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Fortu (Obús): "En los 80 no existía la censura y ahora sí"

En sus 44 años en la música ha conocido el cielo y el subsuelo. Obús, afirma, sigue vivísimo y prepara nuevas canciones. En esta charla repasa su trayectoria
Fructuoso Sánchez Prado, líder de Obús desde los años 80
Fructuoso Sánchez Prado, líder de Obús desde los años 80Diego Martinez
La Razón
  • Javier Menéndez Flores

    Javier Menéndez Flores

Madrid Creada:

Última actualización:

Fructuoso Sánchez Prado, Fortu, fue una estrella de rock en los 80, cuando el grupo que lideraba y aún lidera, Obús, se disputaba el cetro de mando del heavy español con Barón Rojo. Pero aquel género pinchó en España a finales de esa década y hubo entonces que reinventarse. Montó un bar para roqueros, al que le siguieron otros, y entró a formar parte de la banda Saratoga. En el último tramo de los 90 revivió Obús, junto a sus miembros primigenios, y desde entonces ha compaginado ese grupo con otros negocios de hostelería e incluso se ha convertido en un rostro popular por su participación en distintos realities, «Supervivientes» entre ellos. Él, de hecho, lo es, un superviviente absoluto, y nunca ha perdido el optimismo ni la fe en sí mismo. Pero, ¿cómo se encuentra Obús en este momento? «Nos encontramos con los mismos sueños y la misma fuerza que teníamos en los 80 –responde–. Tanto Paco [Francisco Laguna, guitarrista] como yo, que somos la continuidad del corazón de la banda, sumamos 43 años más que cuando empezamos, pero tenemos tanta ilusión con los proyectos en los que trabajamos, y con lo que ofrecemos en un escenario, que la gente se queda flipada. Algunos piensan –apunta entre risas– que van a ver tocar a unos jubiletas hechos polvo, y cuando ven que a nuestros 70 tacos lo damos todo en el escenario flipan. Porque físicamente nos encontramos superbien y yo, gracias a Dios, tengo unas cuerdas vocales maravillosas, muy bien cuidadas. Ahora preparamos nuevas canciones». ¿Y no es de insensatos seguir a lomos de un grupo heavy después de que ese género haya dejado de interesar masivamente en España desde hace más de tres décadas? «Es verdad que en este país el heavy ha sido un poco perseguido, entre comillas. Pero el cantado en español, porque cuando vienen las bandas de fuera hay mucho apoyo a nivel nacional de todos los medios de comunicación, también los comerciales. O sea, que realmente sí hay mucho público. Un público que se pone su camisetita roquera y sus pantalones vaqueros y acude nada más que cuando vienen esos grupos internacionales. Este año –señala con acierto–, AC/DC ha llenado dos días el estadio La Cartuja, en Sevilla. Y cuando actúa Metallica, más de lo mismo. Aquí, en los 90, hubo ese parón del “hard rock”, no del rock urbano o nacional, sino del estilo que hemos hecho Obús, Barón Rojo y otros grupos. En esos años, los medios comerciales no mostraron ningún interés por esas bandas ni las apoyaron. En casa de herrero, cuchillo de palo. Yo siempre he reivindicado –prosigue– la necesidad de que surjan bandas jóvenes para seguir la trayectoria del rock duro nacional, pero no las hay porque no hay medios que las apoyen. Sólo apoyan, ya digo, a la gente de fuera, que viene, se lleva el pastel y a nosotros nos dejan las migajas».
"La Movida se la han adjudicado otros, pero nosotros también estuvimos ahí"Fortu
En los 80, Obús vendió una barbaridad de discos y decenas de miles de entradas, muchísimo más que los grupos más celebrados de la Movida. Ellos, de hecho, también fueron parte de la Movida, pues participaron de esa atmósfera de libertad que inundó el país tras el cambio de régimen: «La Movida se la han adjudicado otros –afirma, rotundo, el músico–, pero nosotros estuvimos ahí, aunque no se nos haya reconocido. En los 80, cuando los partidos políticos tiraban de los grupos como nosotros, era porque llenábamos estadios, campos de fútbol, y la gente de la Movida llenaba pequeños locales. Estaban en el Rock-Ola y en alguna otra discoteca de moda, que es donde tenían su cuartel general, pero nosotros llevábamos mucho público a los grandes circuitos, como el desaparecido Pabellón de los Deportes del Real Madrid o Las Ventas. Pero nunca se ha valorado en su justa medida –se lamenta– lo que fuimos en esos años, en los que hubo mucho amiguismo y, en vez de apoyar a una parte de la cultura, apoyaban a los colegas». ¿Había más libertad entonces que ahora? «En los 80 no existía la censura y ahora sí. Recuerdo que hicimos un programa matinal en el que nuestro público tenía de 10 a 14 añitos, y cantamos “Vamos muy bien”, en la que decimos: “Vamos muy bien, / borrachos como cubas ¿y qué?”, y eso hoy sería imposible, imagínate. Se nos acusaría de apología del consumo de alcohol, drogas, etcétera. Antes, en ese aspecto, había mucha más libertad, más mano abierta, y ahora está todo mirado con lupa, lo que escribes y lo que dices». ¿Y qué hay de cierto en la rivalidad con Barón Rojo? ¿Fue un invento periodístico o existió? «Esa rivalidad con Barón Rojo siempre ha existido. Hemos tenido muy poco trato. Hombre, cuando nos hemos cruzado en la carretera el saludo no se le niega a nadie, pero seguimos igual. Nosotros pensamos que Obús es mejor banda que Barón y ellos piensan lo contrario. Es como un Barcelona-Madrid o un Betis-Sevilla, son rivalidades que siempre van a estar ahí. Nunca nos hemos sentado con ellos para hablar de eso, y estaría bien que lo hiciéramos. Ellos siguen con sus proyectos y nosotros con el nuestro. Yo los admiro –reconoce–, porque son buenos músicos, pero también te digo que Obús somos mejores», y ríe sonoramente.
"En España es imposible vivir del heavy porque no da pasta"Fortu
[[H2:Un heavy en «Supervivientes»]]
¿Es posible que algunos de sus vaivenes extramusicales le hayan pasado factura al grupo? Ir a «Supervivientes», por ejemplo. Él lo niega: «No, no, qué va, todo lo contrario. Hay un sector de nuestro público que no me habría conocido si yo no hubiese hecho esos concursos. Y creo que “Supervivientes” es uno de los mejores formatos que tiene la televisión. Lo que ocurre es que lo llevan a otro mundo, al del reality, pero yo, que me he tirado tres meses en ese programa, lo he pasado supermal de verdad. Porque iba a concursar y a ser un superviviente, no al postureo». ¿Y qué hay de su experiencia como hostelero, quedó definitivamente atrás? «He regentado varios bares, discotecas, un hotel, un restaurante... Es una experiencia más de mi vida, pero la hostelería es muy dura, es un quitavidas. Me he arruinado varias veces con ella. Y compaginarla con el grupo era muy complicado, demasiada carretera: pensé que me iba a matar en el coche. Tuve que tomar una decisión: o dejaba la música o la hostelería, y creo que acerté porque lo que más me motiva es la música. Pero en Obús si no trabajamos no comemos, vivimos al día. Si no trabajamos un año, tenemos que buscarnos la vida en otra cosa. En España –concluye– es imposible vivir del heavy porque no da pasta».
"'Supervivientes' es uno de los mejores formatos que tiene la televisión"Fortu

