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Entrevista

Diego A. Manrique: "El crítico hincha ha hecho mucho daño a la música"

El periodista vuelve sobre sus recuerdos en “El mejor oficio del mundo” (Efe Eme), un libro que recopila sucesos con las estrellas a lo largo de su larga carrera profesional.

Entrevista a Diego Manrique
Entrevista a Diego ManriqueDavid JarLa Razón

Dice que su lema es "demasiado tarde como para ahora detenerse”, citando a Van Morrison, un personaje “al que detesto con toda mi alma”, según confiesa el periodista musical Diego A. Manrique. Lo detesta, cosas de plumillas, porque nunca le dio la entrevista que parecía acariciar con la yema de los dedos. “Sigue siendo un borde”, confirma con simpatía por el León de Belfast. Manrique lleva más de cuatro décadas años dedicado a medirse con criaturas de alejados planetas, con quienes ha vivido mil peripecias como la de escribir el primer disco de Bob Dylan en español (que jamás llegó a publicarse) o la mala baba de Lou Reed. Sin embargo, más que por las anécdotas, la visión de Manrique es valiosa como observador de la música popular desde hace décadas. Publica "El mejor oficio del mundo" (Efe Eme).

Había escrito "Jinetes en la tormenta", pero quedaba mucho por contar.

He seleccionado historias fuera de lo normal. Podía haber recurrido a entrevistas de grandes nombres en las que todo se desarrolló de la forma más previsible. Aquí se rompe el ritual y suceden cosas inesperadas. Vemos un Lou Reed superantipático, por ejemplo. Que la vez siguiente me acariciaba la rodilla, en ningún caso de forma lujuriosa. Pero en Atlanta estaba dejando de fumar y se subía por las paredes literalmente. Fue un concierto rarísimo.

Ha tenido mucha suerte. Hoy, el periodismo musical no tiene nada que ver.

No me puedo quejar porque, por un lado, los 80 es la época en que las estrellas de Inglaterra vienen aquí y sin las agendas de hoy en día. Es que antes se vendían discos y había voracidad para saber cosas de los artistas y subimos a ese potro desbocado. Venía un grupo a Rockola y eran jovencitos y tiernos. Los Depeche Mode que conocí no tenían nada que ver. Casi no habían salido de Escocia y venían con los ojos como platos.

También lidió con gente del antiguo régimen.

Cuando entré en TVE había un señor que todo el mundo le tenía miedo y le llamaban "Pistolín". Claro, porque llevaba arma. Pero, en general, nos beneficiamos de esa nebulosa de las nuevas libertades que no estaban establecidas aunque no se atrevían a prohibírtelas. Y eso estaba muy bien. Ahora manda el interés publicitario y las redes sociales.

La radio era, en cambio, un nido de víboras.

Siempre ha sido conflictiva, porque era limitado el número de horas. Había una competencia brutal y te hacían zancadillas increíbles. Pero bueno, tuve la suerte de trabajar en Onda 2, que era comercial, y en Radio 3. Pero la radio tiene el problema de que era limitada. Ahora están los podcast, pero antes era muy duro. Había locutores que trataban de convertir su programa en una fuente de ingresos organizando fiestas, metiéndose a managers... Recuerdo que el director de Onda 2 me llamó a su despacho y me dijo una vez: entiendo que te gusta esta música, pero ¿no puedes poner a Rocío Jurado alguna vez?

"El crítico de música pop, tal y como se manifiesta habitualmente entre nosotros, tiende a ser una criatura domada, una fiera que ni ladra ni muerde. Todo lo contrario, se excede en incienso y alabanzas".

Sí, ha hecho mucho daño el crítico o el periodista hincha que buscaba lanzar a artistas, que está muy bien, pero no debería ser el objetivo, sino el de contar una realidad. No puedes vivir de decir que eres amigo de Antonio Vega o Carlos Berlanga, por decir dos ejemplos, sino explorar mucho más y decir las verdades del barquero cuando toca. Los artistas no están acostumbrados a que se lo digan, porque viven en un ecosistema especial en el cual están rodeados de fans, de la oficina de management, de la discográfica y su objetivo es levantarles el ánimo. Pero entonces llega el tocahuevos y eso fastidia. Yo creo que he tenido buena suerte que, aunque no les guste lo que he escrito, he tenido pocos vetos. Y solo recuerdo de alguien que protestara y lo hizo de forma muy educada: fue Luis Eduardo Aute. Me llamó y me lo discutió y no pasó nada. Le entrevisté en su casa tiempo después y todo bien. Pero me hace gracia de que haya artistas que digan que el crítico español es duro. Los palos son épicos en las revistas inglesas.

