Sección patrocinada por sección patrocinada

Papel

«Ser patriota es tener conciencia social y luchar por la igualdad»

Marta Sanz ha traído Malasaña a la literatura en «Retablo», dos relatos con ilustraciones de Fernando Vicente que hablan de las transformaciones de este barrio de Madrid.

Marta Sanz / Foto: Anuska Sandroni
Marta Sanz / Foto: Anuska Sandronilarazon

Marta Sanz ha traído Malasaña a la literatura en «Retablo», dos relatos con ilustraciones de Fernando Vicente que hablan de las transformaciones de este barrio de Madrid.

La ficción resultan unos pinceles apropiados para reflejar la realidad. Una excusa, la creación de una novela o un cuento, para ir dando la pauta de las distintas insignificancias que acaban por dar un cambio. Marta Sanz es una escritora que escribe sin encerrarse en el escritorio para evitar aislarse de lo que sucede. De ahí ha salido este «Retablo» (Páginas de espuma) que es la evocación del barrio en el que vive.

–¿Qué significa Malasaña pa-ra Madrid?

–Para mí ha sido la aldea irreductible, donde aparecía el País de las Maravillas. Lo vinculo a mi juventud. Recuerdo cómo bajaba hacia la plaza del 2 de Mayo y el estallido de luz, color y alegría que había. Es probablemente una de las partes más castizas, pero se ha vuelto cosmopolita en un Madrid que se reconvirtió.

–Y ha dado mucha guerra.

–Es un barrio guerrero. Un espacio de ocio, insumiso, de rebeldes, que no está de acuerdo con las cosas establecidas. En los últimos años, con la globalización, se resiste a vivir en una ciudad descolorida. Es una reivindicación de los barrios para crear vínculos fuertes y los espacio de colectividad.

–Y estos cuentos vienen de esta esta realidad.

–Toda mi litetatura surge de la observación. Soy una escritora que escribe con las ventanas abiertas, que coincide con la vecina con la oreja puesta. En «Retablo» existe una recreación literaria e imaginativa de personajes con los que convivo en mi vida cotidina. Es lo que hacemos los que escribimos. A partir de la realidad se hace una representación más general.

–¿Qué es lo malo que tiene lo castizo?

–El encastillamiento en las zonas más rancias de una historia que no siempre ha sido ejemplar y la cerrazón ante cualquier estímulo que no venga de las raíces patrias. Esto me parece muy empobrecedor y reduccionista, pero, al mismo tiempo, en este libro, he procurado hacer una sátira de la homogeneización actual de los estilos literarios, que convierten el lenguaje en uno que sea fácil de traducir, que sea plano, que lo aleja de las idiosincrasias, las referencias y de la literatura hispánica.

–¿Y lo malo de lo moderno?

–La homogeneización que se está produciendo de la pluralidad. Bajo la corteza de esta cultura del «cupcake» lo que hay es una realidad plana, igual. Una sentimentalidad impuesta por la cultura anglosajona. Se confunde muchas veces lo universal con lo anglosajón y lo anglosajón con la modernidad. Es el bonito ejemplo de «Bienvenido Mister Marshall».

–No es la única confusión que hay hoy en día...

–Es cierto, también se confunde lo español con lo andaluz y también existe otra confusión más entre ser patriota y ser patriotero. Alguien patriota es una persona con conciencia social, que lucha por la igualdad y que las brechas económicas estén más cerradas en el lugar en el que vive. El casticismo se confunde con las esencias rancias, que excluyen personas.

–¿Contra qué se rebela?

–(Risas). Contra casi todo. Sobre todo, las desigualdades de clase, de género, de raza y culturales. Creo que van todas dadas de la mano.

–Los barrios se llenan ahora de franquicias.

–Igual que la literatura tiene que ser igual en todas las lenguas, ahora parece que todos los lugares deben ser reconocibles, con comercios donde todos parecen estar en casa. Pero si viajas es para desvincularte de casa. Hecho de menos los comercios tradicionales, que ahora no puegen pagar lo que se les pide.

–Y de publicidad.

–Que no solo afecta a la vida de los barrios, sino a todas las personas de la sociedad. Una vez reflexioné sobre todos los aspectos ideológicos encubiertos bajo esa apariencia inofensiva. Con la publicidad nos están vendiendo valores. Es uno de los elementos para configurar la personalidad. Dicen que no es nada ideológica, pero está cargada de ideología.

–Y la gente va a los cafés con su teléfono móvil.

–Esa es una de las máximas paradojas que encubre las formas de vida homogéneas. En la era de las comunicaciones y la posibilidad de hablar con todo el mundo, somos la sociedad más encapsulada. Se privilegia la virtualidad en vez de los vínculos fuertes. Hay personas con las que se queda a cenar y que están todo el rato enfrente del móvil. Tenemos que afrontar el reto de incorporar la tecnología de una manera que no sea acrítica.