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Un señorito psicópata de Valladolid

Un señorito psicópata de Valladolid
Un señorito psicópata de Valladolidlarazon

Con este título, César Pérez Gellida consuma su trilogía «Versos, canciones y trocitos de carne» iniciada con «Memento mori» y su continuación «Dies irae». Nadie dirá que los autores españoles de literatura popular no sigan a pies juntillas los patrones internacionales para conseguir el «best-seller»: un «thriller» psicológico mezclado con novela negra y envasado en una trilogía con sabor a folletín. Los modelos son muchos pero la mies es poca. La sombra de Stieg Larsson gravita como un troquel que amolda tanto la torrencial prosa de Gellida como el dibujo del asesino en serie, trasunto sin duda del Hannibal Lecter de Thomas Harris, imagen fetiche del «serial killer» posmoderno. Esto es, la «glamourización» del psicópata.

Gratuidad y violencia

Los asesinos de Hitchcock y Patricia Highsmith eran sociópatas elegantes y obsesivos, como correspondía al estilo de Hollywood, pero ya en 1960, Alan Bates en «Psicosis» marca la proletarización de los siguientes, como el estrangulador de Boston o el de Rillington Place. Es en los 70 cuando se establece la denominación de «asesino en serie» y los «profilers» definen las características que los harán mundialmente famosos: la gratuidad y la violencia sin motivo de sus actos. La psicología dará pie a los novelistas para fabular a partir de la estetización de estos asesinos organizados que viven con una máscara de cordura mientras descuartizan a sus víctimas sin renunciar al lujo y la cultura como Patrick Bateman en «American Psycho» (2000).

Hannibal Lecter es el prototipo que confiere «glamour» al asesino esteta, con un intelecto privilegiado y una capacidad de organización que pone en jaque al policía, convertido en el espejo de su locura. El relato mitifica el delirio a dúo que da pie a las actuales intrigas de suspense en las que la relación de amor-odio nada tienen que envidiar a una pasión amorosa homosexual, eso sí, coartada en sus fines. Es así como César Pérez Gellida enfoca su trilogía, convirtiendo a un señorito de Valladolid en un sofisticado asesino en serie, perseguido por un policía obsesionado con capturarlo y su recíproca relación de odio apasionado que le llevará a una peregrinación por Europa digna de un Erasmus. ¿Qué añade Gellida? Un asesino melómano, letras de canciones pop que lastran el relato pero que encantarán a su generación «remember» y una pasión literaria por la poesía y los literatos muy ingenua para justificar su deriva fanática por Europa tras Joyce, Kafka e incluso Zafón. Su trilogía es una excelente forma de integrarnos en la literatura de masas internacional. Nada tiene que envidiar a los autores nórdicos, de los que bebe más que los peces en el agua, ni a cuantos persiguen la excelencia y las ventas en el mercado con novelas negras, policiacas o «thrillers»; interesada confusión de los géneros que hacen de Gellida, Silva, Palomar, Redondo, Del Árbol y demás la generación del «best-seller».