El resurgir de la leyenda de la Atlántida
Varias novedades editoriales y una serie de documentales vuelven a insistir en encontrar pruebas arqueológicas de esta civilización que en realidad solo existió en la mente de Platón
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Hay una persistente memoria colectiva en torno a las antiguas civilizaciones que se perdieron después de cataclismos cósmicos. La humanidad recuerda las catástrofes cíclicas que la han asolado hasta el punto incluso de haber perdido la escritura o diversas tecnologías avanzadas. Ahí está el esquema mítico de la edad de oro con el recuerdo memorable de una edad lejana en la que los hombres de una raza superior y primigenia eran felices y vivían en un mundo avanzado, idílico y edénico del pasado. Siempre hay en ese momento una justicia equitativa y una sociedad ideal, de índole utópica, que es capaz de las mayores proezas. Pero luego advienen las edades posteriores en progresiva decadencia hasta llegar a nuestra edad de hierro –así lo recoge Hesíodo– o la edad de Kali del hinduísmo, en un esquema que, afortunadamente, es cíclico y conlleva que, pese al declive inexorable, algún día ha de regresar el mundo áureo, en un ciclo de matices religiosos pero también políticos.
Una de esas historias del pasado donde se mezcla antropogonía, utopía, memoria de las edades y mitología es la de la Atlántida, el poderoso y legendario continente al que plantó cara la antigua Atenas en una edad pasada. La filosofía de Platón usa constantemente el mito de la edad de oro, entre utopía, religión y filosofía política, y lo reelabora para sus proyectos reformistas. En la «República» y las «Leyes», y entremedias en el «Político», se presentan recreaciones del mito de la edad de oro en la época en la que la divinidad se cuidaba de los destinos del mundo: ahora debemos imitar aquella «santa edad» con una legislación apropiada. Desde el microcosmos del alma humana al macrocosmos de la historia universal, pasando por el mesocosmos de la organización política, Platón evoca la tripartición de las edades cósmicas, partes del alma y clases sociales –oro, plata, bronce, con algunas incursiones en derivaciones de hierro y de carácter heroico– heredando el viejo esquema de Hesíodo y, más allá, del mundo oriental. Los griegos eran muy conscientes de su deuda con Oriente: por eso hay que leer así acaso también la leyenda de la Atlántida, que Platón acuñó –como tantos otros mitos y alegorías en su obra– en los diálogos «Timeo» y «Critias», compuestos en torno al 360 a. C.
Al comienzo del «Timeo», el diálogo platónico acaso más célebre por contener una cosmología completa, «Critias» narra una historia que de niño oyó contar a su abuelo y que él a su vez supo de Solón, el mítico legislador y poeta ateniense. Los griegos tenían una veneración por las antigüedades egipcias, y en este pasaje Solón, que está de visita en la ciudad de Sais, habla con un anciano sacerdote egipcio que le cuenta cómo en sus templos se conservan los escritos de miles de años de historia que incluyen también cómo la Atenas prehistórica, un estado brillante y avanzado, supo hacer frente al dominio de la Atlántida, en un mito que pasa por muchas manos en una transmisión entre oralidad y escritura. Siempre se insiste en el relato «verosímil» y «no verdadero» que se cuenta, a modo de ficción alegórica, de un mito que aparece en el contexto de la discusión sobre la sociedad ideal: Egipto ha guardado en sus registros las hazañas de una antigua Atenas, cuya memoria han perdido los propios atenienses, con la que combate la Atlántida, una confederación de reyes situada más allá de las columnas de Hércules que llegó a dominar «los pueblos de Libia, hasta Egipto, y Europa hasta Tirrenia».
El trasfondo filosófico enlaza con el mito de las edades y se refiere a la memoria de una época griega de enorme antigüedad tras la cual advino un cataclismo y los griegos olvidaron incluso la escritura. A veces el mito semeja la historia, pues tras la catástrofe del Bronce, con maremotos e invasiones incluidas, se perdió la capacidad de escribir el griego en el silabario Lineal B, heredado de la cultura minoica. Y ciertamente diluvios y maremotos pueden asimilarse a catástrofes históricas. El sacerdote egipcio del «Timeo» refiere el carácter cíclico de los «fines de raza», ora incendios ora diluvios, que asuelan la humanidad. Tras ser derrotada por la antigua Atenas, la Atlántida se hundió en el océano en un solo día y una noche, en lo que parece descrito como un maremoto.