¿Usted daba palos?

No, en esto hay una economía que no se menciona que es real. Te van a pagar una cantidad por la pieza mínima. ¿Por eso te vas a buscar enemigos? Muchas veces prefieres no escribirlo o te reprimes. También ha habido algunos que querían destacar siendo brutales. Si repasas las colecciones de "Rockdelux" y lees las opiniones de Santi Carrillo sobre Sabina o Fito Páez, se te caen los huevos. Es brutal. Y es su opinión. Y al fin y al cabo nuestro juicio no es definitivo, no hunde carreras. Los artistas se lo deben tomar con deportividad.

Jugaba, por tanto, la precariedad en la ecuación.

En el "Tentaciones" (suplemento de "El País") se quejaron los directivos de que todas las críticas eran buenas y algunos contestaron que, por 30 euros, no rompían la amistad con alguien. Este es un mundo pequeñito en el que es fácil que te veas con el objeto de tus críticas y hay gente violenta -como el caso de Loquillo-, pero normalmente no ocurría eso. Pero existen las tensiones porque los artistas están acostumbrados a que vayan con ellos hasta la muerte y, si discrepamos, te ponen una cruz. Pero nunca he sentido que me hayan marginado.

No te constaba que te temiesen.

No, porque no saben quién va a hacer la crítica y claro, yo soy periodista musical de discos, que es para mí el objeto principal. Me niego a que se mitifique el concierto. Puede ocurrir, pero una vez de cada cien.

¿Cómo modulaba la relación personal con los artistas?

Siempre he intentado no ser íntimo de los artistas. Si terminé en la casa Joaquín Sabina, como cuento en el libro, es porque a esa casa llovía y él tenía un taxi. Pero siempre hay que mantener vidas paralelas. Esos que presumen de que los artistas te invitan a sus cumpleaños pero yo casi preferiría que no lo hicieran.

¿Ha tenido que frenar el ego alguna vez?

La verdad es que mi sensación es la de ser un soldado de a pie. No he sufrido por el ego, nunca ha sido mi problema. No he tenido club de fans ni nada parecido.

Y al revés, ¿le afecta las opiniones de internet frente a sus críticas?

Cuando empezó Internet me asustaba mucho de los comentarios, pero luego ves que hay un porcentaje de revenidos que sabes que te van a criticar. Me preocupa más que hay quien dice que no ha entendido nada del artículo. Que no comprenden el contexto cultural. El problema es que todo el mundo lee (de aquella manera) y todos opinan.

La Movida, ¿qué fue?

El problema es que se pierde la dimensión histórica. Los grupos de la nueva ola aparecen en 1980 y todos se estrellan, menos Los Secretos. Los primeros años son duros porque la industria les acoge y luego se desencanta. También estaba "La chica de ayer", pero el caso es que la Movida se queda en terreno de nebulosa porque la única referencia eran las columnas de Umbral, que diferenciaba entre Pegamoides y Ramoncín. El problema es que había un millón más de opciones y nadie entendía nada. Luego llegaron los contratos de los ayuntamientos y eso dio la imagen de que la Movida era una conspiración entre el PSOE y unos empresarios musicales. Pero tienes que ver el desarrollo histórico para comprenderla.

Culturalmente, ¿fue valiosa?

