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«Lean on Pete»: Mi reino por un hogar

El británico Andrew Haigh atrapa la «profunda tristeza» del sueño americano en la historia de amistad de un caballo y un niño abandonado que busca un lugar donde radicarse

«Lean on Pete»: Mi reino por un hogar
«Lean on Pete»: Mi reino por un hogarlarazon

El británico Andrew Haigh atrapa la «profunda tristeza» del sueño americano en la historia de amistad de un caballo y un niño abandonado que busca un lugar donde radicarse.

Un niño, un caballo y largas praderas por delante. Se diría un anuncio del «american way of life», de esa autonomía y libertad que todo norteamericano reconoce como su alma esencial. Pero eso no es, exactamente, «Lean on Pete», una cinta que, con el mismo material que conforma el mito del Oeste, lo define por oposición. «Ésta es una historia íntima sobre un chico desarraigado, pero también un retrato de cómo el sueño americano, que a veces funciona, también fracasa y la sociedad deja abandonada a mucha gente, sin ningún apoyo», asegura el director británico Andrew Haigh.

Ojo con Charlie Plummer

Charlie (un estupendo Charlie Plummer, al que habrá que seguir la pista), un adolescente abandonado por un padre que, de todos modos, no ejerce muy escrupulosamente como tal, se ve de repente lanzado a los caminos junto a un potro de carreras ya viejo y cansado que, quizás porque su futuro es tan oscuro como el suyo, ha robado de su dueño. Su objetivo es llegar a casa de una tía lejana que hace años no ve y que vive al otro lado del país, encontrar por fin un hogar. Haigh reconoce que «en cualquier parte hay personas desarraigadas, pero viajando por Estados Unidos te das cuenta de la amplitud, el aislamiento del país y la desconfianza hacia el Gobierno. Hay muchas comunidades alejadas, gente que, por ejemplo, vive en el este de Oregón y se encuentran perdidos, pertenecen a un país pero están solos. América muestra esa cara más que ningún otro lugar». El realizador, sutil paisajista, revela todo ello mediante detalles: banderas raídas, coches, pueblos deprimidos, «diners» dignos de Hopper. «Hay algo precioso y a la vez terrible en esos paisajes y la forma en que se han vendido al mundo. Lo que no se ve de esa postal es la profunda tristeza de esas pequeñas comunidades que sienten que no importan a nadie».

Charlie, junto a Lean on Pete, el caballo de carreras, deambula buscándose la vida por entre estos espacios baldíos. «Busca todo lo opuesto a la independencia americana: seguridad, protección, un hogar», señala Haigh. Entre tanto, el equino es lo más parecido a una familia: «Son almas gemelas, ninguno de los dos sirve para la sociedad». Plummer trabajó durante tres meses la relación con el caballo. Una amistad (animal-hombre) que, paradójicamente, Haigh evitó en todo momento: «Sí, me dan miedo los caballos, una vez me caí de uno».