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Poesía

Marcos de la Fuente, un poeta en Nueva York: "Hay que sacar la poesía de los palacios"

El gallego presenta "Valles profecía", donde reúne los versos callejeros surgidos de su vida de barrio en Brooklyn

Entrevista a Marcos de la Fuente . David Jar David JarPHOTOGRAPHERS

Hace mucho que Marcos de la Fuente (Vigo, 1976) vivió en Madrid. En tiempos de «antes de las Cuatro Torres», señala en su regreso. La vida en la capital ya pasó, aunque, por unos días, está de vuelta. Y lo hace con una agenda frenética llena de «performances», actos, firmas y, sobre todo, con un nuevo libro bajo el brazo en el que recopila buena parte de la poesía que ha escrito desde que desembarcó, en 2017, en Nueva York, «Valles profecía» (EspasaesPoesía).

En él, afirma, «veremos al poeta que llega a la gran ciudad» y plasma sus impresiones del nuevo mundo. Una urbe muy alejada de la Gran Manzana por mucho que esté a diez minutos de ella. Desde Williamsburg, en Brooklyn, De la Fuente enseña la vida de barrio al otro lado del Atlántico: «Saludas en la pescadería y en la panadería. Allí no hay rascacielos, solo casas pequeñas», asegura el también codirector del Festival Kerouac (Vigo, Nueva York y Ciudad de México), además de responsable cada mes del evento «Se buscan poetas», en el Bowery Poetry Club de Manhattan.

Por las páginas de estos «Valles...» aparecen sus raíces «galegas», el fenómeno de la migración, la experiencia de vivir en Nueva York, su crecimiento como artista... Versos «con una clara crítica social» en los que la poesía se entiende como «algo transformador», puntualiza un autor que siente la responsabilidad de dar voz a quien no la tiene: «Vengo de la oralidad y creo más en la calle que en el papel por mucho que el libro sea un formato necesario para transmitir».

Para ello, sus versos son largos, directos e incitan a la acción y a la reflexión. Establece «un diálogo de tú a tú con el lector». Cuando De la Fuente se sienta delante de la hoja en blanco escucha su propia voz. Se imagina «en un escenario ante 10.000 personas». Este rapsoda practicante del «spoken word» escribe «para ser recitado, para coger el libro y leerlo en alto. Sin barroquismos ni palabras enrevesadas». Composiciones para la calle, insiste: «Hay que bajar la poesía de los pedestales y dársela a la gente. Desmitificarla, quitarla de los palacios... Hay que perderle el miedo. Debe estar en el día a día. Seríamos una sociedad mejor si consumiéramos más poesía».

Apuesta por un consumo sugerente. Sin bostezos. Por eso no dudó en entonar, a su manera, el «Oh, capitán, mi capitán» de Robin Williams cuando vio que en una universidad de Chicago «la gente se dormía», recuerda. De la Fuente paró el acto, se subió a una mesa y comenzó el recital. «Fíjate qué chorrada, pero ya cambias las reglas. No debe ser algo serio».

Su asalto a Nueva York fue, asegura, por necesidad. Eso sí, «como buen gallego, debía haber un horizonte con agua»: junto a su pareja (también artista), sintió que era el momento de buscar «una pecera más grande». Cruzó el charco influenciado por la Generación Beat; y, una vez allí, «investigando», encontró una urbe «en la que hay mucha poesía en español».

Del pequeño sueño americano a la pesadilla trumpista

Fue el despertar en un «pequeño sueño americano» que, ahora, «se está convirtiendo en pesadilla» por la Administración Trump: «Sentimos los nubarrones encima. Para mí, que trabajo con la palabra, es un problema que no haya libertad de expresión, que no puedas escribir y decir lo que quieras. Pero también es un reto y me hace sentirme más necesario. Es el poeta convertido en profeta al frente de la revolución; el poeta que no puede estar callado; el poeta que si no puede gritar “free Palestine” se lo tatúa en el pecho... Pienso que estoy en el lugar que debo, en el meollo. Se están prohibiendo cosas, se echa a profesores de las universidades, se cortan visas por llevar pañuelos palestinos al cuello... Es un momento de riesgo por mi discurso y eso tiene una parte excitante. Te hace crecer y surgen nuevas cuestiones».

Con esto, De la Fuente busca despertar conciencias. Es un objetivo «osado», sostiene, para un hombre que «no ha venido a salvar el mundo» pero que sí va detrás de la utopía: «Hay que ver hasta dónde llegas en ese camino». En su día, a su llegada a la Gran Manzana, su cabeza perseguía a aquella Generación Beat de los Kerouak, Ginsberg y compañía, aunque fue inevitable terminar invadido por Lorca. «No fui por él, pero se me apareció. Se le siente en la ciudad. “Poeta en Nueva York” está en todas las librerías». E inevitablemente, le terminó rindiendo tributo «con una serie de lecturas musicadas en la que me empapé de su espíritu». Incluso «estuve buscando su duende por las calles». Aun así, nunca intentó siquiera compararse al maestro de Fuente Vaqueros: «¡Jamás!, por mucho que sí ha tenido influencia en mi escritura. Yo soy más luminoso y optimista que él».

  • 'Valles profecía' (EspasaesPoesía), de Marcos de la Fuente, 112 páginas, 15,90 euros.

Una obra sin su poema fundacional

►De la Fuente es «muy mitómano». Sueña con un futuro a 30 años vista en el que alguien decida reeditar este «Valles profecía» e incluya el poema clave que da nombre a la obra y que, afirma, «no está en el libro»: «Me gusta hacer estas cosas. ¿Debería estar? No lo sé». Hasta ahora, lo guarda en un cajón a la espera de ser rescatado... o no. Y aunque no estén esos versos, el volumen de Espasa es Poesía sí contiene su esencia: «Los valles son los poemas y las cordilleras los versos; igual que, en Nueva York, los rascacielos son las cordilleras y las calles los valles». Y también está la «profecía»: «El lenguaje del futuro es la poesía. Muchas veces escribes y no sabes bien qué has hecho hasta que lo lees meses después. Ahí es cuando lo entiendes y, entonces, surge la figura del poeta prometeico».