Salto al vacío

“Conejo blanco, conejo rojo”: la obra de teatro que no se ensaya

Llega al Teatro Marquina un experimento teatral del iraní Nassim Soleimanpour al que se enfrentan Ana Milán, Anabel Alonso, Secun de la Rosa y Pepe Viyuela

Julieta Venegas se enfrentó al reto en México
Julieta Venegas se enfrentó al reto en MéxicoTeatro Marquina

El experimento no es nuevo, ha viajado por muchos países, pero es la primera vez que se hace en España. Puede decirse que es una vuelta de tuerca al trabajo actoral, una forma distinta de vivir el teatro, desde dentro y desde el principio, en la que los espectadores asisten al primer enfrentamiento del actor con un texto y a su manera de dotarlo de vida. Un verdadero reto para cualquier artista porque ésta es una pieza que no se ensaya ni se dirige.

Conejo blanco, conejo rojo es una obra del dramaturgo iraní Nassim Soleimanpour. “Más que obra, prefiero decir que es una experiencia teatral, tanto para los actores como para el público, porque no lo es al uso, más bien es un salto al vacío del actor que provoca fuertes emociones”, afirma Óscar Carnicero, un español que vive hace años en México, productor de La Teatrería, de cuya mano llega el proyecto al Teatro Marquina de Madrid, de momento, con cuatro intérpretes, Ana Milán (17 octubre) , Anabel Alonso (24 oct.), Secun de la Rosa (7 noviembre) y Pepe Viyuela (14 nov.) “La vimos en el Festival Fringe de Edimburgo hace seis años, nos encantó y decidimos llevarla a México, donde se convirtió en un suceso y ya vamos por la quinta temporada”. La han hecho los nombres más importantes, no solo actores, también comunicadores o cantantes como Julieta Venegas. Se ha representado en ciudades como Buenos Aires −con Cecilia Roth−, Londres o Nueva York.

A Nassim Soleimanpour le surgió la idea al no poder salir de Irán. “El servicio militar era obligatorio y como se negó, no le dieron el pasaporte. “Si yo no puedo salir, que al menos salgan mis palabras”, dijo, y se puso a escribir la obra. Esa es la razón por la que el texto es el propio Nassim hablándonos en primera persona −explica Carnicero− y de que el gran tema que trata sea la libertad, o mejor, de la falta de ella, que es algo muy vigente, de manera que el actor es en realidad un altavoz del autor”.

De hecho, y a petición del dramaturgo, en cada presentación debe haber un asiento vacío que lo represente o lo tenga presente de alguna manera. “Y lo está hasta el punto de que algunos actores acaban teniendo una conexión con él muy profunda, aún sin conocerlo, porque se despiertan sensaciones y emociones personales muy intensas”, asegura Carnicero. “Asistir al teatro ya es una experiencia, pero aquí tiene el componente morboso de ver enfrentarse el actor a algo desconocido, sin saber qué va a suceder, si se van a burlar, si va a sufrir o lo pasará bien, ves las vulnerabilidades y fortalezas de los actores”, asegura el productor.

El proceso de trabajo es peculiar, el intérprete recibe por mail una lista de instrucciones 48 horas antes “que básicamente les dice cómo leer el texto, para saber quién habla en cada momento, si el autor o el actor. Se les manda preparar una serie de cosas que no es seguro que vayan a utilizar, es decir, no sabe qué instrucciones le van a servir y cuáles no”. Sobre un escenario desnudo, solo una escalera, una silla y una mesa con dos vasos de agua, se le entrega un sobre cerrado con el texto de la obra y a partir de ahí comienza. Lo que sorprende a Carnicero es cómo conecta el público “porque es un texto por momentos muy fuerte, otras divertido, que te va llevando por una montaña rusa de emociones.

Y es curioso comprobar −prosigue− que aunque las instrucciones y el contenido son iguales para todos, lo que se ve cada noche es distinto, porque lo que realmente cambia es la forma de interpretarlo, de enfocarlo o de reaccionarse con él de cada actor, eso es lo que lo hace genuino, admite distintas lecturas dependiendo de quién lo interprete”. Y apostilla: “Creo que la misión del teatro debe ser pensar de forma diferente, debe ser transgresor y rompedor, ese es el objetivo de La Teatrería y “Conejo blanco, conejo rojo” es justamente eso”.

  • Dónde: Teatro Marquina, Madrid. Cuándo: 17 y 24 de octubre y 7 y 14 de noviembre. Cuánto: entre 16 y 20 euros.