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Raúl Rivero: silencio, ha muerto un poeta

El poeta, periodista y figura emblemática de la intelectualidad ha fallecido hoy en Miami a los 75 años
EfeEfe

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Murió Raúl Rivero en Miami, lo único que se me ocurre es reaccionar con un extenso silencio. Un triste silencio. El gran gesto último de libertad de un poeta debe ser honrado con la justa y hermosa palabra silencio. Me han pedido que escriba sobre Raúl Rivero, y yo sólo puedo ahora recordar sus aciertos, apartar sus errores, aunque no podré borrar sus rarezas personales con relación a mi. A mi que puse mi obra en función de su libertad cuando estuvo encarcelado, que fui su coeditora en Francia, y su amiga por encima de las diferencias. Lo siento, no soy perfecta. Pero me ahorraré enumerar esos desagradables desencuentros.
Conocí a Raúl Rivero con 18 años, a través de la lectura de unos poemas revolucionarios suyos, muy buenos poemas, por cierto, en una época en la que todos escribían poemas revolucionarios (ahora nadie los escribía, pero la realidad es otra); trabajaba entonces con el que era el tercer hombre de Cuba, el ideólogo del Partido Comunista de Cuba, Antonio Pérez Herrero, que cuando a su vez cayó en desgracia con los hermanos Castro se estampó contra uno de esos árboles que les atraviesan en el camino y perdió la vida, o sea, se la “perdieron”, como al Comandante Barbarroja y como a Oswaldo Payá
y Harold Cepero. Poco tiempo Raúl después cayó en desgracia, yo seguí encontrándomelo, animándole, aprendiendo a quererlo, y lo más extraordinario, él también lo hacía conmigo, me animaba y decía que me apreciaba más allá de cualquier cosa. Pocos años después, junto a otra excelsa poeta, María Elena Cruz Varela, y otros grandes escritores y periodistas, formaron el grupo Criterio Alternativo y enfrentaron corajudamente al régimen.
El antiguo diplomático en la URSS en representación de Cuba, el periodista preciso, el poeta elevado, se situó a finales de los ochenta del lado del pueblo, o sea, del lado de la verdad, y fundó la agencia independiente informativa Cuba Press. Desde Reporteros sin Fronteras lo apoyé, como también lo apoyé desde el periódico El Mundo, su antiguo director y fundador Pedro J. Ramírez puede dar fe de ello. Lo apoyé como apoyo invariablemente a todos aquellos en los que creo. Creí en Raúl Rivero como poeta, seguiré creyendo en el poeta hasta el fin de mis días. Dejé de creer en él como luchador político porque también él dejó de ser leal a lo que nos unía, una amistad desprovista de intereses secundarios, aunque con un único interés primordial: Cuba.
Hay quienes dicen que la poesía de amor y de vida es mucho más importante que la poesía política, en algunos poetas eso no se cumple. No se cumplió con Heberto Padilla y tampoco con Raúl Rivero. Hay poemas políticos de Padilla y de Rivero que forman parte de un universo amoroso patriótico que nada tienen que envidiarle a su poesía de amor de humanista, de hombre, de ciudadano, de periodista y luchador cívico. Y qué mejor prueba que está aquí debajo:
Propiedad privada
Esta mujer es mía
mi instinto de animal
no me permite prestársela a un amigo.
No la comparto
ignoro si me presento ahora
como un monstruo ante ustedes
pero no cedo, no la doy
no le permito que entregue a nadie más
su corazón que a mí.
Esta mujer es mía
míos son sus afectos y sus lágrimas
su amor, su juventud
su carne, su tristeza
sus desesperaciones, sus manías
sus malas noches, sus dolores
sus amarguras y sus sufrimientos.
Esta mujer es mía
no la comparto
no la entrego
la defiendo de extraños
la resguardo de cataclismos y epidemias
la alimento y alimento a sus hijos
la abrigo y la poseo
le canto y la fecundo.
Ésta es la realidad.
Juzgadme con mesura
profundizando bien sobre estas cosas
y vamos todos a firmar este poema
en La Habana
en la década del 70
en medio de una lucha feroz por ser mejores
porque más nadie escriba nunca esta mujer es mía
como si fuera un libro o una lámpara.
Firmemos, ayúdenme a testimoniar este momento
queridos contemporáneos míos.
Duele perder a Raúl Rivero, aunque entre ambos estaba casi todo ya perdido, dijera lo que dijera él de mi para elogiar mi escritura frente a otros, y pensara lo que pensara yo elogiosamente de él mientras contaba la verdad de nuestro amargo distanciamiento frente a esos mismos otros. A veces desde la distancia nos amamos mejor. Duele perderlo porque perder a un poeta es perder un trozo importante del espíritu, en este caso es perder un fragmento indispensable y necesario de nuestra patria cubana. Duele saber de él sólo así, cuando ha muerto, luego de haber estado tanto ahí para su vida mientras estuvo preso, mientras defender su libertad era defender la libertad de mi país.