Sí, sí. Cuando me dicen que qué queda de eso, pues... hombre, Pedro Almodóvar Santiago Auserón, Antonio Vega, fue un movimiento vigorizante con contagio asombroso: al año siguiente había Movida de Vigo, de Valencia, de Barcelona y Zaragoza. El fenómeno ocurrió en todas las ciudades importantes y de ahí sale El Último de la Fila o Siniestro Total y no digamos Golpes Bajos. En Valencia tiene sus características de mundo fashion de grandes discotecas, pero la Movida, y mira que se me atraganta la palabra, fue un terremoto. Con cosas malas y buenas, pero sin la que es imposible entender lo que vino después. Identifica a España y todavía Madrid vive de ese supuesto esplendor, aunque no haya actividad musical. Colocó a Madrid entre las capitales donde ocurrían cosas, aunque fuera una décima parte de Berlín Oeste, pero los resultados publicitarios de aquello fueron asombrosos.

Permitió que llegase después una escena de pop comercial asentada.

Incluso en su negación, que fue el movimiento "indie", en el que sólo los más inteligentes advierten que son continuidad de lo que ha ocurrido en los 60, los 70 y los 80. Es el caso de Los Planteas, cuyo caso es el de una inteligencia máxima, aunque en muchos casos dieran conciertos penosos por decirlo suavemente. A pesar de que el movimiento indie llegase para enterrar a sus padres se dieron cuenta de que sus padres y abuelos habían sido importantes.

El resto del movimiento indie no le interesa tanto.

La cuestión es que el movimiento llevaba en sí un veneno, que era cantar en inglés. Y también el ombliguismo en el sentido de que son cuestiones no ya generacionales, sino dramas personales, tratados de forma un tanto lastimera. Antonio Vega nunca fue lastimero y mira que tenía razones para serlo. Me da la sensación de que se hinchó mucho el globo y yo estaba más con la visión cínica de "Mondo Brutto" que decía que los paladines del indie, en muchos casos, eran hijos de terratenientes y magnates inmobiliarios que tenían X años para vivir la vida loca en Madrid pero que no tenían el empuje para cobertor eso en una profesión. Y están bien los artistas de fin de semana, pero para eso tiene que haber continuidad.

Curioso que se repita el tópico, porque eso se decía también de la Movida.

Es curioso y puede que haya alguna realidad. Últimamente hay mucha atención en los medios académicos al respecto. Se hacen estudios que se quedan en lo superficial, pero alguien debería hacer un retrato económico sociológico de quiénes eran esos músicos. Cuando se habla de la Movida se piensa en Berlanga y Canut, pero había montones de músicos de origen proletario de clase media y baja y con el tiempo los vuelves a ver en profesiones modestas, no son directivos de nada.

Burning eran clase trabajadora.

Completamente. Y gente muy endurecida por el negocio, porque a ellos les tocó lidiar con el circuito no de Madrid, sino de Toledo, de grandes discotecas. Y si no les gustaba, los mozos les tiraban al pilón. Burning, Coz u Obús estaban ya endurecidos.

Trata en el libro la decadencia e las estrellas hispanas, que acaban apartándose o sufriendo el rechazo de la masa social. Bunbury, Calamaro, Sabina...

Es el resultado de tener un mercado de 40 y tantos millones de personas, menos que en México. Es posible que estén sometidos a mayor presión. Pero en esos casos que dices es que se lo están buscando. No se callan. Hasta que se encuentran con una reacción fuerte. Andrés se marcha si se hace una mala referencia a la tauromaquia, por ejemplo. Es gente que está acostumbrada a tocar los cojones. Me acuerdo siempre porque vivía aquí al lado (estamos en Malasaña) y era un señor del barrio. Iba al Palentino, la gente le trataba bien, aunque a veces le daba un siroco y tiraba los muebles por la ventana.

Le trataba.

Vivió mucho tiempo sólo. Era un vecino más y listísimo, porque es el que llega de Argentina donde tenía un estatus y entiende el tesoro que teníamos con la rumba flamenca al mismo tiempo que Manu Chao, podemos decir. Que es una forma musical perfectamente adaptada para el rock y ese es un hallazgo sensacional. Carecían de los prejuicios sobre la rumba que teníamos aquí. La rumba flamenca, la vallecana, la barrial, hacia buenos discos pero un directo malísimo. Ni Los Chichos ni Los Chunguitos sonaban bien. Pero llegan estos personajes y hacen rumba con guitarra eléctrica y batería y suena de puta madre. Y esa es una aportación de Andrés, que no tenía prejuicios.

Había hasta entonces un "rockismo", la supremacía del rock.