CONTRA EL HERMOSO CADÁVER

Por Javier Menéndez Flores

El rock era una sucesión de noes a todas horas, una rebeldía encastillada, actitud y disensión más allá del trueno amigo de la música. No parece que fue ayer, qué va, pero basta con cerrar los ojos para que sea ahora mismo: los recintos llenos y toda la basca rugiendo en aquella selva sin apenas adultos. Una hermandad de muñequeras con pinchos y camisetas negras con estampados de Iron Maiden y AC/DC bajo el influjo invencible de las litronas de cerveza, que corrían de mano en mano y de boca en boca como el licor sagrado de una secta laica.

Principiaban los ochenta y el heavy, aquel rock llevado al extremo, enamoró sin piedad a decenas de miles de chavales de barrio, para quienes los riffs poderosos y los punteos velocísimos eran un modo seguro de huir del horrendo paisaje en el que crecían como plantas carnívoras. Lucían chapas de sus grupos favoritos; distintivos de una tropa confusa a la que se le torcía el gesto cada vez que un coche patrulla doblaba la esquina o aparecía un tipo con corbata, esas cosas de la edad. Te partes el lomo en la obra, barnizas a muñequilla, arreglas una cisterna o un grifo, desplumas pollos y repartes colchones a domicilio, lo que surja, y es imposible que no acabes pensando que el futuro será igualmente un lunes eterno. Pero en lo que dura un parpadeo, ¡chas!, tienes ante ti un pabellón al límite que quiere devorarte. Hay que joderse, Fortu, cómo cambian las tornas. Todos aquellos muchachos iracundos gritaban tu nombre como si fueses un guía espiritual y tú, sólido e insolente, salvaje como un gato callejero, jurabas bien alto que el dinero nunca –¡nunca!– te iba a cambiar. Y lo cumpliste.

Tino Casal fue un amigo inesperado; Barón Rojo, el estímulo en forma de competencia que os hacía sacar, a ti, a Paco, a Juan Luis y a Fernando, lo mejor que teníais. Y para los escépticos qué mejor bozal que unos cuantos himnos sin fecha de caducidad. Quién le iba a decir a aquel chaval que se presentó en el Festival de Benidorm con una canción que era un calco de «Eva María» que las portadas de sus discos terminarían decorando las carpetas de los adolescentes.

«El que más…/levantando un coche./El que más…/pasándote costo. / El que más… / tirando de un bolso./El que más…/burlando a la poli». Si aquel coqueteo con el lumpen no se lo perdonaron a Eloy de la Iglesia, ¿por qué vosotros ibais a correr mejor suerte, a ver? Y el epílogo llegó con lo de aquel pobre muchacho en Vallecas, en la gran noche de Scorpions, qué putada y qué tristeza, Fortu, maldita sea. Se tiñó la madrugada de un rojo chillón. Y entonces la tele, las radios y el papel grueso se emplearon a fondo y le pusieron la puntilla al género.

Puedes haberte caído mil veces, pero siempre te bastó con escuchar «Honky Tonk Women» o «Get Back» para sacudirte el lamento y seguir caminando hacia delante. Aquella boutade bogartiana de «vive rápido, muere joven y deja un hermoso cadáver», tantas veces aplicada al rock y a las luminarias del Club de los 27, nunca cupo en tu cabeza rizada, que vio en el andamio crudo de la vida la única salvación posible.

En tu equipo de música suenan aún la Creedence, Slade, Led Zeppelin, los Stones, Marc Bolan, Zappa. No así Phil Lynott y sus Thin Lizzy, cuyos discos fundiste en tantas noches de amor al galope.

Y hoy, 45 años después del primer estallido, continúa la caña en los bares y en las salas de conciertos de cualquier rincón de España, donde Obús siempre tendrá su leal parroquia. Si eso no es ser un privilegiado, Fortu, tú me contarás.

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