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Hombres G: «Nuestro sueño es estar con 80 años como Paul McCartney»

Arrancan gira por Estados Unidos con el grupo Enanitos Verdes y anuncian para el año que viene película documental, conciertos por España y América y nuevo disco

De izda. a dcha., Dani Mezquita, David Summers, Javi Molina y Rafa Gutiérrez Muñoz, miembros de Hombres G Jesús G. FeriaLa Razón

Hombres G inauguró el pasado 21 de mayo en la sede de este diario las jornadas «En primera fila con la cultura», y algo menos de un mes después vuelven a citarse con LA RAZÓN. Tienen por delante una frenética actividad: la inminente gira por Estados Unidos «Huevos revueltos», junto a la banda argentina Enanitos Verdes, que arranca el 26 de este mes en el Radio City Music Hall de Nueva York –el teatro más importante del país– y concluye el 19 de julio en el Crypto.com Arena de Los Ángeles, sede del equipo de la NBA Los Angeles Lakers. El resto del año no darán conciertos, pero el 2026 vendrá cargado de novedades: una película documental, una gira por España y América y, seguramente, un nuevo disco de estudio. Y acarician un hermoso proyecto: tocar en Londres y en París. Toneladas de Hombres G, en fin.

La longevidad de este grupo no deja de causar asombro. En los 80 parecía que Julio Iglesias no se acabaría nunca, que era inagotable: sonaba en todo el mundo. El tipo de canción que hacía, melódica, le ayudaba. Año 2025: Hombres G sigue radiándose, igual que cuando empezaron o más, y el gran Julio, apenas. ¿Qué ha pasado? David le quita importancia a ese hecho y alaba al cantante español más universal de todos los tiempos: «Si coges una bola del mundo, le das un montón de vueltas y pones un dedo al azar –señala un punto imaginario–, seguro que saben quién es Julio Iglesias y a lo mejor no saben quiénes son los Hombres G. Julio es el más grande de los artistas que hemos tenido a nivel de proyección internacional. Más de 300 millones de discos vendidos, una locura. Nuestro sueño es estar con 80 años como Paul McCartney. Ojalá estemos físicamente de puta madre a esa edad y podamos seguir dando conciertos». Casi todos los protagonistas musicales de la Movida, esa primavera superlativa de la que ellos formaron parte, han desaparecido o se han reinventado. Ellos son los grandes supervivientes junto con Los Secretos –aunque Hombres G mantiene la formación original y en Los Secretos solo queda Álvaro Urquijo–, una banda que ocupa el lado contrario de la moneda, pues son el reverso triste y Hombres G la cara alegre: «El secreto son las canciones –señala Dani–. Los Secretos tienen el cariño del público que tenemos nosotros, es un grupo muy querido, la gente se emociona con ellos». David asiente: «Tienen canciones muy bonitas y nosotros hemos tenido la suerte de acumular también un montón de canciones muy bonitas. Enrique dejó un patrimonio de canciones maravillosas y eso siempre va a quedar ahí, y Álvaro también ha compuesto canciones muy bonitas. El gran patrimonio que tienen, como nosotros, es su repertorio».

Canciones más profundas

A Hombres G le ha ido bien con una fórmula en la que David compone y el resto de los integrantes interpretan las canciones, que es mucho más que ejecutar. ¿Cómo consiguen hacer propias las emociones de otro? Dani: «Siempre que David ha traído una canción hemos intentado hacerla nuestra lo más posible, porque esa es la única forma de darlo todo. Por eso intentamos siempre que las canciones sean como de los cuatro». Javi: «Lo primero que yo le pido a David es que me enseñe la letra, quiero saber de qué está hablando, y normalmente son letras con las que me siento identificado. Él escribe letras con las que se puede identificar cualquiera, aunque sean muy personales». Rafa: «Somos un equipo y cada uno tiene su parte, que se definió desde el principio. Cuando los conocí, que ya eran Los Bonitos Redford, me enseñaron las canciones y pensé que en ellas podía hacer las cosas que estaba aprendiendo de grupos como The Police, y a partir de ahí todos fuimos teniendo nuestro sitio». David: «Cuando hago una canción intento que a todos nos encante. Y cuando llevo una canción a término es porque creo firmemente en ella. Nosotros no hacemos los discos con dos canciones y el resto de relleno, y gracias a esa política hemos conseguido acumular un montón de canciones maravillosas. Las canciones se hacen para una sola persona, no para un colectivo. Nosotros no creemos en los colectivos en ningún aspecto de la vida, pero menos aún cuando se trata de pensar a quién le va a gustar una canción. Soy consciente –añade– de que hubo un momento en mi vida en el que empecé a hacer canciones de otra manera. Antes hacía muchas canciones divertidas y cachondas, y me harté. A partir de mi época en solitario empecé a hacer canciones un poquito más profundas y ya he seguido con eso. Si ahora tuviera que hacer una canción divertida, por un encargo o porque pensara que toca, tendría que hacer un esfuerzo y ser otra vez ese tío que hacía esas canciones».

