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Antonio Pérez Henares, con una mano en el arado y otra en la lanza

Publica «Tierra vieja», su obra más personal y donde rescata «la memoria de nuestros antepasados»

El periodista y escritor Antonio Pérez Henares lanza con «Tierra vieja» su novela más personal
El periodista y escritor Antonio Pérez Henares lanza con «Tierra vieja» su novela más personalEdiciones B

Dejar a un pueblo sin su historia es, en palabras de Antonio Pérez Henares, «una auténtica locura». Sin una memoria histórica, «el Acueducto romano de Segovia sería un montón de piedras, o no sabríamos quién hizo ni cuándo la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada. Quieren arrebatarnos nuestra memoria colectiva, que seamos una especie de pavesas en el viento sin raíz, para llenarnos la cabeza de porquería, de vacuidad y de estupidez», zanja el periodista y escritor, autor de la prestigiosa trilogía prehistórica «Nublares». Es este riesgo hacia el desconocimiento y el desarraigo una de las razones por las que publica «Tierra vieja» (Ediciones B): «Con este libro quiero que se recupere la memoria de nuestros antepasados, de quienes cultivaron y prevalecieron», explica, refiriéndose a una novela que traslada al lector, a través de un exhaustivo rigor histórico entre el siglo XII y XIII, a las fronteras de la Extremadura castellana por las sierras, las alcarrias, el Tajo y el Guadiana.

Nada más descolgar el teléfono, el escritor avanza que «estoy feliz, porque acabo de recibir el Premio Iberoamericano de las Letras de la Fundación Carlos III», celebra. Y lee textualmente el acta del jurado que tiene entre sus manos: «En reconocimiento a una ejemplar y brillante carrera profesional en beneficio a la sociedad española y su reflejo en la hispanoamericana. Esto anima mucho». Tiene, por tanto, razones de más para celebrar, pues el galardón se une a la publicación de dicha novela, que la define como «la más personal que he escrito. Por un lado, porque hablo de mi propia tierra, donde crecí, y porque la trato no desde el punto de vista de los hechos de los reyes, que fueron brillantes todos los Alfonsos, sino del de la gente de a pie, quienes vivían en aquella frontera, labraban su tierra, la mantuvo, combatieron y sufrieron». Esos hombres y mujeres que protagonizan «Tierra vieja», que tenían una mano en el arado y otra en la lanza, explica Pérez Henares que llegaron a ese peligroso territorio, donde la frontera dividía a cristianos de musulmanes, «porque eran hombres libres. Tenían un fuero, unos derechos y la propiedad de la tierra, que podían traspasar a sus hijos. Ya no labraban las tierras del señor, sino las suyas, y en los concejos se organizaban como personas libres, elegían a sus jueces y alcaides». Traza, por tanto, una epopeya de esa gente del común, grandes protagonistas y «unos héroes, aunque sus nombres no estén en los linajes de nobles ni reyes. No es que haya ninguna tacha en estudiar las hazañas de los reyes –continúa–, sino que es importante también estudiar el paisaje de las gentes: los mercados, cómo se labraba la tierra, cuáles eran sus ropas, sus ideas o sus ilusiones».

Antonio Pérez Henares traslada al lector en "Tierra Vieja a las fronteras de la Extremadura castellana
Antonio Pérez Henares traslada al lector en "Tierra Vieja a las fronteras de la Extremadura castellanaEdiciones B

Delirantes rococó

«Tierra vieja» es, por tanto, la historia de nuestro entorno, de una tierra que, matiza Pérez Henares, «no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a ella». Y sigue siendo hoy un paisaje trabajado, cuidado, cultivado, por lo que «no hay expresión que más me fastidie que la de ‘’España vaciada’'», rechaza el periodista. «El campo no es una postal donde los guerreros urbanos van a repostar para quitarse su estrés, mientras protestan airadamente porque les molesta un gallo que canta. Los campos son lugares de cuidados, labores continuas, y están soportando lo que no soporta nadie. Los urbanitas responden a una soberbia estúpida, todos son amantes de la tierra pero al estilo Walt Disney, porque no saben que para comer jamón hay que matar al cochino. No mitifican la naturaleza, sino que la adulteran y tergiversan, y acaban creyendo que los corzos son amigos de los lobos y un león es colega de Pumba el jabalí. Es ignorancia total», asegura el autor. Ante esto, reclama que «el hombre es sapiens porque es y fue cazador, la ganadería es caza estabulada, lo que antes se hacía de manera salvaje. La manifestación de más de 500.000 personas del campo, si hubieran sido 15 payasos haciendo una performance seguiría comentándose en todas las tertulias». Es por ello que hay que poner el foco en quienes realmente conocen, pues, asegura el periodista, «el que trabaja la tierra y un científico se entienden mejor que un delirante rococó de estos».