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Entrevista
Ana Merino: «La presión es juvenil. Ya con 54 años persigo el disfrute»
La Premio Nadal de 2020 publica «El camino que no elegimos», una novela, como ella define, «del amor»

La mesa en la que Ana Merino espera a que pasen los periodistas podría ser sacada de algún aula educativa, pues sobre ella hay un estuche, lápices de colores y un sacapuntas. Tal y como si en un examen de plástica se encontrara, está dibujando en la primera página del libro que le otorgamos una orquídea, ya que en «El camino que no elegimos» tiene una especial importancia. También es probable que se sienta inspirada por el ambiente floral de la Biblioteca Eugenio Trías del Retiro, pues la conversación mantenida y convertida ahora en microrrelato, con el debido respeto a los profesionales de la narrativa, transcurrió en ella.
Su nueva novela, como ya es sello de la casa, presenta una coralidad de personajes interconectados entre sí. «Nuestras vidas son corales, no estamos solos. Me gusta dialogar con muchas realidades a la vez», explica. Y es consciente del reto que supone encontrar el equilibrio modélico para que ninguna de las tramas escasee de relevancia, pero disfruta mucho «la belleza de poder dedicarle horas a cada una».
Otra de las características de la prosa de Merino, que adora, es atribuir a todos los capítulos un nombre. El primero en esta ocasión ya posee una intrigante interrogación: «¿Qué sostiene un matrimonio?». «Me gusta lanzar interrogantes y preparar al lector», reivindica la autora, que es también poetisa, por lo que la titulación le parece imprescindible.
«El camino que no elegimos» da comienzo con Juana, una mujer de mediana edad que acaba de romper con su pareja, Connor, después de veinte años juntos. ¿La razón? Él ya no está enamorado. La escritora considera que es una oportunidad para que los lectores reflexionen acerca de sus propias vicisitudes sentimentales. «Él toma una decisión valiente, pues cuando se rompe el amor no hay que llevar una doble vida», sentencia. La gran duda que se plantea ahora es si dejar ir también es una forma de querer, y Merino lo tiene claro: «Es un gesto sabio, y la sabiduría es amor».
Esta anécdota es el punto de partida para un análisis de cómo muchas veces nos toca, haciendo honor al título escogido, recorrer senderos que no se escogieron y conseguir entenderlos. En el entramado también está Cécile, íntima amiga de Juana, que, llevando toda una vida negada al romanticismo, está conociendo a Marco. Finalmente se encuentra Lieke, la nueva pareja de Connor. La escritora pasó treinta años viviendo en Estados Unidos, lo que otorga una explicación a la cantidad de figuras extranjeras que inundan su narración.
El viaje a muchas partes
Así, sus vivencias por el país norteamericano constatan que fueron precisamente el camino que no escogió. Marchó para permanecer únicamente doce meses, prolongando la estancia hasta las tres décadas. «Me asomaba al camino con la idea de volver a España pero nunca llegaba». Ha sido sólo hace un año y medio cuando regresó, por lo que la semilla de esta idea germinó a miles de kilómetros del Madrid donde ahora se encuentra.
El enclave transoceánico también permite a su creadora viajar a lugares que guarda en su memoria y alma: «He acercado una América que he conocido a mi público». Entre otras localizaciones, este homenaje incluye a Carolina del Norte, que fue su primer destino como profesora; Ohio, donde hizo el máster; y Pittsburgh, la ciudad de Pensilvania en la que realizó su doctorado. No obstante, la novelista niega que su publicación sea una autobiografía: «Es cierto que siempre se ponen en cada personaje elementos propios, pero mis historias son ficción que se alimenta de ficción», afirma de manera rotunda.
«Siempre vamos a sufrir por amor, pero en ese movimiento nace una naturaleza nueva»
Sea verídico o no, los entresijos del corazón son una preocupación que acecha las conciencias desde tiempos inmemorables. En los tiempos cibernéticos que corren se han popularizado términos como «responsabilidad afectiva» o «ghosting». Como de amor parece que va la charla, es ocasión de preguntarle a Ana Merino sobre si le remueven algo en su interior. «Esas experiencias son tecnológicas, mientras que mi relato es de amores cercanos, de convivencia. También hay lugar para el amor de la comunidad e, incluso, para la familia», explica. Sobre si se condena en exceso al que vive muy intensamente las sensaciones, explica que, con el paso del tiempo, a pesar del dolor sufrido, siempre quedan recuerdos y, como ella dice, «el rastro de lo que se amó pero no pudo ser».
Esta todoterreno de la literatura hace cinco años recibió el prestigioso Premio Nadal por su obra «El mapa de los afectos». A pesar del regocijo que ocasiona el mérito, también es posible que aparezca la sensación de agobio por mantener el éxito cosechado: «Siempre intento hacerlo lo mejor posible, pero esa mirada de la presión está ligada a la juventud. Yo, con 54 años, lo que persigo es el disfrute», confiesa, corroborando que los certámenes siempre son motivo de alegría para ella.
Cualquiera podría alegar que ese rumbo tomado, por poco escogido que fuera, no ha dejado de dar una buena cosecha en la carrera de su caminante, ya que se ha colocado como una de las voces de las letras españolas más potentes de la actualidad. Por lo tanto, y unido a su pasión por las preguntas, nace la cuestión: ¿ha sido una salvación no escoger el camino deseado? «Ese es el misterio de la vida. A veces tienes anhelos que no se cumplen, pero te llevan a otro lugar. Hay que aceptarlo y tomárselo con curiosidad y optimismo», confiesa.
Para ser capaces de construir esta senda de ilusión y festejo de la vida nace «El camino que no elegimos». Porque, como ella misma dice, «el amor debe celebrarse». Por ello, para tener un buen «final de libro», Merino intenta aportar una opinión sobre si es posible dejar de sufrir por amor. Su respuesta es la forma perfecta de cerrar esta entrevista y abrir su historia: «Siempre vamos a sufrir por él, pero en ese movimiento florece una naturaleza nueva».
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