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Historia

Retrato robot de Poncio Pilato

El hombre ante el cual compareció Cristo está aún rodeada de puntos oscuros

Pilato se lava las manos y con ese gesto sella la condena a muerte de Jesús. Obra de Gebhard Fugel,
Pilato se lava las manos y con ese gesto sella la condena a muerte de Jesús. Obra de Gebhard Fugel, La Razón

¿Quién fue en realidad Poncio Pilato? Sabemos que subió al poder alrededor del año 26 mientras dos de sus contemporáneos, Sejano en Roma y Flaco en Egipto, defendían políticas antisemitas similares a la suya. Llegó incluso a llevar a Jerusalén estandartes militares con la imagen del César, desafiando así de modo flagrante la ley judía. No era, por tanto, un angelito.

El erudito bíblico estadounidense Graig Alan Evans se alinea con la figura intermedia y más equilibrada de Pilato, según la cual éste no sería el hombre titubeante y débil que presentan los Evangelios pero tampoco el individuo insensible y malvado retratado por Filón de Alejandría y Flavio Josefo en sus respectivos escritos. El primero lo describe como un sujeto «inflexible, terco y cruel» y asegura que su mandato se caracterizó por la corrupción en grado sumo: desde sobornos y robos, hasta atropellos y ejecuciones sin juicio previo.

Josefo, por su parte, deja a Pilato también a los pies de los caballos. Pero en realidad, éste sólo mantuvo dos discrepancias serias con el pueblo judío, la primera de las cuales fue la transgresión de la ley mosaica con motivo de los estandartes militares llevados a Jerusalén por orden estricta suya. El otro incidente relevante fue que Pilato echó mano al tesoro del Templo reservado para los sacrificios nacionales con el objetivo de financiar el acueducto de Jerusalén. Pero, como advierte el veterano profesor de Artes Liberales y Estudio de la Religión en la Universidad de Massachusetts, Richard Horsley, Pilato no podría haber tocado ni una sola moneda del tesoro del Templo sin el consentimiento previo de Caifás, evidenciándose así la connivencia entre el gobernador romano y el sumo sacerdote judío. No resulta extraño por lo tanto que, poco después de que Pilato fuese destituido de su cargo a principios del año 37, tras su brutal ataque contra los samaritanos, Caifás quedase relevado también del suyo. Ambos debían haber colaborado juntos, como señala Evans, en la represión contra el pueblo samaritano alentada por los jefes de los sacerdotes, que despreciaban a sus vecinos del norte y no veían con buenos ojos el restablecimiento de su templo rival en el monte Garizín.

Al papirólogo e historiador antiguo Brian McGing, el retrato que los Evangelios hacen de un Pilato prudente y oportunista le parece plausible. Su comportamiento cauteloso y conciliador con los judíos, excepción hecha de la provocación aislada con los estandartes militares, explicaría su largo mandato, la ausencia de conflictos con los dirigentes semitas y el hecho comprensible de que Pilato, que acababa de llegar a Jerusalén con motivo de la Pascua, no quisiera ofender a los judíos durante la fiesta.

Pilato solía residir en la ciudad de Cesarea Marítima, sin duda la más rica y suntuosa de su tiempo en toda Palestina. Pero durante la Pascua y otras solemnidades trasladaba su residencia a Jerusalén, donde entregó a Jesús para que lo crucificasen.Sea como fuere, el nombre completo de «Poncio Pilato» aparece citado tan sólo tres veces en el Nuevo Testamento: Lc 3, 1; Hch 4, 27; y Tim 6, 13. El político e historiador romano Cornelio Tácito, que vivió entre los años 55 y 118, asegura que Jesús había sido condenado a muerte durante el reinado de Tiberio y «por [sentencia] del procurador Poncio Pilato (per procuratorem Pontium Pilatum)».

No resulta extraño así que Evans ponga esto mismo de relieve: «Llamar a Pilato “procurador” –advierte– resulta anacrónico, como algunos especialistas supusieron [en alusión al historiador británico Arnold Hugh Martin Jones y otros], pues, antes del breve reinado de Agripa I (41-44), los gobernadores romanos de Judea eran prefectos».

Sabemos así, gracias a la inscripción de Pilato hallada por arqueólogos en Cesarea Marítima que éste no era procurador, sino prefecto, que no es lo mismo. Mientras el prefecto era más bien un puesto militar, una especie de gobernador militar, el procurador ostentaba una autoridad civil más amplia y se encargaba de velar por los intereses financieros del emperador. Pero más allá del cargo que desempeñase Pilato, el cual a fin de cuentas no tiene mayor trascendencia hoy día, si por algo llama la atención la inscripción descubierta en Cesarea Marítima es sencillamente porque constituye una prueba crucial sobre la autenticidad de los Evangelios al ratificar la existencia histórica de Pilato, uno de los protagonistas de la Pasión de Cristo. El prefecto Poncio Pilato fue, en efecto, el gobernador de Judea ante el cual compareció Jesús de Nazaret conducido hasta él por un grupo de judíos encabezado por el sumo sacerdote Caifás.

UNA INSCRIPCIÓN

El hallazgo resultó sorprendente. El equipo dirigido por el arqueólogo Antonio Frova (1914-2007) emprendió unas excavaciones en el teatro y el anfiteatro de Cesarea Marítima. Frova había iniciado el rescate de las ruinas del teatro romano en 1959 y su trabajo se prolongaría hasta 1964. Fue allí, en aquel teatro romano erigido en el extremo meridional de Cesarea Marítima donde Trova debió permanecer atónito al encontrarse con el bloque de piedra caliza parcialmente dañado, de 82 por 65 centímetros de diámetro y realizado entre los años 26 y 37, cuya inscripción hacía alusión expresa al «prefecto Poncio Pilato». La primera huella arqueológica fehaciente de la existencia de este personaje histórico citado en los Evangelios durante la Pasión de Jesús, la cual confirma a su vez la historicidad de los Evangelios y la del propio Nazareno.