Mentiras históricas

Distorsiones de la colonización

El libro “7 memorias históricas silenciadas o distorsionadas” se adentra en acontecimientos del pasado que han quedado fijados como relatos poco fieles a la realidad

"Primer desembarco de Cristóbal Colón en América", óleo de Puebla y Tolín
"Primer desembarco de Cristóbal Colón en América", óleo de Puebla y TolínMuseo del Prado

Más que siete memorias, lo que recojo en «7 memorias históricas silenciadas o distorsionadas» (Libros Libres) son unos cuarenta hechos concretos que he reunido en siete capítulos al referirse a siete momentos de la historia de España. En el epílogo comunico una parte de los sentimientos que fue suscitando el conocimiento de los acontecimientos a los que me he referido: de la contribución española en América, a la actitud de la Iglesia ante las injusticias sociales, los motivos de la Guerra Civil o o si deberíamos denunciar ante el Tribunal Internacional los crímenes producidos en el Frente Popular.

Limitándome a lo recogido en el capítulo primero, que versa sobre el descubrimiento y colonización de América, expreso mi admiración y agradecimiento a las siguientes personas:

  • Al verdadero descubridor de América, que no fue Cristóbal Colón, sino el andaluz Alonso Sánchez, que al morir dejó sus mapas, conservados lamentablemente en secreto por Colón.
  • A los laicos y a los religiosos franciscanos que denunciaron ante los reyes, entre otras conductas, la práctica de la esclavitud promovida por Colón, que al poco tiempo fue arrestado y enviado condenado a España, junto con sus dos hermanos.
  • A la reina Isabel de Castilla, que reaccionó violentamente cuando Colón le envió esclavos indios, y anunció públicamente que «aquellos que hubiesen tenido esclavos deberían devolverlos, so pena de muerte, libres a su lugar de origen».
  • También a la reina Isabel por establecer las denominadas «encomiendas» y posteriormente las «reducciones» (promovidas por jesuitas) para la protección y dignificación de los indios respecto al peligro de ser captados como esclavos por los caciques incas de Perú, o por los aztecas de México, o por algún posible cacique español, o el peligro de ser torturados y matados como sacrificio a los dioses. La monarca estableció que nunca habría indígenas esclavos en Iberoamérica (a diferencia de lo habitual en todos los imperios); que deberían cobrar por sus trabajos lo mismo que los españoles; que no se permitirían conversiones a Cristianismo motivadas por complacer a los gobernantes españoles o responsables de las encomiendas.
  • A la reina Isabel y sus sucesores Carlos I y Felipe II, por haber mantenido la obligación de proteger las lenguas indígenas al exigir a maestros españoles, y misioneros, dirigirse a los indios en sus lenguas.
  • Al arzobispo de Lima, Jerónimo de Loaysa, por haber exigido –y logrado– que se cumpliese la obligación de restituir a los indios indígenas las propiedades y bienes de los que algunos conquistadores se hubiesen apropiado. Asimismo, por haber creado la primera Facultad Universitaria, en Lima, sobre lenguas y culturas indígenas; y a todos los españoles que contribuyeron a proteger a los indios en su derecho a la educación, logrando notablemente dignificar la vida de pueblos indígenas, que en su gran mayoría vivían al nivel de la Prehistoria.
  • Igualmente, a todos los que, siguiendo las leyes de los reyes de España, lograron una calidad, respecto a los derechos laborales, que supuso un adelanto de tres siglos respecto al tratamiento de los trabajadores en Europa.
  • Al emperador Carlos I, por acoger la recomendación del dominico Bartolomé de las Casas y los profesores de la Universidad de Salamanca, de convocar un seminario para investigar si era conforme a la justicia seguir colonizando nuevas tierras en América, aunque fuese con el objetivo principal de dignificar la vida de los pueblos indígenas. Esta decisión ha sido reconocida como única en la historia mundial.

Hoy es algo sabido que el principal responsable de la Leyenda Negra fue Bartolomé de las Casas, autor de un libro en el que, sin informarse de las valiosas iniciativas de españoles para la promoción humana y social, a favor de los indios, se dejó llevar de su visión paranoica sobre todos los proyectos de los españoles en América. Los abusos que él denunció en el trato de los indios, de forma generalizada, hoy es sabido que él observó cómo su padre los había cometido. Por suerte, la esclavitud con indios de América solo la pudo llevar a cabo un breve tiempo Cristóbal Colón –hasta que fue procesado por orden de la reina Isabel– y, precisamente, el padre de Bartolomé de las Casas. En ningún país de América, bajo el control de los reyes de España, pudo practicarse.

En el libro informo así sobre actuaciones concretas, dirigidas y controladas por Isabel, y después por los emperadores Carlos I y Felipe II, que supusieron la protección de los indios en sus derechos a la vida y la seguridad; sus propiedades y bienes; sus lenguas y culturas; la educación; su capacidad laboral; y su derecho a la salud. Buena parte de esta protección, y en especial la referente a sus lenguas y culturas, fue desapareciendo a partir de las actuaciones centralistas de los líderes de la Independencia.