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Vanessa Montfort, Premio Primavera de Novela por una obra sobre la asesina de 600 hombres

La escritora recupera en 'La Toffana' la figura de una mujer que, en la Roma del papado, inventó un veneno que distribuyó a través de una red organizada

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Suspiraba con fuerza Vanessa Montfort ('La mujer sin nombre', 'La hermandad de las malas hijas'...) cuando Carme Riera –presidenta del jurado– pronunciaba su nombre en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao. Dese ese momento, su nombre se convertía en sinónimo del Premio Primavera de Novela 2025. «Es un momento de cambio de ciclo», arrancaba. «Esta primavera se cumplen veinte años de que comencé a publicar y también celebro mis cincuenta primaveras. Me dedico a las palabras y hoy me faltan...».

Con la cuadratura de ese círculo «primaveresco» iniciaba la escritora su intervención tras saberse que su obra 'La Toffana' (Espasa) era la vencedora entre un total de 1.221 títulos presentados. Se recupera de esta forma un personaje histórico que Montfort ya abordó en los escenarios junto a la directora María Herrero, en 2022, y que había sido «olvidado», lamenta.

Para el jurado, el personaje central de la trama, ambientada en el siglo XVII, es «fascinante» y «nos hace dudar sobre si su proceder es criminal o justiciero».

Giulia Toffana vivió en Palermo, primero, y en Roma, después; y, aunque poco conocida, ha llegado hasta nuestros días por ser la inventora de un veneno que usaban las mujeres «malmaridadas» para liquidar a sus esposos. Hasta 600 asesinatos se le imputan a la cabecilla de una red organizada que terminó sus días en la horca.

«¡Se han llevado a la Toffana! ¡Libertad para la Toffana!», gritaban las mujeres por las calles de la Roma del papado. Las féminas de todos los barrios se habían echado a la calle. Era febrero de 1658, y la boticaria, junto a otras compañeras, estaba siendo escoltada por la guardia del Santo Oficio para ser interrogada tras abandonar las protección de los muros del convento que las refugiaba.

Montfort asegura que llegó hasta el personaje cuando «rastreaba venenos», pero que los motivos de esa búsqueda son lo de menos, ríe. Una vez descubierta Giulia, su figura se convirtió en una obsesión. El Agua Toffana quedó al margen y la investigación se centró en su creadora, de la que «apenas había cuatro párrafos», dice. «Buscas y te aparece de todo». La «damnatio memoriae» a la que fueron condenadas las culpables cumplió con su objetivo.

Es por ello que la autora se fijó la meta de acceder al Castillo de San Angelo, donde se guardaban las actas del juicio. Sin embargo, eso esa tarea más que imposible: «Se necesitaba permisos civiles y eclesiásticos». Los documentos «estaban ahí, a la vista de todos y nadie los había consultado», afirma sobre una transcripción del XVIII que se guardaba fuera de las siete llaves de castillo de Sant’Angelo. Apenas un investigador norteamericano se había dejado caer por ellos.

En esas 1.600 páginas se encontraba con detalle todo un proceso que Montfort define como «muy mediático y contemporáneo». Una suerte de «CSI de la época» en el que no se profundiza en la biografía de su protagonista, pero que sí hace hincapié en «los detalles más escabrosos del caso».

Entramado piramidal

Allí aparecen los detalles de la red de «La Toffana». Un entramado «como el de Thermomix», señala de esta venta piramidal que tuvo ocupados a los agentes del orden durante dos años: «Eran muy escurridizas. El veneno se distribuía desde la Piazza Navona y con la complicidad de la Iglesia. Lo vendían en frascos de agua de San Nicolás y al utilizarlo se convertían en reclutadoras», explica de una mafia a la que el tema «se le fue de las manos».

Al leer todo ello, la nueva premio Primavera reconoce que tenía el argumento para la obra. «No había películas, ni literatura, ni nada. No se había rescatado». Además, las ausencias en su vida son puro alimento para una autora como la propia Montfort.

En lo que no ha querido entrar la escritora es en juzgar a la Toffana. «No me he posicionado porque debe ser el público lector el que entienda o no sus razones. Yo me he ido más a la causa que a si moralmente tenían motivos», asegura en referencia a una época en la que las leyes «eran abusivas», puntualiza: «El feminicidio era legal. Un hombre que mataba a su mujer no iba a la cárcel. No es lo mismo un contexto de indefensión que cuando la ley te protege. La madre de Giulia sí había podido tener una botica, pero después de la hambruna las mujeres solo estaban para tener hijos... En ese contexto se pueden entender las razones».