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Crítica de clásica

A lo grande

Mendelssohn ha recibido en España siempre mucha atención en un grupo de obras selecto

El barítono Konstantin Krimmel .
Obra de Mendelssohn. Soprano: Ilse Eerens. Mezzosoprano: Stefanie Irányi. Tenor: Siyabonga Maqungo. Barítono: Konstantin Krimmel. Niño solista: David Rabadán Hernández. Solistas del CNE: Margarita Rodríguez, Francisca Calero, Beatriz Oleaga y Rosa Ramón. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director del CNE: Miguel Ángel García Cañamero. Director musical: David Afkham. 18-XII-2022.

Mendelssohn ha recibido en España siempre mucha atención en un grupo de obras selecto y muy poca en otra serie de partituras que, al escucharse, se piensa inequívocamente en el motivo de que no tengan mayor espacio en el repertorio central. Elías es una de ellas, un oratorio algo deudor de Haydn, que aúna el tratamiento de la voz de “La pasión según San Mateo” de Bach con una admiración evidente a las estructuras dramáticas de los oratorios händelianos. A pesar de todo ello, el compositor consigue incluir innovaciones, rincones, matices que subrayan la perspectiva del pensamiento romántico, con una oscuridad en la paleta tímbrica impensable tres décadas antes. Es el trabajo, resumiendo, de un genio que sabe filtrar las estéticas para quedarse con las intensidades de otros tiempos y sumar las propias.

Para la despedida del año 2022 de la Orquesta y Coro Nacionales de España se escogió este oratorio, tan querido por algún que otro antiguo director de la formación, y mediante el cual toda la OCNE puede emocionar y lucirse a una misma vez: por empaste y dutilidad, el coro; por sonoridad y atmósferas, la orquesta; y por conocimiento del estilo y gesto para transmitirlo, el propio Afkham. Los solistas supieron adecuarse a sus papeles, destacando de forma especial Siyabonga Maqungo, un tenor de los de voz carismática, de timbre terciopelo y fraseo natural, que no precisaba más de un arco melódico para dar lección de estilo de canto. El Elías de Konstantin Krimmel fue seguro, denso, con presencia dramática y volumen suficiente. Suyo fue el gran momento del oratorio, el “Est ist genug!”. Intervenciones correctas de Ilse Eerens y Stefanie Irány. Muy hermosas (por candor, por pertinencia sonora, por empatía) las breves apariciones de David Rabadán Hernández, un niño que no acusó ni un ápice de nerviosismo y que disfrazó de sencillez un fragmento comprometido.

En cualquier caso, el protagonismo era, obviamente, para el coro, con intervenciones matizadas, mucho trabajo de empaste y una buena planificación por secciones. Los guiños a Bach con el lenguaje fugado fueron elegantes y no perdieron claridad ni pronunciación. Las cuatro solistas cumplieron sobradamente. Por su parte, Afkham se centró en las posibilidades expresivas de una obra de estas características, sin abusar del volumen y con una gradación dinámica menos extensa de los esperado, lejos de los extremos, pero variada. La ONE respondió con entrega y gusto por la obra, consiguiendo algunas de las ovaciones más intensas de la temporada.

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