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Steven Wilson, el rock progresivo viene del mañana

Publica «The Harmony Codex», un disco concebido como una sinfonía futurista
Steven Wilson, el rock progresivo viene del mañana
Steven Wilson, el rock progresivo viene del mañanaHajo Mueller

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Le llaman la última esperanza del rock progresivo porque hace honor al nombre del estilo que ama: «Hay una parte de aficionados a esa música que esperan discos que suenen como si estuvieran grabados en 1972. Pero si el rock progresivo está herido de muerte y se ha convertido en una especie de nicho es por sus propios fans, que solo quieren una disco ‘‘retro’’ y nostálgico», dice Steven Wilson (Londres, 1967),que opta por otro camino: «El verdadero rock progresivo sería aquel que abrace los nuevos desarrollos, las técnicas de grabación electrónica, la producción urbana, el drum & bass, lo que quieras. Pero que en su corazón tenga lealtad con un tipo de rock que se base en el concepto y en el álbum entendido como un viaje musical», dice delante de «The Harmony Codex», el disco que acaba de publicar, una especie de odisea de ciencia-ficción que rinde homenaje al rock progresivo con bases electrónicas. ¿Por qué no? «Bueno, puedo decirte que sé positivamente que a muchos aficionados al género no les va a gustar. Porque esperan ese sonido retro que encontrarán».
El británico plantea una historia en la narrativa del disco que se podría calificar de distópica. Todo parte de un relato, homónimo al álbum, que publicó el año pasado: «Una historia sobre dos niños que van a visitar a su padre en un edificio de oficinas de Londres y de repente se desata un ataque terrorista. Ellos suben por las escaleras, y sube, y suben, y suben... y nunca llegan. Bueno, yo me siento un poco así, persiguiendo sueños, metas, objetivos siempre. Algunos ya ni me interesa cumplirlos», dice sonriendo. En el trabajo hay un ambiente opresivo, angustioso en algunos pasajes. «Es porque la ansiedad cada vez prevalece más en la vida de cualquiera. Estamos bombardeados con presión profesional, contenido, información, desinformación, nuevas maneras de entender la vida y las relaciones sociales... Yo, un hombre blanco, siento cómo ha cambiado nuestro rol y trato de adaptarme a ello, pero el mundo ha oscilado hacia el otro extremo, como un péndulo. Y eso conduce a más ansiedad», explica Wilson.
Es, por tanto, un disco de apariencia fantástica, pero que tiene que ver más con la realidad de lo que imaginamos. "Eso es verdad. Tiene más que ver con la realidad que lo que la gente pueda pensar, pero también hay elementos fantásticos y escapistas. Y al mismo tiempo, mucho autobiográfico. Buena parte del álbum va de mi a mi edad tratando de procesar el mundo en el que vivo. En alguna parte es negativo, es opresivo o es inquietante... En otros casos, es pura aceptación. Hay buenas cosas de llegar a esta edad, el dejar ir, el soltar lastre. Pero claro, llegan nuevas fuentes de estrés".
Wilson no piensa en las emociones que quiere provocar. "Cuando escribo, es un proceso egoísta, siempre lo ha sido. Siempre me consulto a mi mismo en qué consiste ser un artista. No creo que Picasso pintase para satisfacer a nadie. Para mí, la diferencia entre hacer algo con la audiencia en la cabeza es la diferencia entre ser un artista o un entretenedor. Esos últimos son los que muy buenos en entender qué espera la audiencia. Vamos a darles lo que quieren. Pero un artista es casi incapaz de hacerlo y a veces, con suerte, lo consigue. Nick Drake, Van Gogh, Kafka, nunca encontraron una audiencia. Y no todo lo que he hecho ha conectado con la audiencia pero sí que creo que he conseguido sorprender a quienes me escuchan. Y hay artistas que logran así un vínculo con su audiencia, porque generan esa curiosidad. No sé: desde Neil Young a Frank Zappa, de Radiohead a Kate Bush o David Bowie... pero claro, AC/DC no van a hacer un disco electrónica de repente...".
El músico británico tiene una visión clara de cómo va a cambiar el futuro la inteligencia artificial, especialmente en la música: «Uno llegará a casa y pedirá a Alexa o al programa que sea que ponga una canción interpretada por Freddie Mercury y en la que Van Halen toque la guitarra y que la letra trate de huir a México. Y el ordenador la producirá en el momento. Es inevitable y será horrible. Pero quedará música con alma... en alguna parte».

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