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Historia

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“Parece que si estudias a Carlos V eres facha”

El historiador y novelista José Luis Corral cierra con «El dueño del mundo» la trilogía que ha dedicado al emperador Carlos V en su saga «Los Austrias», un ambicioso proyecto histórico y literario

Carlos V retratado por Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña (1877) en el Monasterio de Yuste
Carlos V retratado por Miguel Jadraque y Sánchez Ocaña (1877) en el Monasterio de Yustelarazon

El historiador y novelista José Luis Corral cierra con «El dueño del mundo» la trilogía que ha dedicado al emperador Carlos V en su saga «Los Austrias», un ambicioso proyecto histórico y literario.

Es un emperador crepuscular, gotoso, cansado de guerras y batallas políticas que, con el espíritu abatido y la salud mermada, decide retirarse al Monasterio de Yuste ante la previsión de su muerte. Este Carlos V, con el alma drapeada por abundantes lutos –el de su esposa Isabel de Portugal, al que fue fiel más allá de su fallecimiento, y el de su madre, Juana la Loca, que daría el paso definitivo poco antes que él–, las articulaciones inflamadas por las enfermedades y varias quejumbres más cercenándole la voluntad de gobernar, es el que José Luis Corral aborda en «El dueño del mundo» (Planeta), la tercera parte de su saga «Los Austrias» y la que concluye la trilogía que ha dedicado a Carlos I de España y V de Alemania. «Él cambió el mundo. Fue el último rey de la Edad Media y el primero del mundo moderno. El último caballero medieval y el primero renacentista. Con él, el mundo deja de estar en el Mediterráneo y África y se abre al Atlántico y América, porque financia a Magallanes. Es el monarca del cambio, el que comienza el imperialismo y el colonialismo, con lo bueno y lo malo que tiene eso, porque también a él se deben el derecho de gentes y de los hombres».

Una cuestión de poder

José Luis Corral, en Yuste, donde pasó sus últimos días el protagonista de su historia, que no murió de gota, aspecto en el que abundan tantas leyendas, sino por paludismo (picadura de un mosquito), cuenta que en este volumen narra los últimos azares de uno de los cuatro hombres que más poder han concentrado a lo largo de la historia (junto a Alejandro Magno, Augusto y Genghis Khan). «No lleva adelante grandes hazañas, como otros, pero es uno de los primeros que comprende y entiende la sociedad en la que vive», subraya el también historiador, quien considera que solo le quedó pendiente un sueño: construir una ciudad imperial a la altura de, por ejemplo, el París de Napoleón. «La leyenda negra afecta más a Felipe II, que nace en Valladolid, que a él, que es del norte de Europa. Los luteranos se oponen a su influencia porque según aumenta el poder de un emperador, disminuye el de la nobleza. Los nobles no quieren renunciar a la capacidad de tomar decisiones. De hecho, la reforma no triunfa por cuestiones religiosas. Los príncipes apenas conocen los puntos de Lutero. Se pasan a la reforma por una cuestión de poder».

El catedrático de Historia Medieval protesta por la manipulación de la historia de unos y otros. Denuncia la visión de España que está haciendo el «pancatalanismo», que ha «censurado mi ensayo “La corona Aragón. Manipulación, mito e historia”», y también la última revisión que se está haciendo de Blas de Lezo: «Se ha reivindicado ahora para usarlo políticamente. Y eso está mal. No se puede utilizar la historia con fines políticos». Y también se queja de la infravaloración que la dinastía de los Austrias sufre en España, sobre todo, porque si estos reyes hubieran sido ingleses o franceses su consideración, a pesar de sus luces y sombras, sería muy distinta. «Los Tudor, de los que se acaba de rodar una serie, o Isabel I de Inglaterra no tienen la grandeza y la relevancia histórica que Carlos V o Felipe II en términos absolutos, pero todos podemos contemplar cómo están valorados unos y otros. Parte de la culpa la tenemos nosotros mismos, los españoles, que tiramos piedras contra nuestro propio tejado. Parece que si valoras o estudias a Carlos V eres facha. Desde este punto de vista lo hemos hecho muy mal». Además, apostilla: «Ahora da la impresión de que la Inquisición la hemos inventado los españoles y no es así». Y añade un dato: en todo el siglo XVI, en España ajusticiaron a 5.000 personas, pero, en cambio, solo en la alta Sajonia entre 1550-1555, los luteranos mataron a 25.000 acusadas de brujería. Y los protestantes de Gran Bretaña a miles.

La alteración de la historia y su interesada manipulación es uno de los caballos de batalla del historiador y escritor, minucioso en las descripciones arqueológicas de estas novelas, donde recupera a personajes poco conocidos por el público, como Juanelo, el relojero italiano de Carlos V, creador de autómatas y uno de los hombres que acompañaron al emperador en sus últimos años. «Los reyes de Cataluña jamás existieron. Hay una manipulación con la historia de la Corona de Aragón. No estoy en contra de las interpretaciones de la historia, pero se ha hecho una de mentirasy que ha alterado los hechos. Lo que se está contando a los niños en Cataluña son falsedades. Se usan conceptos equivocados». Pero también hace una autocrítica a su gremio: «Los historiadores deben estar más atentos y transmitir la historia. Hemos caído en una dejación de funciones. El historiador debe ser combativo».