En el segundo diálogo donde aparece la Atlántida, el «Critias», el relato inconcluso se centra en la organización de aquella ciudad legendaria y cómo fue su impiedad –otro motivo mítico, muy presente por ejemplo en la destrucción de las edades de plata y bronce en Hesíodo– la causa de que los dioses causaran la perdición de la Atlántida. En frente se le contrapone la antigua y virtuosa Atenas, una suerte de paradigma mítico antecedente de las utopías platónicas. Sin embargo, su gobierno basado en leyes justas y divinas no fue inmune a la degeneración del ciclo de las edades y acabó también colapsando. Los antiguos atenienses –dice Platón en el «Critias»– «durante muchas generaciones, mientras la naturaleza del dios era suficientemente fuerte, obedecían las leyes y estaban bien dispuestas hacia lo divino emparentado con ellos […]. Mas cuando se agotó en ellos la parte divina […] y se pervirtieron». Es muy parecido al esquema del mito del «Político», con dos edades alternativas en cuanto a justicia y gobierno divino, y al de «Leyes», con una legislación heredada de los dioses y, en suma, una Atenas antigua como modelo para imitar, como en la «República».
En esta leyenda resuenan la caída de Micenas y el colapso de la isla de Santorini
Así, hemos de relacionar el mito de la Atlántida con el marco de reflexión platónico acerca de la sociedad ideal en un contexto utópico de idealización del pasado áureo. Aunque haya un eco mítico-histórico de los ciclos de cataclismos de las edades –no solo el eco lejano del fin Micenas o el colapso Santorini, sino un esquema que se repite en todas las mitologías y latitudes– el mito de la Atlántida es claramente un mito filosófico.
No hay que empeñarse, como ha sucedido a veces, en buscar un misterioso continente desaparecido, en lo que ha devenido una fantasiosa empresa. A menudo se ha querido localizar la Atlántida «real» o «histórica» en un lugar geográfico concreto –así como hay quienes ven la cueva de Calipso de la Odisea» en el islote de Perejil–, entre una larga nómina que incluye la isla de Faros, Chipre o Santorini, Cerdeña, las Azores, las Canarias o las Islas Británicas. Uno de los lugares favoritos ha sido desde antiguo el sur de España, sobre todo a partir de los estudios del arqueólogo A. Schulten (1870-1960) sobre la cultura tartésica.
En la Atlántida se mezclan la utopía, la antropogonía, la memoria de las edades y la mitología mitología
La Atlántida ha devenido uno de esos mitos de la historia, con intentos más o menos esotéricos por localizarla desde antiguo. La historia de su búsqueda y de las teorías sobre ella se ha poblado de curiosas postrimerías, desde interesados en las ciencias ocultas y lo que hoy llamaríamos pseudociencias, hasta arqueólogos nazis. Imposible trazar una lista exhaustiva, pero esta debería incluir, entre muchísimos nombres, los de Édouard Schuré, Ignatius Donnelly, Rudolf Steiner o Charles Berlitz. Normalmente, en el «cóctel» de ingredientes de su búsqueda fantasiosa suelen incluirse algunos de los típicos «misterios» de la historia, pueblos poco conocidos, mitificados o lenguas aún por descifrar, conspiraciones para ocultar una verdad histórica y un omnipresente «matriarcado» original. Por supuesto, abundan las menciones a la antigua Tartessos, los minoicos, los etruscos, e incluso los vascos o los canarios (cuando no se ha pensado, como ocurre con los egipcios, ¡en un origen extraterrestre!).
En definitiva, hay que leer la Atlántida como lo que fue, uno de tantos mitos filosóficos y propedéuticos en el marco del pensamiento platónico que remiten a un pasado áureo y utópico de ansiado retorno sobre la vieja historia del colapso cíclico de las avanzadas civilizaciones anteriores que alberga nuestra memoria colectiva. Por supuesto, sus postrimerías fantasiosas son toda una historia cultural, de interesantes especulaciones, ficciones, imaginaciones y entretenimiento que han de ser estudiadas como una parte de la estupenda recepción de la tradición clásica.
ELUCUBRACIONES, TESIS Y DOCUMENTALES
Las últimas actualizaciones de populares y a veces fantasiosas teorías sobre la Atlántida –como las hipótesis que la relacionan con la España suroccidental– se puede ver en novelas, ensayos y películas recientes, de ficción o documentales, que intentan reunir pruebas de la historicidad de este fantástico lugar que solo se explicita como mito en la obra de Platón. Destaca el documental «El Resurgir de la Atlántida», dirigido por James Cameron y producido por National Geographic, que indaga en la zona entre Daimiel y Huelva la vieja idea de una Atlántida ibérica. Y constantemente se publican novelas, entretenidos ensayos y novedades editoriales, como los recientes libros del italiano Roberto Pinotti «Atlántida. El misterio del continente perdido» (Luciérnaga 2018) o del español José Orihuela, «Atlántida. La luz de Occidente» (Almuzara 2023) que dan fe de la pervivencia de esta fascinación. Para una visión ponderada de la Atlántida, se pueden recomendar la tesis de Tomás Morales (El «Critias de Platón: un mundo mítico para una irrealizable épica del Bien», UNED) y el excelente libro de Pierre Vidal-Naquet, «Atlántida. Pequeña historia de un mito platónico» (Akal 2005).