Música

Roger Waters rinde tributo a Pink Floyd en Madrid

El británico celebra los temas emblemáticos del grupo y su actitud crítica

Roger Waters - This Is Not A Drill en el WiZink Center. Pink Floyd David Jar
Roger Waters, en directo en Madrid, el 23 de marzoDavid JarFotógrafos

A la entrada del WiZink Center, una mesa ofrecía información de apoyo a la causa palestina y en contra de la extradición de Julian Assange a Estados Unidos. Minutos antes de la actuación de Roger Waters, miembro fundador de Pink Floyd, un mensaje advertía a la concurrencia: "Si eres de los que te gusta Pink Floyd pero de los que no aguantan el rollo político, puedes irte a tomar por culo al bar". El mensaje nos hacía temer una versión mitinera del Waters opinador más que músico, faceta que le ha traído algunos disgustos últimamente, pero la cosa tampoco fue para tanto. El británico rindió merecido y último tributo (quizá con menos brillantez o potencia que en anteriores ocasiones) al colosal repertorio de su banda para goce de un WiZink Center abarrotado.

La faceta reivindicativa del británico discurrió por los derroteros clásicos "modo U2", es decir, mensajes en las pantallas más que discursos (aunque también), algo que agradecimos. A pesar de todo, hubo momentos de empacho, de tediosa acumulación de consignas, algunas de perogrullo, muchas redundantes y, en suma, demasiadas para tratarse de la última vez que Waters, o al menos así está anunciado, iba a poner en directo la gran historia de su banda, que volverá a visitar el viernes 24 de marzo por última vez en la capital.

Arrancó con "Comfortably numb" sin el emblemático solo de guitarra de su ex compañero David Gilmour, con quien mantiene una pública y amarga disputa. Y es que Pink Floyd son, quizá, la banda peor avenida de la historia y ya es mucho decir. "The Wall" quitaba el mal sabor de boca de los pleitos internos y en "The powers that be" llegaba la protesta intra-canción. Todos los presidentes de Estados Unidos desde Reagan hasta la actualidad eran señalados como criminales de guerra en las pantallas por la política exterior del país. De Biden se informaba de que "acaba de comenzar".

"No hablo español y es una pena, porque es el idioma que todos debemos aprender" dijo como concesión al público antes de "The bar", un tema compuesto durante la pandemia que habla sobre "reunirse a hablar y tener conversaciones sin miedo de ser encerrado". "Dejemos de matarnos unos a otros -pidió-. Hablemos entre nosotros aunque no estemos de acuerdo. Hay una salida, que no os digan que no hay salida", le dijo al público sentado al piano.

Roger Waters - This Is Not A Drill en el WiZink Center. Pink Floyd
Roger Waters - This Is Not A Drill en el WiZink Center. Pink FloydDavid JarFotógrafos

El momento emotivo llegó con "Wish you were", y el recuerdo a Syd Barret. "Soñamos el sueño y por un tiempo lo vivimos. El resto es historia", se leía en las pantallas con imágenes del grupo en sus tiempos felices. "Todo se puso mal un poco más tarde. En 1968, paramos en semáforo en Hollywood y Syd me sonrió y me dijo: ''Se está bien en Las Vegas, ¿verdad? Y entonces su cara de volvió oscura. Es muy fácil perderse", podíamos leer recordando el triste pasado del genial compositor.

En la espectacular escenografía, colocada en medio de la superficie del pabellón en lugar de en uno de sus fondos, Waters seguía narrando su vida: "En torno a aquellos años, no fue lo único que me salió mal. También mi matrimonio se estropeó. Un día estaba en Abbey Road comiendo y vi el mundo como con prismáticos. Mis manos y mis cubiertos eran diminutos y me di cuenta de que estaba esta teniendo una crisis nerviosa. Y caminé como pude y me senté al piano y empecé a tocar. No tengo ni idea de por cuánto tiempo, pero una voz me dijo: ''volvemos adentro''. Cuando abrí los ojos, todo tenía el tamaño normal", reveló Waters sobre unos años de enorme tensión en el grupo y coqueteos con las sustancias alucinógenas.

No faltó la granja animal, la oveja hinchable voladora para "Sheep" y el cerdo de recuerdo a George Orwell. Y, con pañuelo palestino al cuello, volvieron los lemas: Por la liberación de Assange. Que le jodan al Imperio Romano, al antisemitismo, al patriarcado, a los drones, en general. La guerra contra el terrorismo, la ocupación (sin especificar), por los derechos de los refugiados, por los derechos de Palestina, por los derechos de los yemeníes y de los indígenas y también por los reproductivos. Y de los trans. Y de los humanos, claro.

Los momentos más esperados llegaron en la segunda mitad del concierto, consagrada al colosal "The Dark Side of the Moon". El guitarrista Jonathan Wilson fue quien asumió el protagonismo instrumental y vocal para cierto desconcierto de una audiencia que veía a Waters en segundo plano. Temas como “Money”, "Brain Damage", "Us And Them", "Any Colour You Like" y "Eclipse" resonaron en todas las conciencias mucho más que los lemas bienintencionados. En la retina y en el tímpano aún resonaban los ecos de su visita hace cinco años con un espectáculo colosal y quizá a esta producción le falte brillantez y le sobren distracciones. Pero qué importa si Roger Waters es historia viva de la música.