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Entrevista
Vivió junto a sus padres y sus hermanos, seis en total, en el garaje de un familiar porque sus padres perdieron la vivienda. Rebecca Marie Gómez (Los Ángeles, 1997) decidió con 9 años que quería ser artista para ayudar a su familia a salir adelante. Así subsistieron tres años tratando de salir adelante en Inglewood, «el barrio», como Becky G se refiere a sus orígenes en un perfecto castellano. Su determinación fue absoluta y se convirtió en una artista de pop anglosajón con delicados rasgos hispanos. En 2018 se hizo internacionalmente conocida por las muy picantes «Sin pijama» y «Mayores» (¡junto a Bad Bunny!), temas que la lanzaron al estrellato y por la que se reveló como una chica menuda de armas tomar. Firme en sus convicciones y con actitud callejera, Becky G siguió buscándose y, aunque su español era algo insuficiente, estudió para profundizar en el universo de la canción tradicional mexicana. Ahora, reconocida por Harvard y con varios Grammys en su haber, Becky G es una líder latina en EE UU. Publica «¿Qué haces?», junto a Manuel Turizo, y presenta candidatura para canción del verano.
Hablamos en 2018 y ha cambiado mucho desde entonces.
He aprendido del proceso, a disfutarlo y no tratar de controlar. Me siento una artista diferente..
¿Queda algo de la inocencia, de la ilusión?
Me siento más inspirada que nunca y más cerca de la Becky de 9 años que empezó esto. Tengo paz, me acepto a mí misma y sigo soñando soñando. Los sueños de esa niña vienen de la inocencia pero también nacen de la necesidad de ayudar a mi familia en tiempos difíciles. Decir con 28 años que soy una artista y que decido seguir soñando me empodera.
No debió ser fácil.
No soy la única: muchos en mi comunidad que somos segunda generación de nacidos en los EE UU que tenemos que aguantar el peso de los sacrificios de los que nos trajeron adonde estamos, como mis abuelos y mis padres. Creo que hay un orgullo en eso.
En Los Ángeles ha habido manifestaciones de emigrantes.
Es algo triste. Yo soy orgullosamente de L. A. (enseña un tatuaje en su antebrazo con el nombre de la ciudad) y eso está impactando a mi familia, a mis fans, y yo me siento implicada. Trato de que la gente se sienta identificada y representada. Y eso me motiva especialmente con lo que está pasando. Gracias por preguntar, quiero hablar de lo que pasa. Es importante.
¿La música puede vencer la intolerancia?
Sí. Soy una persona que no es ni de aquí ni de allá. En Estados Unidos soy mexicana y en México soy estadounidense. Tengo dos mundos, dos idiomas y una crisis de identidad permanente. Pero lo uso como un superpoder. Y claro: no soy la única. Además, las mujeres estamos rompiendo esquemas en la industria de la música.
Ha cambiado la mentalidad.
Incluso entre mujeres. En muchos años, especialmente la prensa, colocaban a una contra otra. Solo hay sitio para una, y estamos como programadas para mirarnos como competencia. Pero nuestra generación ha cambiado eso.
Ha profundizado en su raíz.
Han sido años muy importantes para reencontrar esa chispa e inspiración que tenía la Becky de 9 años. Me siento muy agradecida de haber podido reencontrar esa frecuencia y ese espacio, de mis raíces. Porque, ¿quién soy yo sin los sacrificios de mis abuelos y de mis padres? No estaría aquí sin ellos.
Se guía por lo emocional.
Fue un proceso bonito pero doloroso. La música mexicana, ay, es emocional. No me sentía segura hablando en español, pero cantando... es parte de mi alma. Así que me daba miedo hacerlo, tenía que prepararme, poder hablar en español. Y si no me siento segura expresándome... Tenía que ponerme las pilas, aprender, educarme, dedicar el tiempo que necesita.
¿Qué supone un reconocimiento en Harvard?
Nunca lo soñé. Es muy común hoy en día que la gente dice que eres cantante y ahí te quedas. Pero creo que el arte es más grande que eso, es reflejar el tiempos como fotografías. Creo que soy la más joven pero sí una de las más jóvenes que ha recibido ese reconocimiento y de los escasos latinos que lo han recibido. Hablé con estudiantes latinos de diferentes países y juntos nos dimos cuenta de lo que éramos capaces. Poco a poco, con los años, los latinos nos estamos empoderando. Logramos cosas en grupo, no en solitario. Y eso es lo más bonito de nuestra cultura. No hay ningún momento de mi vida en el que me haya sentido sola. Siempre sabía que podía llamar a uno de mis primos, o mi hermana o mi madre, que tengo gente para compartir el éxito y los momentos difíciles. Y eso es lo más bonito de nuestra cultura: que nunca estamos solos.
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