Música
La paz en el mundo la traen Viva Suecia
El grupo murciano publica su nuevo trabajo, el más vendido en España, en el que abren su música a nuevas influencias
Sus canciones hablan más del nosotros que del yo y no es casualidad. «Es que nos vemos a nosotros mismos como una especie en extinción. Somos una banda y lo compartimos todo: las decisiones, los momentos buenos y los malos, todas las partes del proceso. Somos un equipo y creemos en el triunfo colectivo, porque realmente esto funciona así. No hubiéramos podido aguantar 14 años de carrera individualmente ahora que ya sabemos lo duro que es», dice Rafa Val, cantante y guitarrista de la banda murciana Viva Suecia sobre la gestación de su nuevo disco, «Hecho en tiempos de paz», un trabajo que ya se ha encaramado a lo más alto de la lista de ventas de España. «No sé si eso manda un mensaje a la gente a través de las canciones, pero creemos que, si mejoras un poco la vida de la gente, aunque sea un rato, es como construir un muro con ladrillos muy pequeñitos», dice el vocalista.
Esta afirmación se sostiene, claro, con la dinámica interna del propio grupo, que compone sus temas durante pequeños retiros de cinco días en la sierra de Albacete, en una casa aislada. «Ahí nos olvidamos del mundo, no nos afecta nada. Nos encerramos con los instrumentos, nos colocamos en el salón, que es grande, a veces en calzoncillos, como trogloditas. Y nos ponemos a hacer canciones comiendo pan crudo», ríe Jess Fabric, bajista de la banda. «Es como el campamento Flippy de la música. Pero tenemos claro que no pueden ser más de cinco días, porque nos volvemos locos. Piensa que pasamos 14 horas con la guitarra colgada y llega un momento que no sabemos dónde estamos. De hecho, el dueño de la casa nos dijo la última vez que para qué comprábamos agua mineral si teníamos un manantial a 15 metros de la casa... Porque nunca pasamos del porche», describe Alberto Cantúa. Ese contexto explica la elección del título del álbum, que bien podría parecer desafortunada: «Es una elección consciente, aunque mira, la dinámica está cambiando... –apunta sobre el alto el fuego en Gaza–. Pero lo hemos elegido para decir que las canciones surgen de una paz absoluta y para decir que, en este mundo de mierda, todavía quedan remansos de paz que precisamente ahora es cuando más hay que reivindicar».
El álbum amplía la paleta sonora con influencias de bandas como Sam Fender, Michael Kiwanuka o Bleachers («estamos esperando una llamada de sus abogados, menos mal que tenemos una compañía grande para defendernos», bromea Fabric) y menos guitarras: «No es que haya menos, es que están mejor. Ya no metemos esa capa de guitarras grande delante, tenemos otros recursos», explican. Después de cinco discos, el miedo a repertirse («más bien inseguridad») está presente. También el de hacer tocado techo. «Somos muy de Murcia –reivindica Fabric–. Cuando llegamos a un techo, lo rompemos con la cabeza».
En el disco no se oculta el secreto propósito de hacer el mundo un poquito mejor. «Sabemos que una canción no va a cambiar nada. Somos conscientes de que en el mundo se impone el insulto gratuito, el odio indiscriminado. También que hay personas que lo utilizan como un desahogo. Pero nos resistimos a aceptarlo. A nosotros nos llega ese ‘‘hate’’ y siempre pensamos que seguramente seamos los menos damnificados por la bilis de esas personas que sienten la necesidad de expresarlo así. Nos compadecemos de sus parejas y de sus amistades. Pero creo que hay una confusión entre la libertad de expresión y verter heces en Twitter, como la hay entre economía y libertad. Solo decimos a esas personas que, si en vez de hacerlo invierten ese tiempo en decirle a sus madres o a otras personas que las quieren, entre todos nos acercaremos a la paz. No creo que sea un pensamiento tan ingenuo», asegura Cantúa.