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Emilio Gutiérrez Caba no teme al Diablo

El actor dirige y adapta «La cueva de Salamanca», de Juan Ruiz de Alarcón, en la CNTC para recuperar la leyenda de la cripta.

«La cueva de Salamanca» recreará en la sala principal del Teatro de la Comedia la cripta de lo que fue la iglesia de San Cebrián
«La cueva de Salamanca» recreará en la sala principal del Teatro de la Comedia la cripta de lo que fue la iglesia de San Cebriánlarazon

El actor dirige y adapta «La cueva de Salamanca», de Juan Ruiz de Alarcón, en la CNTC para recuperar la leyenda de la cripta.

Bajo la plaza de Carvajal, junto a la cuesta que lleva este mismo nombre, se mantiene hoy en Salamanca lo que fue la iglesia de San Cebrián, una cripta que ha llevado su fama a obras literarias de todo el mundo y para cuyo origen algunos se remontan al mítico Hércules. Aunque lo que de verdad le ha dado ese aura de misterio al lugar ha sido su relación con el mismísimo Diablo. Hasta este punto de Castilla se trasladó El Malvado allá por el siglo XIV para dar clases a siete estudiantes: «Desde el fondo de la estancia subterránea y a la luz de una incombustible vela, pervertía a las inocentes almas de los alumnos con sus lecciones de magia negra, adivinación o nigromancia», reza la leyenda. Como moneda de cambio, estos debían pagar un precio y, al azar, se debatían entre apoquinar o quedarse para siempre en la cueva de Satanás.

«Dicen que uno de los que se dejó allí la sombra fue Enrique de Villena», apunta Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942), encargado de rescatar ahora la historia en los escenarios. La misma dirección en la que apunta una tradición que se confirma con la torre que se erige junto a la cueva, la del Marqués de Villena, precisamente. Se cuenta que fue éste uno de esos alumnos a los que el sorteo le deparó pagar al maestro y, al no poder cumplir con la deuda, quedó condenado a la oscuridad de la cueva. Entonces se escondió en una tinaja y aguardó su oportunidad para escapar. Cuando el profesor-demonio y el resto de compañeros volvieron, se sorprendieron de no encontrarle y salieron del recinto proclamando su insólita desaparición. En su precipitación, dejaron abierta la puerta de la cripta y el marqués, con vía libre, aprovechó para llegar a la iglesia y esconderse tras un altar hasta que al día siguiente pudo salir durante la misa, aunque dejándose la sombra y quedando así marcado de por vida.

Fue la historia que Gutiérrez Caba encontró «idónea», dice, para cumplir con la empresa que le habían encargado para conmemorar el VIII centenario de la Universidad de Salamanca. «Una pieza que reflejase la ciudad del siglo XVII llena de estudiantes, sopistas, truhanes, sabios y nobles –en palabras del aquí director–. Un lugar que fue motor de cultura y referente para aquella España obsesivamente volcada hacia las Indias pero que seguía estando en una Europa asolada por guerras continuas y continuas incomprensiones».

Y del otro lado del Atlántico llega la versión elegida por Gutiérrez Caba. De la pluma de Juan Ruiz de Alarcón (Taxco, 1581-Madrid, 1639), conocedor de la magia a través del contacto con los indios mexicanos, y «no de la celebérrima pieza homónima de Cervantes, afortunadamente conocida y celebrada desde que don Miguel la escribiera», apunta quien también ha introducido dos escenas de «La Fénix de Salamanca», de Antonio Mira de Amescua, y una de «Obligados y ofendidos y gorrón de Salamanca», de Francisco de Rojas Zorrilla. «Pero no es un “collage”, sino una muestra de tres autores clásicos en homenaje a la ciudad». Aun así, es el director el encargado de una dramaturgia final con la que todavía resopla: «Porque los diálogos en prosa son muy sencillos, más difícil es hacer que el verso en las tres obras suene como debe».

Revuelta sin peligro

De este modo, «La cueva de Salamanca», que se presenta en el Teatro de la Comedia de Madrid del 7 al 17 de junio –acaba de estrenarse en Salamanca–, se centra en «la existencia de la magia negra y en el discurso de lo lícito de ésta. Incluso el rey manda a sus súbditos a ver qué pasa con esa revuelta estudiantil», anticipa Caba de una trama en la que «la magia no tiene nada que ver, sino más bien la vida poco edificante de unos chavales que pasan los días jugando a las cartas». Es una de las anécdotas de esta «historia de teatro dentro de teatro, de metateatro», donde unos actores ensayan distintas escenas para exhibir durante la celebración del aniversario de la Universidad de Salamanca. Hasta que la aparición inesperada de una bailarina hará que la Compañía se replantee la obra a representar y descubran una pieza para ellos desconocida donde se habla de una leyenda salmantina y del peso que en la ciudad tienen los estudiantes y las ciencias que en ella se imparten. «Los espectadores asistirán a los momentos clave donde aparecen la magia blanca y la negra, los misteriosos personajes de Enrico y Marqués de Villena, los eternos enamorados en el teatro clásico y la no menos intrigante Cueva, famosa en la literatura de la época».

Argumento entre el que Emilio Gutiérrez Caba aprovecha para hablar de la «precariedad laboral en el mundo de espectáculo hoy, de lo poco que se trabaja y lo mucho que queda por hacer» y para «defender a un autor como Ruiz de Alarcón, que fue tratado muy mal y que a mí siempre me ha resultado simpático», concluye el director.