Cataluña

Isabel Coixet: «Me siento desamparada en Cataluña, pero no me achanto»

La directora barcelonesa, que estrena «La librería», asegura tras meses recibiendo insultos por «españolista» que desde el Govern «se busca un victimismo constante, y eso no lo soporto».

Isabel Coixet posa en la fachada de la tienda de libros que ha recreado para su nueva película, «La librería»
Isabel Coixet posa en la fachada de la tienda de libros que ha recreado para su nueva película, «La librería»larazon

La directora barcelonesa, que estrena «La librería», asegura tras meses recibiendo insultos por «españolista» que desde el Govern «se busca un victimismo constante, y eso no lo soporto».

Es una mujer frágil que hace un cine silente. Tan quebradiza que ella misma admite que a las mínimas de cambio «lloro como una magdalena». Y, sin embargo, esta barcelonesa del 60 que solo aspira a la normalidad dentro de su trabajo y su vida, a que cese el ruido entorno y la grandilocuencia y el aventurismo se encuentren solo en los libros y en el cine, se ha convertido en una especie de emblema de esa Cataluña cultural que no quiere romper con España y no quiere que la crucifiquen por decirlo. «Me siento superada. He dicho todo lo que tengo que decir, pero si me preguntan contesto, y llevo muchos años haciéndolo», asegura Isabel Coixet. Lleva semanas perseguida por gritos de «fascista» en su propia ciudad. El recrudecimiento del «procés» ha hecho que el mero acto de expresar sus ideas se convierta en un deporte de riesgo. Ella nunca ha escondido que Cataluña y España son lo mismo y deben seguir siéndolo.

–Dicen que los estamentos cultural y económico en Cataluña han tardado mucho en elevar la voz contra lo que se estaba gestando en su tierra...

–Yo hace diez años que hablo. Firmé entonces un manifiesto del Foro Babel por el bilingüismo en Cataluña, con el castellano y el catalán al 50% de importancia en las escuelas. Y ahí empezaron los insultos de repente. Fue brutal. Me quité de Twitter y Facebook incluso, y desde entonces solo tengo Instagram, que es más visual, para imágenes, aunque siempre se cuela alguien que te insulta.

Coixet se siente un poco víctima colateral de un proceso que ha enfrentado a vecinos y que se expresa siempre en una escala de máximos, lejos de matices y grises. «Yo no soy de manifestaciones ni de gritos ni nada de eso. Y toda esta gente que me grita, no lo entiendo. Yo voy a pensar lo que pienso y a defenderlo, aunque me llamen fascista. Quien me lo diga, peor para él», señala.

–¿Le duele que a pesar de lo que está pasando la llamen equidistante desde otros sectores.?

–Es que no lo soy. Yo pienso lo que pienso y es lo siguiente: que las cosas que se están haciendo en Cataluña por parte del Gobierno catalán no se están haciendo bien de ninguna de las maneras. Se está buscando un martirologio y un victimismo constante y eso no lo soporto.

–¿Ha encontrado algún apoyo social tras expresar sus ideas o siente que está sola en esta lucha?

–Me siento desamparada, claro. Aunque el otro día vino un Mosso d’Esquadra, me dio un abrazo y me dijo que sentía lo que estaba pasando y que le gustaría hacer algo... Pero, ¿qué se puede hacer? Lo que pasa es que a mí tanto los insultos como los abrazos me parecen desmedidos. Yo no he hecho nada, solo he dicho lo que pienso. Si hacerlo es una hazaña, tenemos todos un problema.

Su cine, nacido en la estela del «indie» norteamericano y trufado de esa francofilia que tanto aprecia, habla generalmente del amor, de la comunicación y de mujeres que intentan trascender un entorno no siempre favorable. Una sorprendente ironía del destino ha hecho que su nuevo filme, que se estrena mañana, «La librería» (basado en la novela homónima de Penélope Fitzgerald), tenga mucho de reivindicación personal. Coixet se ve a sí misma como Florence Green, la protagonista de la cinta, que por el simple hecho de abrir un negocio de libros en una pequeña localidad inglesa de los años 50, y defender con ingenuidad pero pasión su idea, tendrá que enfrentarse al «establishment» local, a la presión social.

–Pero, más que en Florence, ¿se ha sentido alguna vez estos días reflejada en Edmund Brundish, el anciano culto que se encierra en su mansión incapaz de sobrellevar el peso de un entorno asfixiante?

–Mucho. Quiero encerrarme en casa y leer y que le den a todos. Lo entiendo totalmente a él porque es cierto que el Infierno son los otros. Necesito estar en otros mundos, leer, escribir, refugiarme a veces en el quinto pino sin wifi, sin televisión, y pensar en las cosas que permanecen, no en las que pasarán, en la coyuntura, por más que ésta joda.

Alguna vez, como en la pasada Seminci, ha hablado incluso de la tentación antinatural de dejar su tierra, su Barcelona natal. Desistir, como Florence. Su hija tampoco está pasando su mejor época por culpa del acoso contra su madre y en su propia familia, con un hermano independentista, hay que poner paños calientes y optar por no tocar temas sensibles. Lo de Cataluña le afecta a Isabel Coixet en varios niveles y los insultos, a menudo, son lo de menos: «A mí que cuatro desgraciados me llamen fascista... En un primer momento te deja chof, y luego te pasa varias veces, pero yo no me voy a achantar ni creo que haya que hacerlo».

–Lo que sí parece es que ahora todo lo que se diga puede ser tomado en su contra y la cultura adquiere una dimensión nueva en Cataluña.

–A mí, por ejemplo, no me parece normal que a los libros de Marsé les arranquen las páginas. Con eso está todo dicho: alguien que hace eso se está definiendo porque no está bien de la cabeza.