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Literatura

Richard Flanagan: «Existo gracias a un crimen atroz contra la humanidad»

Publica «La pregunta 7», que escribió cuando los médicos le diagnosticaron una grave enfermedad; un libro donde reflexiona sobre la contradicción que supone vivir gracias a la bomba atómica

El escritor Richard Flanagan, autor también de "El camino estrecho al norte profundo", que ahora se ha convertido en serie Libros del Asteroide

Richard Flanagan está con gripe, pero, a pesar de su mermado estado, acude a la entrevista. Sonriente, amable, este hombre, de larga paciencia, ha publicado «La pregunta 7», uno de los libros de esta temporada y un texto de ineludible para los lectores asiduos. Unas memorias que hilvanan asuntos, en principio distantes, como la publicación de un libro de H. G. Wells con la razón de su nacimiento y existencia. Unas páginas donde salen a relucir los campos de concentración japoneses -a los que sobrevivió su padre cuando apenas le quedaban fuerzas-, su doble experiencia con la muerte (una juvenil y otra derivada de un diagnóstico médico equivocado, pero que le llevó a mirarse en el espejo) y la crueldad que en ocasiones anida en el ser humano.

¿La literatura precede a la realidad?

H. G. Wells inventó la bomba atómica. Es cierto. Mi libro se estructura como una reacción en cadena. ¿Por qué? Porque solo existo porque se lanzó la bomba atómica, donde murieron 100.000 personas, según algunos. Mi padre era prisionero de guerra en los campos de concentración japoneses. Estaba a cien kilómetros de Hiroshima y sobrevivió a esas bombas. He nacido y estoy hablando con usted porque se lanzaron esas bombas y mi padre fue liberado. Es una ironía tremenda. Existo gracias a un crimen atroz contra la humanidad. Siempre me ha interesado esto, el porqué de la guerra, por qué esta bomba, cuál es su origen. Entonces descubro que la bomba atómica no empieza como un desarrollo científico; empieza con un beso en una biblioteca de Londres y un destello de amor: el de H. G. Wells y Rebecca West. Él empieza a escribir una novela y en su obra inventa un artilugio que es una bomba atómica. Como novelista, vio más que los científicos sobre la época que venía. Lo vio más claro. Ese libro tuvo un impacto considerable en una serie de lectores y eventos que llevaron al final a que los americanos crearan el proyecto Manhattan y que lanzaran Hiroshima.

Cuestiona la moralidad de los bombardeos.

Nos cuentan la historia de la bomba atómica como un desarrollo tecnológico. Vivimos un momento donde solo importa el código binario y las métricas, pero esta bomba explica que en realidad vivimos en las historias. Nos hemos fijado en la bomba atómica de un modo que deja de lado la mentalidad de la guerra, que es más que esta bomba. La bomba se usó porque encajaba con una idea: para lograr objetivos militares había que aniquilar civiles. La bomba atómica nos parece más obscena que otras destrucciones por bombardeos, pero en Tokio murió mucha más gente que en Hiroshima por las bombas convencionales. En Vietnam, se lanzaron bombas con un tonelaje bestial. Hay que recordar que la guerra industrial moderna es una empresa malvada; no es más civilizada que antes. Hiroshima y Nagasaki sirvieron bien a Estados Unidos, y a los rusos, por sus propósitos geopolíticos. Hiroshima desvió la mirada de otros crímenes de guerra. A la bomba nuclear le dieron más relevancia de la que quizá tuvo en ese momento, pero, sin duda, en la forma en que existe hoy es un arma horrenda que puede destruirnos.

El Ferrocarril de la Muerte, donde trabajó el padre del novelista cuando era prisionero de los japonesesLibros del Asteroide

Se reunió con los carceleros de su padre. Alguno de ellos era conocido por su crueldad.

La situación en Japón era distinta de la que era Alemania. Era un contexto diferente porque en Alemania se mató y luego sus líderes fueron juzgados. En Japón se tomó la decisión de que el emperador no había impulsado ni dirigido el régimen militar japonés, aunque la cabeza era él y todos servían al emperador. Los norteamericanos llegaron a la conclusión de que para ocupar de manera pacífica Japón no podían juzgar al emperador, porque entonces lo habrían tenido que ejecutar.

¿La consecuencia?

