentados, había sido conquistado en 1871 por Lucy Walker, quien fue la primera mujer en alcanzar su cima.

Una vez acabados sus estudios, viajó a Oriente Medio, aprendiendo persa y árabe y documentó sus experiencias en su primer libro de viajes, «Safar Nameh: Persia Pictures». Sus expediciones posteriores por Palestina, Siria y Arabia no solo estuvieron impulsadas por su curiosidad, sino también por su labor como arqueóloga. Gertrude fue una exploradora de primera y su faceta académica se constató a menudo, sobre todo cuando documentaba los yacimientos que encontraba tomando fotografías, como en el que trabajó en 1909 con el arqueólogo Sir William Mitchell Ramse en Bin-Bir-Kilisse (que significa «Las mil y una iglesias», haciendo referencia a la recopilación medieval de cuentos), un yacimiento arqueológico bizantino en Turquía. Sus numerosas fotos han sido clave para observar el deterioro del yacimiento debido a los espolios, al poder compararlas con las tomadas por Gertrude.

La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la vida de Bell. La inicial negativa por parte del gobierno británico debido a ser mujer la hizo ofrecerse voluntaria de la Cruz Roja francesa (como Victoria Hall). Encontró su lugar en la Oficina Árabe de El Cairo en 1915, colaborando junto a T.E. Lawrence. Fue la única mujer que trabajó para el gobierno británico en Oriente Medio, desempeñando un papel fundamental al recopilar y analizar información crucial que ayudó a la expulsión del Imperio Otomano de la región, lo que marcó un cambio significativo en la estrategia militar británica.

Las fronteras y el museo de Irak

En marzo de 1916, debido a su vasto conocimiento de la región, fue enviada a Basora (actual Irak) con la misión de elaborar estrategias y proporcionar mapas al ejército británico para la toma de Bagdad. Este objetivo se logró con éxito en marzo de 1917 y por ello fue nombrada de «oficial de enlace» a «secretaria oriental», ambos considerados altos cargos dentro de la administración política. Gertrude conoció profundamente la brecha ideológica provocada por la religión en aquella región. Tras la caída del Imperio Otomano, Gertrude trató de ayudar a los árabes, participando en la Conferencia de Paz de 1919 en París con la ponencia titulada «Autodeterminación en Mesopotamia». Elaboró un informe en 1920, que la llevó a participar en la Conferencia de El Cairo de 1921 con Winston Churchill, entonces secretario colonial. Se la considera la responsable de la creación de las fronteras de los países de Oriente Próximo y, especialmente, de la fundación del moderno estado de Irak, donde contribuyó a la instauración de la dinastía Hachemita con la llegada al poder de Faisal I como nuevo rey de Irak y de Abdalá I en Transjordania.

Como confidente del rey Faisal I, Gertrude Bell fue nombrada directora de antigüedades. Colaboró en la elaboración de la Ley de Excavaciones de 1922 y creó el actual Museo de Irak, promoviendo la preservación de los objetos encontrados en el país de origen, pese a la oposición británica. Falleció en 1926 en su casa de Bagdad, pero su legado perdura en las fronteras trazadas y las instituciones creadas durante su vida. Fue una mujer pionera, una exploradora intrépida y una diplomática visionaria cuyo impacto en la historia del Medio Oriente nunca debe ser olvidado.