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Fotografía

Leopoldo Pomés, el fotógrafo que "erotizó"a España

El reconocido publicista y fotógrafo barcelonés, Premio Nacional en 2018, hace balance de su vida hedonista en un esperado libro de memorias titulado «No era pecado», que se publica hoy.

El maestro Leopoldo Pomés, ayer, en el restaurante Flash Flash de Barcelona, una de sus más emblemáticas creaciones Foto: Miquel González/Shooting
El maestro Leopoldo Pomés, ayer, en el restaurante Flash Flash de Barcelona, una de sus más emblemáticas creaciones Foto: Miquel González/Shootinglarazon

El reconocido publicista y fotógrafo barcelonés, Premio Nacional en 2018, hace balance de su vida hedonista en un esperado libro de memorias titulado «No era pecado», que se publica hoy.

El pasado mes de octubre, Leopoldo Pomés era galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en reconocimiento a una excelente carrera que lo han convertido en uno de los grandes maestros de la imagen. En ese momento estaba concluyendo sus memorias, «No era pecat» (Edicions 62 en catalán y Tusquets en castellano, «No era pecado»), y del que habló con este diario.

En su libro, escrito con la colaboración de la periodista Lídia Penelo, el fotógrafo reconoce que su vida y carrera no han sido pecado. Así que es lógico preguntarse qué es pecado para él. «La idea de que no hay un pecado la saqué de la teoría hedonista. Cuando leí hace ya mucho tiempo lo qué se entiende por hedonismo y cómo se definía, vi que me liberaba completamente de la idea del pecado en cuanto se presentaba como una doctrina que busca el placer», asegura en conversación con este diario. Este hedonista es el responsable, como decía Manuel Vázquez Montalbán, de haber erotizado a todo un país. Y en eso tuvo mucho que ver la famosa campaña de publicidad del Brandy Terry protagonizado por la rubia Margit Kocsis vestida con una camiseta y a lomos de un caballo blanco. Esa imagen cambió el mundo de la publicidad en nuestro país, pero ¿tenía razón Vázquez Montalbán?. «Claro que quería erotizar a un país. Esa era mi intención. Estoy muy de acuerdo con lo que decía Manolo», apunta Pomés.

El descubrimiento de Margit fue una casualidad. «Íbamos Karin Leiz y yo en coche por los alrededores de Castelldefels y, de repente, nos encontramos, en una callejuela de casas bajas, con ella montando a caballo. Al día siguiente volví para buscarla y conocerla. La encontré y la convertí en la protagonista de la campaña de Terry. Nunca montaba el caballo con silla. Un día de mucho calor filmamos en Sevilla. Margit me pidió descansar: no solo estaba agotada sino que tenía los muslos totalmente dañados».

Una vieja Kodak

¿De dónde vino la atracción por la fotografía? Pomés se remonta a su juventud cuando descubrió una cámara en el hogar familiar. «Mi padre tenía una vieja de la firma Kodak. La utilizaba muy poco, así que yo la empecé a usar para hacer las que fueron mis primeras fotografías», apunta el maestro. ¿Y recuerda ese primer clic? «Sí, la protagonizan mis padres y se la hice en un viñedo que había delante de casa. Pese a que era novato ya me preocupaba en ese momento por encuadrar para que ellos salieran lo mejor posible. Así que incluso hice un poco de estilismo con las viñas y les situé en un lugar concreto».

¿Fue aquella la chispa que hizo que naciera la pasión por la fotografía en Leopoldo Pomés, una pasión que nunca lo ha abandonado? Este creador de imágenes apunta que todo ha tenido mucho que ver con su trabajo en el terreno de la publicidad y al hecho de haber sido un mal estudiante: «Mi padre no estaba nada contento con mis notas. Sin embargo, la fotografía me permitió mostrarme útil y ganarme algo de dinero. En aquel entonces yo tenía dieciséis o diecisiete años», rememora. La cámara se convirtió en su fiel compañera y no la dejó de lado. Eso lo ilustra con una anécdota protagonizada por Karin Leiz, quien ha sido su apoyo durante años. «Empezaba a salir con ella y siempre llevaba conmigo la cámara porque la quería fotografías constantemente. En una de nuestras primeras citas fuimos al rompeolas de Barcelona. Recuerdo que ya era tarde y Karin se asomó para ver el mar que estaba algo revuelto. A lo lejos se acercaban unos hombres, completamente vestidos de negro. “No te muevas ni un milímetro”, le dije de inmediato a la Karin. Justo en ese instante, cuando estos hombres estaban a punto de alcanzarla a ella hice la foto. La imagen quedó estupenda porque pude atrapar en un mismo plano tanto a ella como a ellos. ¿Es eso sabiduría? No. Fue suerte y magia».