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El teatro destapa todos los miedos de Carmen Martín Gaite

Rakel Camacho y María Folguera dan continuidad al centenario de la escritora con una versión de 'El cuarto de atrás' protagonizada por Emma Suárez

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«El cuarto de atrás» tiene la característica de ser una obra en la que se detiene el tiempo. Zambullirse en ella es convertirse en Alicia y caer por esa madriguera con destino al País de las Maravillas. El lector (ahora espectador) se mueve entre el sueño y la vigilia, entre el realismo y lo onírico. Las referencias se multiplican de Pulgarcito a Todorov y Kafka. Aparecen infinitas alusiones a la vida de la propia autora, Carmen Martín Gaite. Es un autorretrato perdido. Y es dentro de esa libertad del texto donde han querido introducirse Rakel Camacho y María Folguera (directora y adaptadora, respectivamente) para celebrar el centenario del nacimiento de la escritora y pensadora salmantina. 

Se suma de este modo «El cuarto de atrás» a la programación de «Caperucita en Manhattan» en La Abadía para festejar dicho aniversario y, de paso, «completar la temporada más femenina de la historia de este teatro», celebra su director, Juan Mayorga, quien señala esta novela-ensayo como «una alternativa al sentido común». Así lo dejó escrito Martín Gaite en su dedicatoria para Lewis Carroll, quien «nos consuela de tanta cordura y nos acoge en su mundo al revés». O ese otro guiño que hizo a Georges Bataille rescatando su lema: «La experiencia no puede ser comunicada sin lazos de silencio, de ocultamiento, de distancia».

De todo ello hay en esta pieza que se desarrolla a lo largo de una noche. Hasta el amanecer. En el centro, una mujer, Ce (interpretada por Emma Suárez). Una casa y una visita inesperada. Ella, escritora, se preparaba para atravesar las horas a solas, pero ha llegado un hombre misterioso (Alberto Iglesias) y viene con preguntas olvidadas. ¿Qué había en el cuarto de atrás? «Este es un viaje por la luz y el recuerdo, el miedo a la sombra y la búsqueda de sentido. Una mirada al pasado que guarda secretos y a las palabras que, a veces, pueden salvar a uno», presentan.

Punto de partida

Reconoce Camacho esa dedicatoria a Carroll como «un punto de partida» de su propio trabajo: «Un viaje de la oscuridad a la luz y de la inconsciencia al consciente. Todo eso enlazado con recuerdos, ideas, pasado, presente... y reivindicando lo que es “El cuarto de atrás”», arranca la directora. ¿Y qué es? «Un lugar prohibido, pero también para dar rienda suelta a los sueños, a la libertad, al juego, a la creación. Un espacio robado en un mundo que pide productividad y practicidad», responde. Para Camacho, la obra de Gaite se mueve entre lo íntimo y lo público y entre la historia personal y la del país «en un momento en el que Franco ya había sido enterrado [la primera edición se publicó en 1978]». «Necesita mirar atrás para hablar del miedo, de esa resistencia, de intimidad –interrumpe Folguera–. Como buena obra literaria, nos sigue interpelando porque no es solo sobre Franco o la Transición, sino sobre tener miedo. Es la reflexión de una persona crecida en la Salamanca opresiva de los 40 que, en el momento que escribe, toma conciencia de que se termina un periodo, aunque no sepa ni cómo ni cuándo. En 2025 nos podemos identificar plenamente».

Se trata de un «collage» de ideas, vivencias, soledad, imágenes, pensamientos, historias de cine negro y de novelas, señas de la época... que la autora había ido recopilando «como una esponja», añade la directora, durante toda su infancia. «Su erudición, sabiduría y pensamiento hace que toda su obra tenga la importancia de ser un viaje al pensamiento creativo».

Explica Folguera que su compañera de equipo, Camacho, recoge como nadie esa «ambigüedad» en la que se mueve la escritora y que tendrá al espectador despistado. «En este viaje el público se pierde», suma Alberto Iglesias: «No vayamos al teatro con el cerebro demasiado colocado. Disfrutemos del viaje de la pérdida. Mejor un laberinto que un castillo. Es un desafío a la lógica», reta el actor.

Es en ese laberinto en el que Carmen Martín Gaite decidió perderse o, al menos, oxigenarse. Dio un giro a su pensamiento. Señala la adaptadora y dramaturgista a «El cuarto de atrás» como «el momento en el que ella, como autora, se plantea una evolución de manera explícita». «Es una transformación kafkiana», puntualiza Camacho.

Folguera ve en Ce al «alter ego» de la escritora y al Hombre de Negro como ese «personaje misterioso» que «sacude todo el encierro» y con el que juega a no saber «si estamos soñando o despiertos». Toma así especial valor lo que Emma Suárez denomina «la frase mágica» de la escritora, y la recita: «Pretender al mismo tiempo de entender y soñar: ahí está la condena de mis noches». Es la actriz (que además de con Iglesias, comparte reparto con Nora Hernández) responsable de un cambio en el desenlace. «Fue Emma la que nos dijo que rescatásemos el final de sus apuntes póstumos», justifica la responsable del texto que se verá en La Abadía.

Y es precisamente de «la falta de adaptaciones» de lo que se queja María Folguera en este centenario: «Ha llegado con muy buena salud lectora a su aniversario, pero la tarea pendiente es versionarla más», sostiene una mujer que de Martín Gaite valora especialmente ser «pesquisidora de lo “menor”», pues hizo «filosofía a partir de cuentos de niños, retahílas, coplas... Dedicó su mirada a lo considerado “menor” en un tiempo en el que la intelectualidad, como ahora, estaba acomplejada respecto a lo cursi o lo infantil».

  • Dónde: Teatro de la Abadía, Madrid. Cuándo: hasta el 16 de marzo. Cuánto: entradas agotadas.