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El periodista por el que Federico García Lorca levantó el puño

Un libro recoge la totalidad de las crónicas que Pablo Suero dedicó al poeta granadino
Homenaje a Pablo Suero en 1936, poco antes de las elecciones del 16 de febrero. De izq. a der. Rafael Alberti, Rodríguez Spiteri, Lorca, Aleixandre, Adolfo Salazar, Concha Méndez, Enrique Serrano, Serrano Plaja y Altolaguirre. Delante, Pablo Suero y María Teresa LeónFoto Mayo
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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A Federico García Lorca no le gustaban las entrevistas. Consideraba que los reporteros no eran muy fieles cuando recogían sus declaraciones. Pero en este ámbito, el del periodismo, había había excepción que se llamaba Pablo Suero, uno de los grandes reporteros argentinos del siglo pasado. Amigo y confidente del poeta granadino, a Suero le debemos algunas de las más importantes e imprescindibles crónicas sobre el autor de «La casa de Bernarda Alba». Buena prueba de ello es un libro que acaba de publicarse en Argentina y que reúne por fin todo esos materiales que permanecían injustamente perdidos o dispersos. En ellos tenemos un retrato de primera mano, el que resurge en las páginas de «Federico García Lorca. El tiempo compartido», editado por Impronta bajo el cuidado de Mirtha Mansilla y Alfonso López Alfonso, aún inédito en nuestro país.
Suero conoció a Lorca cuando el granadino visitó Argentina entre octubre de 1933 y marzo de 1934, todo un éxito para su teatro. La amistad se prolongó hasta unos pocos días de febrero de 1936 cuando Suero visitó España mientras empezaban a sonar tambores de guerra, la misma que arrasó con todo, incluso con la vida de Lorca que fue asesinado en agosto de ese año por los fascistas granadinos.
Las crónicas de Suero sobre el poeta se inician incluso antes de que se conozcan, cuando Lorca acaba de embarcarse en Barcelona rumbo a Buenos Aires. Es consciente de la importancia de una visita que tiene «todos los caracteres de un acontecimiento» al contar ahora Argentina con alguien que «ha sabido cantar con una voz nueva los sentimientos y pasiones de su raza bravía y soñadora».
El 14 de octubre de 1933, el periodista publicó una de las mejores entrevistas hechas a Lorca, una crónica de un día en barco con confidencias extraordinarias, como cuando habla de su paso por Nueva York asegurando que fue allí «a estudiar... Estuve un año en la Universidad de Columbia... Nueva York es algo tremendo... Desagradable... Tuve la suerte de asistir al formidable espectáculo del último crack... Fue algo muy doloroso, pero una gran experiencia... Me habló un amigo y fuimos a ver la gran ciudad en pleno pavor... Vi ese día seis suicidios. Íbamos por la calle y de pronto, un hombre que se tiraba del edificio inmenso del Hotel Astor y quedaba aplastado en el asfalto... Era la locura... Un río de oro que se desborda en el mar. Los botones trabajaron ese día de tal modo que encontraba uno por los rincones a los pobres chicos echados en el suelo, rendidos... Fue algo inolvidable... Una visión de la vida moderna, del drama del oro, que estremecía».
Suero siguió a Lorca a todas partes: lo acompañó mientras daba conferencias, se daba baños de masa con el público porteño, asistía a ensayos... Todo ello hace que vea en el autor de «Bodas de sangre» un gran autor que necesitaba ser reivindicado. Por eso escribió en enero de 1934 que «España no ha descubierto a García Lorca autor. Reclamaremos a su debido tiempo –pues hará muchas cosas grandes este poeta– la gloria de haberlo consagrado como tal».
Cuando Pablo Suero se trasladó a España en 1936, además de seguir al Lorca escritor también prestó atención a su compromiso político y social, hecho que, por cierto, destruye esa imagen tan manipulada por algunos revisionistas de pacotilla según la cual el autor de «Yerma» era apolítico. El 6 de agosto de 1936, el periodista publicó en «Noticias gráficas» una crónica sobre el homenaje que le habían dedicado los autores de la Generación del 27 en el Restaurante Buenavista de Madrid unos meses antes, concretamente el 22 de febrero. De ese día es una ya mítica imagen en la que un feliz Suero aparece rodeado de, entre otros, Rafael Alberti, Carlos Rodríguez Spiteri, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Concha Méndez, María Teresa León y Manuel Altolaguirre, todos ellos con el puño en alto. «¡Qué pena me da ahora pensar en esos puños, crispados de angustia o sobre las armas!», escribió Suero.
El periodista nunca superó el mazazo que fue el asesinato de Lorca y dedicó algunos textos que aparecen en el libro a tratar de negar aquella noticia. Por desgracia, lo que en un principio era un rumor acabó siendo una triste verdad. A este respecto, en el archivo del periodista un importante documento como es la nota de prensa elaborada por el comisariado de propaganda de la Generalitat de Cataluña, en ese momento dirigido por Jaume Miravitlles, y en el que se informaba de manera oficial desde un estamento público sobre el crimen. Es del 24 de septiembre de 1937, un poco más de un año después del asesinato, y se basaba en el testimonio de un testigo presencial de los hechos.
El volumen concluye con una evocación de Suero del amigo ya muerto, al que rememora con emoción diciendo que «siempre me pareciste cosa de milagro».