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Entrevista

Leo Harlem: "La vida me ha ido atropellando para bien"

El cómico estrena "Como Dios manda", un enredo dirigido por Paz Jiménez en el que un funcionario ha de abrazar los nuevos tipos de masculinidad

El cómico Leo Harlem (izda.), que estrena "Como Dios manda", dirigida por Paz Jiménez
El cómico Leo Harlem (izda.), que estrena "Como Dios manda", dirigida por Paz JiménezATRESCINE

Dice que ya no tiene 25 años y no es Errol Flynn, así que le cuesta por ello lo de ir de alfombras rojas, estrenos y demás derivados de la práctica cinematográfica, pero en Leo Harlem hay, sin duda, una estrella del cine. Así lo firman sus resultados en taquilla, normalmente junto a Santiago Segura o José Mota, y así lo confirma su presencia en televisión, siempre masiva, siempre al sol de las audiencias españolas. De carisma isotónico, rápido al quite y aún más veloz con el chascarrillo verbal, Harlem estrena esta semana "Como Dios manda", una comedia dirigida por Paz Jiménez en la que da vida a un funcionario de Hacienda, digamos, muy tradicional. Ese conservadurismo, en contraste tópico de nuestra cartelera, se dará de bruces con el progresismo de quienes le rodean, familia, amigos y allegados, en un enredo quizá mucho más benigno de lo que uno podría pensar.

El cómico, monologuista y actor llega a su cita con LA RAZÓN puntual, preguntando si tiene más presencia televisiva él o algunos de los periodistas del medio, y desenfundando rápido, ilusionado quizá con lo protagónico de su papel. Por la película también pasan Daniel Pérez Prada o María Morales, en un crowd-pleaser que no se quiere salir demasiado de la fórmula, pero que nos invita a confiar en la buena mano de Jiménez como maestra de ceremonias tras décadas de trabajo como asistente o directora de segunda unidad. El hombre nuevo que hay en Harlem, en contraposición a ese hombre viejo al que da vida en la película, asustado por lo verde o lo arcoiris, se deja ver con cintura en el encuentro, que tuvo lugar no en el más reciente Festival de Málaga, sino en el anterior.

Leo Harlem en "Como Dios manda", en cines desde el 2 de junio
Leo Harlem en "Como Dios manda", en cines desde el 2 de junioATRESMEDIA CINE
—Ya estás cada vez más acostumbrado a protagonizar películas. Cuando empezaste en el stand-up, ¿te veías en carteles de cine?

—No, no, ni mucho menos. No me veía en menos. La vida me ha ido atropellando para bien. Me han atropellado ambulancias, por así decirlo. Yo empecé con el tema del humor en bares, en cafeterías y micros abiertos. Y así llegué, por ejemplo, a los eventos de empresa o corporativos. En la vida me hubiera visto yo haciendo películas. Luego vino la tele, pero aún así yo no hacía cástings. No me presentaba porque no lo sentía como algo mío. Luego, algún que otro director vio que sí podía ser. Me llamó Santiago Segura, para salir en "Torrente", en la escena de Chiquito de la Calzada, luego hice "Villaviciosa"... Y todo empezó a rodar. Toda la gente que me he ido encontrando me ha ayudado, sobre todo los veteranos. Y vas aprendiendo, entendiendo por qué, por ejemplo, un director quiere repetir varias veces una toma que tú creías que ya valía. Siempre se puede hacer mejor, y eso es muy bonito.

—¿Cómo llegas a esta película? ¿Ya te llaman directamente?

—Más o menos. Me enviaron el guion, me dijeron que lo leyera para valorar, claro. Me avisaron que era un protagonista, eso sí, y eso significa que de las 12 horas de rodaje al día, probablemente estés en todas. Pero la historia me pareció bonita en su núcleo, así que fuimos adelante. Me gustó muchísimo poder participar en las improvisaciones, debatir la comedia de la película y aportar. Es humor, pero tiene mucha parte de humanidad, no es zafio lo que se cuenta ni cómo se cuenta. Ojalá pueda funcionar. Me dicen que tengo tirón, pero no me lo creo, la verdad. Me haría ilusión que la película funcionase, también por Paz (Jiménez), que es el primer largo que dirige. Pero todo es una bendición, vivo en una situación envidiable. A lo mejor me pongo yo ahora a escribir un guion, macho, que se me está dando todo.

—Justo por ello te quería preguntar. Si yo soy un director y traigo a Leo Harlem a mi película, voy a esperar que aporte improvisación, cintura...

¡Claro! Así lo hemos hecho, pero porque me lo permitieron, me lo pidieron. Yo soy muy respetuoso con el trabajo ajeno, pero aquí si había oportunidad, me pedían que añadiera lo que considerase y luego se podía discutir. Yo puedo aportar en ese humor, porque sé qué funciona. Aunque el 80 u 85% de la película esté escrito en piedra, en lo demás puedo ayudar. Siempre hay que remar a favor, claro. Es muy chulo que te otorguen esa libertad.

—La película trata sobre un hombre del siglo veinte en el siglo veintiuno...

—¡O del diecinueve, si me apuras!

—Claro, y se juega con lo social y lo político...

—Pero lo político a nivel humano, lo que nos afecta más directamente. No es un afiliado a un partido, es un tipo con unos conceptos de vida decimonónicos. Y es así porque le ha ido bien. El mundo está hecho para él, claro, coño. Pero claro, la vida le viene a pasar por encima. Se le junta todo y él tiene que intentar remar ahí. Pero me interesaba que la película no fuera tanto una cuestión de imposición como de respeto. Este personaje no quiere imponer su criterio, donde puede ayudar, ayuda.

—¿Tú has podido pasar por un proceso así? ¿O aún no? ¿Te pareces en algo a ese protagonista?

—Todo cambia. No puedo hacer los mismos chistes que hace diez años, pero es que no me apetece hacer los mismos chistes que hace diez años. Yo no es que tenga un repertorio muy agresivo, pero tú notas cómo han ido cambiando las respuestas. El mundo cambia, y tú tienes que adaptarte, entender, cambiar con el mundo. No significa que renuncies a quien eres o qué eres, pero tienes que adaptarte. Jamás he dicho animaladas, pero joder, tampoco es tan difícil. Nosotros vivimos de cara al público, por lo que tenemos que adaptarnos para seguir buscando a ese público. Ir a hacerle cosquillas donde le de risa, no donde le haga daño.

—¿Por qué crees que hay cómicos que se enrocan en esa fricción de sensibilidades? Más que fricción, yo diría llanto, pero dejémoslo en fricción.

—¡Porque da mucho juego! Muchísimo. Las posturas irreconciliables son comedia, pero hay formas y formas. Hacerlo desde la empatía, en mi opinión, es mucho más divertido que desde la mofa. Pero es que es una cuestión de leer la sociedad en la que estás. Pueden ser temas estrictamente políticos... o no. Por ejemplo, el deporte. Ahora va mucha más gente al gimnasio que antes, y ves auténticas barbaridades, gente que no hizo deporte en su vida y se lesiona. Pues eso también es contexto, es algo del día a día, y lo puedes explotar. ¿Por qué cojones te compras una bici de 5.000 euros si no te has subido en una en veinte años? Los extremos se tocan si uno quiere tocarlos. Entiendo a quien use esos conflictos, pero a mí me interesa el chaqueterismo. Defender desde el humor navegando, no dando lecciones de nada ni subiéndome al púlpito. Si vas a molestar más que a hacer reir... no estás haciendo comedia. Es otra cosa. Y le pondrás el nombre que quieras.