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La sabia Helvia, madre de intelectuales

Nacida en Arjona (Jaén), fue filósofa y madre de Séneca, a quien instruyó y marcó en
«Mujer romana solitaria» (1884), obra de Svedomsky Pavel Alexandrovich
«Mujer romana solitaria» (1884), obra de Svedomsky Pavel AlexandrovichLa Razón
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Helvia Paulina, una figura enigmática en la historia romana, ha permanecido en las sombras a pesar de la prominencia de los personajes notables en su círculo. Destacando como la madre del reconocido filósofo Séneca, Helvia en realidad desempeñó un papel crucial en la formación de su legado al brindar una educación excelsa y el apoyo necesario a sus tres hijos, Marco Junio Galión, Lucio Anneo Séneca y Marco Anneo Mela.
Nacida alrededor del 20 a. C. en Alba Urgabona, actualmente conocida como Arjona (Jaén), su linaje se remonta a la familia de los Helvios, una ilustre estirpe itálica que se estableció en la Bética. Su madre falleció nada más ella nacer y sería criada por una madrastra que no la quería. Fue instruida junto a su hermanastra Marcia bajo los principios arraigados en la tradición romana, que delineaban el papel de las mujeres como esposas obedientes y madres disciplinadas. Sin embargo, para cumplir con estas expectativas, debían adquirir una amplia gama de conocimientos con el fin de gestionar eficazmente sus propios hogares, lo que implicaba poseer diversas habilidades en múltiples ámbitos. Por ello, Helvia y Marcia se desenvolvieron en un entorno intelectual, quizá debido al papel de su padre como magistrado sacerdotal. Aunque es importante recordar que el acceso a la educación en épocas pasadas no era generalizado para todas las mujeres, la narrativa histórica que aborda la falta de acceso de las mujeres a la educación tiende a utilizar esa carencia como un instrumento para marginarlas, porque privándolas de su inteligencia se las reduce a simples peones, despojándolas de su propia humanidad.
A los catorce años Helvia contrajo matrimonio con Marco Anneo Séneca (conocido como El Retórico o El Viejo), un caballero ecuestre de considerable prestigio, lo que condujo a su traslado a Córdoba. Aunque el matrimonio se realizó para afianzar lazos con locales, ella conservó cierta independencia, ya que la tutela la siguió sustentando su padre, no su marido (debido a la fórmula jurídica de su matrimonio, conocida como «sine manu»). Sin embargo, fue el nacimiento de su tercer hijo lo que le otorgó la libertad definitiva gracias al «ius trium liberorum», un derecho establecido por Augusto que liberaba a las mujeres con tres o más hijos de cualquier forma de tutela masculina en un esfuerzo por promover la natalidad.
Posteriormente, acompañando a su hijo Séneca a Roma, Helvia se involucró en estudios filosóficos gracias a los eruditos Soción y Atalo. Encontró oposición por parte de su esposo, quien consideraba esta actividad perjudicial para la moral femenina. A pesar de tener que abandonar sus estudios, Helvia aprovechó todo lo que había aprendido. Tras enviudar a los 40 años volvió a Roma con su padre y su hijo mayor, siendo este entonces magistrado, y allí se encontró con su otro hijo, Séneca, que residía en casa de su tía Marcia. Apoyó a ambos en sus carreras políticas, administrando sus bienes propios y los de su prole.
La vida de Helvia estuvo marcada por intentar constantemente superar las adversidades, incluyendo la muerte de sus familiares y la partida forzada de Séneca a la isla de Córcega debido a su exilio por el emperador Claudio. Fue durante este período de destierro (que fue levantado por la emperatriz Agripina la Menor) que Séneca escribió su «Consolación a Helvia», una obra que revela la fuerte conexión entre madre e hijo con frases de alivio ante la pérdida como «así es que quería con todas mis fuerzas, poniendo la mano sobre mi herida, arrastrarme hasta la tuya para cerrarla». En este pequeño texto Séneca agradece el papel que su madre representa para él, alaba su sagacidad y reconoce una existencia para nada feliz, ya que el deseo de su hijo es el de consolar a su madre con frases como «voy, pues, a rodear tu dolor de todos sus lutos, de todo su lúgubre aparato; esto no será aplicar calmantes, sino el hierro y el fuego. ¿Qué conseguiré? Que te avergüence, después de haber triunfado de tantas miserias, no saber soportar una herida sola en un cuerpo cubierto de cicatrices». Séneca la incita a refugiarse en la sabiduría para aliviar su sufrimiento entre los caminos de la razón que conducen a la serenidad. Además, lamenta y pone de manifiesto que las mujeres no podían acceder a la cultura a pesar de su inteligencia y sabiduría, tal como su madre.
El carácter firme, íntegro y dedicado de Helvia nos ilustran la importancia de las mujeres como ella en la forja de figuras masculinas destacadas. No debería sorprendernos su presencia, pues al lado de toda figura carismática se encuentra al menos una mujer, demasiado a menudo oculta por la sombra de ellos.

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