Una de las paradojas es que, en los años 80, cuando en toda España se escuchaba la música madrileña, en Malasaña sólo se escuchaba música en inglés. Malasaña era un barrio rockero donde lo que más sonaba era el Nuevo Rock Americano, los australianos y los suecos. A mí me parecía algo degenerado, porque eran grupos españoles imitando a australianos que imitaban al garaje estadounidense que a su vez imitaba a los Rolling Stones. Y ¿qué hacían ellos a su vez? Coger la música de los negros. Era chocante que Malasaña fuera resistencia a los éxitos de esa manera.

"La música de hoy es una mierda. La buena es la de hace 15 años" ¿Cómo se ha vacunado contra eso?

Entiendo que exista de alguna manera el rechazo generacional e instintivo por lo nuevo. Pero hay una realidad que se puede cuantificar: nunca se ha hecho tanta música como hoy. Tienes todas las encarnaciones del rock disponibles, pero hay que hacer un esfuerzo, ir a buscarlo. Si le das siempre es a la playlist de los grandes éxitos de los 80... Bueno, y hay algo curioso: cuando termina la lista, Spotify te ofrece otras cosas que no están en el mismo espacio y tiempo. Pienso que la resistencia al presente es una reacción totalmente natural. No son las cosas como yo las viví, pero la cuestión es que ni tú mismo eres el de antes. La música crece en un ecosistema de jóvenes que son malos estudiantes y que tienen tiempo para escuchar discos y eso se acaba cuando tienes un trabajo de oficina y responsabilidad familiar. Me da un poco de pena la gente que dice eso. Tienes una variedad de música enorme y puedes no solo ignorar lo que está de moda: es que en las plataformas puedes escuchar lo que no escuchabas cuando crecías. Ya no es solo lo estadounidense, británico o español. Están los austríacos. Pero la música hay que ir a buscarla. Y la gente no tiene tiempo o ganas.

No se deja ir por los grupos de siempre.

Te voy a decir una cosa que me da vergüenza confesar: no hay un grupo que haya tenido una evolución mas extraordinaria que los Beatles. Siete años y 40 tipos de música diferentes. Y yo me raciono la música de los Beatles. Procuro no escucharles para mantener el espíritu de maravillarme. Es que vaya hijos de puta. ¿Cómo es posible que nos hayamos quedado con el tópico de que McCartney es el de las baladas cuando tiene unos rocanroles brutales? Y al revés: Lennon puede ser el provocador pero hace unas canciones de ternura infinita. La cuestión es no encasillarte, no quedarte convertido en un tópico. Si voy a casa de alguien y pone un disco de los Beatles, feliz. Pero no voy a ser yo quien lo haga. Y si suena el "Blonde on blonde" de Dylan pues que sea por casualidad, no porque yo lo necesite como combustible.

¿Por qué la música es un material tan delicado que garantiza polémicas?

Porque ayuda a construir muestra identidad. A mí me gustaría discutir con mis vecinos, que hacen guateque y siempre ponen canciones de Raphael y, a mí, se me atraganta. Escuchar a 20 beodos con "Mi gran noche"...

Sé que me va a decir que algo tiene, pero ¿el reguetón...?

Bueno, primero no es una música nueva. Yo en los 80 ponía reguetón panameño que entonces se llamaba dancehall y a mí me hacía mucha gracia por la riqueza verbal y rítmica, aunque derivara de los hallazgos jamaicanos. El problema es que se ha convertido en una enorme industria y estamos avasallados por ello. Pero nos ha ocurrido en otras épocas. No tengo problema con el reguetón, lo escucho y me asombra su pobreza verbal. Las rimas son de caerte la cara de vergüenza, que no digo que no sean malas también en el rock. Pero las del reguetón son un poco deplorables. Yo siempre he tenido cierta desconfianza respecto a las músicas pregrabadas. Entiendo que existan, pero, estando a este nivel, podían permitirse tener una buena banda. Madonna hacia mucho playback pero tenia una banda detrás. Y entiendo el odio que mucha gente siente por ello, pero, como tantas cosas, hay que apartar la hojarasca y quedarte con la fruta o con la parte mejor de la horticultura.