Es muy dura para una sociedad. Japón estuvo involucrado en una guerra imperial desde 1930. Los soldados piensan que sirven al emperador y, si para las otras naciones el emperador no es culpable, los japoneses no afrontan tampoco esa culpabilidad. Es todo un legado histórico. Una herencia que han tenido que afrontar. Hay otro aspecto: lo que queda de esos crímenes. Nunca se hace suficiente justicia. En la historia, la justicia nunca es adecuada. Los guardias de los campos de concentración que conocí eran personas que se comportaban como criminales de guerra. A quien habría que culpar en realidad por sus actos, pienso, es a los políticos y a los líderes militares, intelectuales y religiosos, que son los que tenían el poder y los pusieron ahí. En realidad, hay que responsabilizar a las personas que afirmaban que el pueblo japonés era más que los otros pueblos de alrededor. Ahí es donde ya comienzan los crímenes de guerra. Hoy en las sociedades vemos que se dice lo mismo, que hay otra gente que es inferior, que otro pueblo es inferior... Eso es maldad, porque esas ideas se propagan y es el principio del horror.

¿Es posible perdonar?

No me tocaba perdonar a mí. Cuando los conocí, yo no iba como juez ni con una actitud fiscal. Solo quería entender lo que hicieron. Estaba intentando comprender a la persona que tenía delante. No pude conseguir más. Cuando conocí a esos hombres, sentí tristeza por lo que nos hacemos unos a otros, por lo que significa ser humano en ocasiones y el dolor que nos infligimos. Pero aparte del odio y la violencia, existe la bondad. Es, quiero creer, lo que intentan hacer la mayoría de las personas en su día a día.

«El poder no puede ser la brújula que guíe a los hombres»

Richard Flanagan

Los principios que le inculcó su padre rechazaban el materialismo y defendían los valores.

Crecí, digamos, en una atmósfera de abandono benigno, en el sentido de que me dejó ser libre. Mi padre había llegado a una visión de la vida en que pocas cosas importaban, salvo la bondad y la generosidad. No creía en logros materiales y carreras deportivas. Le parecían asuntos cómicos. También pensaba que los hombres eran mejores cavando zanjas. Ese fue el lienzo donde crecí. La manera poco usual en que descubrí el mundo y la vida.

Esas ideas están en retirada en el mundo de hoy.

Él era un hombre ordinario que vivió una vida extraordinaria. Eso le llevó a creer que pocas cosas importaban, salvo el amor que puedas dar y recibir. Tenía cosas materiales, pero nunca traicionaría lo que llamaba la inviolabilidad de las almas. Eso es lo que protegieron mis padres. Ellos vivieron el final de una época totalitaria, donde se esclavizaba. Mis padres no eran ideológicos, no eran políticos. Practicaron una manera de amor ejerciendo la bondad. Lo veía naif, un poco ingenuo, pero con los años, esa idea de amor era una especie de magia, y ellos eran los magos. No eran ingenuos.

Salvar el alma de la corrupción y principios... No es poco.

Creo que el cinismo puede ser una forma de ingenuidad; hay mucha gente por todo el mundo que vive su vida de una manera ética, con sus principios, que serán imperfectos, pero son los suyos. Lo que sucede es que cada vez estamos más animados a agarrar solo la brújula del poder. Esta pornografía del poder que tenemos… Por no hablar de dispositivos, como teléfonos, con este despliegue de poder constante. El poder siempre es el enemigo del amor; el poder es la fuerza de la desesperación. El poder no debe ser la brújula que nos guíe. Pero si miramos alrededor, ves gente que también comete buenos actos. Eso da esperanza. Si mirásemos más hacia dentro de nosotros mismos, que es nuestra realidad, nos daríamos cuenta de la esperanza que existe, pero solo miramos el poder, no al resto del mundo, y parece que los hombres solo somos eso. Pero este aspecto solo es uno de nuestra realidad, y el peor. Yo pretendo honrar lo opuesto a las personas sin poder y que han logrado sobrevivir.

¿Un escritor es un hereje? Eso sugiere en el libro.

Pienso que lo son porque nunca dan respuestas, sino que plantean preguntas, y las preguntas no le gustan al poder. Molestan. Sí, inevitablemente, los escritores son herejes. Los libros que importan y que nos cambian a todos están escritos por herejes.