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Documental

"Un país se mide por cómo cuida a sus enfermos": un documental, último Oso de Oro, explora la salud mental desde el humanismo

El documental "En el Adamant", último ganador del Festival de Berlín y dirigido por Nicolas Philibert, nos adentra en el día a día de un centro psiquiátrico flotante

"Un país se mide por cómo cuida a sus enfermos": un documental, último Oso de Oro, explora la salud mental desde el humanismo
"Un país se mide por cómo cuida a sus enfermos": un documental, último Oso de Oro, explora la salud mental desde el humanismoFILMIN

Hace casi treinta años, el director francés Nicolas Philibert rodó «La Moindre des choses» (1997). En él, se adentraba en el psiquiátrico de La Borde, una institución pionera más allá de los Pirineos que planteaba abordar el tratamiento de las personas con enfermedades mentales desde la cotidianeidad. No había distinción, apenas, entre pacientes y cuidadores, y las jerarquías, en la campiña a las afueras de París, parecían diluirse por momentos. Aquella experiencia, que marcó para siempre a un documentalista obsesionado con el humanismo, le llevó a estar en contacto continuo con los fundadores del centro, que años más tarde abrirían una nueva sede. Esta vez, en pleno centro de la capital francesa. Esta vez, subidos a un edificio flotante que hace las veces de barco y de centro psiquiátrico.

Ese es el origen de «En el Adamant», documental que le valió a su director el Oso de Oro en el último Festival de Berlín (sucediendo en el palmarés a nuestra «Alcarràs») y una obra exquisita de no ficción sobre los testimonios humanos y las experiencias vitales que muchas veces despachamos en la palabra «locura» y que esconden verdades universales. «La psiquiatría es una disciplina con muchas caras y, como cineasta, es algo muy rico, porque podemos medir el verdadero estado de una sociedad por cómo trata a sus internos. Una democracia es tan fuerte como buenos son los cuidados psiquiátricos que ofrece. El mundo de la psiquiatría nos molesta, nos fascina y hasta nos avergüenza, llevándonos a pensar en el alma humana. Quizá la razón más importante para hacer dos películas del tema pasa por mis propias dudas sobre qué es en realidad la cordura, visitando los centros», explica Philibert en entrevista con LA RAZÓN, como todavía impregnado de la sabiduría con la que los protagonistas de su filme van contando su historia ante la cámara: de pintoras a limpiadores, pasando por músicos y amas de casa, la película nos adentra en el día a día del Adamant, hilando con delicadeza y sobria sensibilidad.

"En el Adamant", de Nicolas Philibert, se estrena en cines el 2 de febrero y próximamente llegará a Filmin
"En el Adamant", de Nicolas Philibert, se estrena en cines el 2 de febrero y próximamente llegará a FilminFILMIN

Humor contra el estigma

Ese espíritu trascendental, sin embargo, no es impedimento para que Philibert se atreva a sumergirse en el humor de lo absurdo y en la camaradería que se genera entre los internos. «Rodar en un lugar así ya es una manera de desestigmatizar la vida en un psiquiátrico. Ese lugar es uno en el que los pacientes son considerados, ante todo, personas. No son enfermos ni clientes. Estamos demasiado mal acostumbrados a verlos solo bajo el prisma de la enfermedad. No vemos a las personas que sufren, que tienen problemas, pero que pueden tener mundos interiores interesantísimos, intereses por la música, la pintura o la cocina. La película permite deshacerse de clichés, alejarse de la violencia o de la agresividad con la que muchas veces se asocian estas enfermedades. La gran mayoría del tiempo se trata de personas frágiles, vulnerables y muy sensibles», explica un director que repite insistentemente que no ha querido forzar ningún discurso, «en ningún sentido, en ningún momento», explica.

«Éramos un equipo muy pequeño, de cuatro personas en total. Yo rodaba y tenía un asistente de cámara, por si me iba de foco o de iluminación, y que a veces hacía de segunda cámara para planos más generales o lejanos, una persona de sonido y una persona del centro. Lo más importante era crear un clima de confianza. En primer lugar, teníamos que explicar que llegar a un sitio así, con una cámara, requiere libertad, para aceptar o rechazar la cámara. Si alguien no quería ser filmado, no podíamos dar problemas, hubiera sido poco sincero, poco honesto. La cámara puede ejercer una presión hasta imperceptible, no se puede abusar del poder que te da una cámara», detalla Philibert sobre el proceso de filmación, clave para no resultar intervencionista. Y sigue: «Me sentiría culpable si hubiera explotado a estas personas, solo les he dado espacio para que hablen. No quería forzar absolutamente nada, y eso lo he hecho construyendo una confianza con la gente, labrada en horas de conversación que no se han grabado. Hay cosas, de hecho, interesantísimas, que no salen porque no eran parte del rodaje sino de su preparación. Eso quiere decir también que la película es muy improvisada, nada estaba planeado más allá de las horas de trabajo del equipo. Eso significa que en la película me he abandonado al azar, en cierto modo, a los micro-eventos del Adamant».

Y ese es, quizá, el gran triunfo de «En el Adamant» (próximamente en Filmin), el de tomar una postura de escucha atenta ante lo que quieren expresar sus protagonistas, por encima incluso de las reivindicaciones de su autor: «Podemos verlo, el mundo va mal. Pero los sujetos que uno se encuentra en psiquiatría son los más sensibles, los más porosos al mundo de mierda en el que vivimos. En Francia, por ejemplo, que somos un país desarrollado, la psiquiatría está fatal. A nivel público está abandonada, es una vergüenza. Lugares como el Adamant son lugares de resistencia, donde la gente por estar enferma no está apartada del mundo», responde lúcido Philibert, antes de reflexionar sobre el concepto mismo de intervención en el documental: «Creo que todo es ficción. Los documentales son otra manera de afrontar la ficción, pero poner frente a alguien a una cámara es ponerle a interpretar. Un documental jamás será una fotocopia de la realidad, siempre será una reinterpretación. Mi película no es la realidad, es una realidad», se despide sereno.