Los cuatro subrayan la importancia que tuvo para su carrera «Lo noto», una canción autobiográfica, como la casi totalidad de la producción de Summers, que anticipa una ruptura de pareja y que lanzaron cuando volvieron a juntarse tras varios años de separación: «Pensábamos que debíamos volver con una canción divertida –explica Rafa– y, de hecho, hicimos “No te escaparás”, pero “Lo noto” fue el “hit”». Javi: «Fue un acierto total sacar en ese momento una canción con esa temática, seria, en vez de haber intentado hacer un “Voy a pasármelo bien” o un “Sufre, mamón”. Habría sido una pedantería por nuestra parte. Éramos cuarentones, y volver con una canción así fue un exitazo, una diana. Mucha gente empezó a escucharnos de otra manera». David explica el punto de inflexión que ese tema supuso para él como compositor: «Estábamos en Colombia haciendo entrevistas y una periodista me dijo: “Es una canción muy especial porque lo que dices en la letra, aquí, en Colombia, jamás lo diría un hombre, lo diría una mujer”, por aquello de la hombría, del no poder mostrar debilidad porque “soy muy macho”. Y eso me enseñó muchísimo. A partir de “Lo noto” empecé a escribir siempre poniéndome en el lado femenino, en la óptica de las mujeres. Cuando escribo una letra, nunca, excepto en raras ocasiones, hablo de ella, sino que hago una canción que no tiene género, que podría ser entre una pareja de homosexuales, tanto hombres como mujeres, o heterosexuales, y siempre intento ponerme en el lado de la mujer. Porque me parece que la manera que tienen las mujeres de ver la vida es mucho más emocional. Igual –concluye con una sonrisa– es que soy así, un poco femenino».

Lo notan

Por Javier Menéndez Flores

Hay cuatro tipos que decidieron arrojar sus relojes al fuego y que han visto pasar los años ante ellos como quien observa algo que le es del todo ajeno, con la sonrisa victoriosa del que se sabe inmune a un virus que asola a la humanidad. La vida es una noria enloquecida y un coche sin frenos y una pistola invisible que te mira muy fijo. Pero si sueñas despierto sin dejar de darle caña al mazo, quizá te sorprendas un día pisando el mullido césped del jardín de la casa de tus dioses.

The Police, los Clash, Sex Pistols, los Beatles, James Taylor, Paul Weller, Wings, America, Phil Collins. Todos esos discos, tantísimos, devorados un millón de veces en soledad o en compañía de otros. ¿Y te puedes creer, David, que hay muchachas de veintiún años, de una pureza estupefaciente, que no saben quién es Frank Sinatra? Menos mal que ya te encargas tú de escuchar en bucle, por ellas y por quienes como ellas desconocen esa delicatessen, «Strangers in the night», «I’ve got you under my skin», «Somethin’ stupid», «My way». Y no dejas de repetirte que el muy cabrón suena aún más moderno que en los años en los que tuvo el mundo a sus pies, incluidos Ava Gardner y la Mafia.

Junto al violento río de la M-30, el Parque de las Avenidas era una alfombra roja en potencia. Y en una caverna llamada Rowland, cada tarde había barra libre para la imaginación. Allí, David, Dani, Javi y Rafa se hicieron un corte en los pulgares y los juntaron bajo la atenta mirada de Paul, John, Ringo y George. De aquellos brindis a la luna y del despecho por una novia a la fuga –bendita Rock-Ola– vienen estos días de miel, esta explosión de aplausos a ambos lados del Atlántico, esta juerga con tanto camino por delante. No es posible encontrar sobre la faz de la Tierra a cuatro músicos más agradecidos con la vida que ellos.

¿Innovar? ¿Hoy? Pero ¿de qué coño me estás hablando? El prodigio, lo en verdad difícil, es haber escuchado cien mil canciones y tener una voz propia capaz de dejar temblando a miles de desconocidos con la fuerza de ese beso al que preceden solo un par de palabras. No hay magia mayor que cuando dialogáis con un mar de cabezas, ese clic loquísimo que activa la comunión entre el artista y su público, esa liturgia única que desata el milagro de la música con la que hemos crecido, amado, reído, llorado.

Hay restos vuestros, marcas indelebles de sudor y llanto, en el suelo del Radio City Music Hall y del Madison Square Garden; de los estadios de México y Perú; del Palacio de los Deportes de Madrid se llame ahora como diablos se llame. Qué delirio, qué fiesta, qué subidón es vivir tocando año tras año una treintena de canciones que no han echado una sola cana y que dentro de medio siglo se seguirán radiando y sumarán nuevos fieles. Quienes reúnen en sus conciertos a abuelos y nietos tienen más de extraterrestres que de humanos. Yo, cuando sea pequeño, también quiero ser un Hombre G.

Se han apagado las luces y un grito múltiple, como el del bramido de un gigante, lo ocupa todo. Cuatro amigos de Madrid, que en ese instante han regresado a los veinte años, caminan ya hacia el escenario y sienten bajo sus pies esa vibración con la que llevan conviviendo décadas. No existe un momento como ese, nada que se le pueda comparar. En su interior, la sangre se dispara y asciende una marea. Ha llegado el duende. Lo notan.