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La dueña de la emoción

Sílvia Pérez Cruz, ganadora de dos Goya, publica «Vestida de nit», un disco de repertorio clásico popular grabado con un quinteto de cuerda en el que la catalana remueve su biografía y sus recuerdos.

Sílvia Pérez Cruz, ayer, fotografiada en Barcelona
Sílvia Pérez Cruz, ayer, fotografiada en Barcelonalarazon

Sílvia Pérez Cruz, ganadora de dos Goya, publica «Vestida de nit», un disco de repertorio clásico popular grabado con un quinteto de cuerda en el que la catalana remueve su biografía y sus recuerdos.

En su voz, todas las canciones son de un solo material. Sílvia Pérez Cruz (Palafrugell, Gerona, 1983) es una alquimista de la emoción. Por eso, en el nuevo trabajo de la ganadora de dos Goyas –a la Mejor Canción por «Blancanieves» y «Cerca de tu casa»–, puede mezclar «Chorando se foi» (conocida como la Lambada) con «Hallelujah» de Leonar Cohen y el resultado tiene sentido. Son parte del repertorio de «Vestida de nit», el nuevo disco de la catalana, un prodigio de cantante, que incluye también «Gallo rojo, gallo negro», «Tonada de luna llena», «Nao sei» y «Corrandes d’exili». También un prodigio de plurilingüismo.

«No tengo un objetivo a largo plazo. Mi objetivo es el presente y mi revolución es emocional. Quiero que la gente se sienta viva, porque a veces estamos un poco muertos», dijo la cantante sobre un proyecto que comenzó como un encargo del Auditorio Nacional de Madrid para interpretar sus temas en acústico. Así que formó un quinteto, con Joan Antoni Pich, Elena Rey, Anna Aldom, Carlos Montfort y Miquel Ángel Cordero, para aquella ocasión. Sin embargo, como confiesa, se fue sintiendo en casa hasta que el proyecto se convirtió en disco. Canciones populares, sencillas, armadas y desarmadas para la formación. «El reto fue conseguir que no se convirtiese en un quinteto al uso y que el público se quitase de la cabeza los tópicos», afirma. Así que decidió hacer dos cosas para empezar. Primero, despojar a los intérpretes del vestuario clásico y segundo, retirarles las partituras para que actuasen de memoria, improvisasen cuando lo sintieran. «El atril es una barrera física donde el músico se esconde y frena impulsos. La ausencia de partitura permite que se encuentren consigo mismos y que pasen cosas. Es un vértigo al que tienen que estar dispuestos a enfrentarse», explicó la cantante, que en el escenario se rodea de violonchelo, viola, contrabajo y dos violines.

Diferentes orígenes

Asimismo, reconoció que las canciones tienen orígenes muy diversos, procedencias geográficas y temporales discontinuas que encuentran la unidad en una clave: «La emoción», señaló la cantante de un disco tejido de la experiencia de tres años interpretando en directo. «No sé cómo he sobrevivido a este ritmo y a esta presión, pero lo he intentado a mi manera. Y eso es lo que más feliz me hace», dijo la artista. Acerca de la portada del álbum, casi un luto ordenado su cara, Pérez Cruz negó que sea una imagen triste: «Hay mucha luz en mi cara», repuso.

El conjunto del disco es, además, resultado de un momento vital en el que se siente «en trance». «Llevaba unos años un poco difíciles y ahora siento que tengo paz y calma. Soy feliz, me puedo morir», dijo Pérez Cruz. En este contexto, la canción «Vestida de nit», que compusieron sus padres, Càstor Pérez y Gloria Cruz, ha servido para cerrar un círculo. «Es un tema que he escuchado muchísimas veces en mi casa. Y la verdad es que me daba cierta pereza grabarla, pero con el tiempo me he reencontrado con ella», señaló la cantante. Tras fallecer su padre, pasó a ser un tema habitual del repertorio y ahora es un clásico suyo, casi como de su propia tradición. «Es emocionante ver cómo hacen un viaje las canciones», comentó.